Diario de León

Mujeres de bronce en la galería Bernesga

Una de las esculturas de Carolina Rodríguez. cuevas

Una de las esculturas de Carolina Rodríguez. cuevas

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marcelino cuevas | león

Hay escultores que consiguen que materiales tan contundentes como el hierro, el bronce o la piedra, se conviertan en soporte dúctil para unas figuras que parecen modelas en barro o cera. La joven escultura Carolina Rodríguez Baptista, venezolana-norteamericana-española, consigue perfectamente este efecto, lo que demuestra su estupenda técnica y, además, logra dotar a sus figuras femeninas de un sugerente movimiento.

Las esculturas que presenta Carolina Rodríguez en la sala de arte Bernesga, tienen la etérea delicadeza de lo femenino. Sus mujeres danzan en el espacio, caminan por el aire u observan, cómodamente sentadas, como la vida pasa ante sus ojos. Hay mucha belleza en el arte de esta joven escultora.

A primera vista destaca poderosamente la dinámica de sus esculturas. Ella juega delicadamente con el movimiento, muchas de sus figuras viven en un atractivo equilibrio inestable que casi obliga a que el espectador las toque provocando su peculiar danza en el espacio. Pero hay más, también hay movimiento interior en sus obras. Incluso sus bustos, siempre femeninos, tienen el movimiento como protagonista. La otra gran faceta de esta artista es el contenido sensual y lúdico de sus trabajos.

Carolina Rodríguez trabaja sobre el barro y la cera perdida, pero siempre el terminado de sus figuras es el bronce. Un bronce sobre el que trabaja para añadirle una delicada gama de colores que hace aún más atractivas sus trabajos. La escultura recupera para sus obras lo más bello de la figura femenina. Sus mujeres de bronce están llenas de expresividad y se adentran en el territorio de lo simbólico. Cuenta su creadora, a pesar de su juventud, con una larga trayectoria de exposiciones y de reconocimientos a nivel internacional.

Su relación profesional con el arte comenzó realizando obra gráfica en Nueva York hace quince años. «Yo nací en Venezuela —nos cuenta— y a los ocho años me fui con mi familia a los Estados Unidos. Estudié diseño en Nueva York y allí viví mucho tiempo para después residir en Miami. Mi última escala ha sido España, donde llevo viviendo diez años».

La escultora, que conoce de primera mano las tendencias del arte en el mundo entero, demuestra en sus obras una gran personalidad. Sus esculturas son personales e intransferibles. Desde el bronce es capaz de crear belleza, de retratar de un modo peculiar los rostros y los cuerpos de hermosas mujeres. Pero de entre todas de sus múltiples cualidades hay que destacar el movimiento del que dota a sus figuras. Una deliciosa exposición con la que nos reencontramos con el arte de la escultura, que tan poca representación tiene en León.

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