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Publicado por
rafael saravia
León

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Los cambios siempre vienen de la ruptura con ciertos parámetros establecidos. Una mirada distinta... una base formal que asiente toda la genialidad y bella locura que conforma el proceso de cambio y renovación, son los elementos necesarios para que lo imposible se convierta en una realidad.

Hace unas semanas, en una pequeña ciudad del norte de Italia, a un niño se le ocurrió una palabra, un lugar donde nombrar lo evidente de otra manera. En un examen, donde se estaba tratando el tema de los adjetivos, el pequeño Matteo (estudia lo que aquí sería tercero de primaria) responde sobre las características de una flor con la palabra «petaloso» (en italiano flor es masculino –fiore-). La maestra le corrige. La palabra petaloso no existe. Pero a pesar de la rigidez y los recortes que un gobierno como el de Berlosconi ha ejercido sobre la educación –en nuestro país también nos suena esta manera de proceder-, Matteo ha topado con una maestra inquieta y sabedora de que lo establecido no siempre tiene que negar al porvenir.

Esta maestra –curiosamente se llama Margherita- sabe que la belleza no puede serle ajena al lenguaje, al instrumento con el que hacemos existir lo emocionable. Así que se propone enseñar esta palabra de su alumno a la Academia Italiana. Hace apenas una semana, el colegio de Matteo y Margherita reciben una carta muy especial con el sello oficial de La Accademia Della Cusca (la institución que salvaguarda el buen uso del italiano) para darle la razón a Matteo. La palabra «petaloso» genera afinidad estética y discursiva. Se entiende, responde a la forma gramatical de los adjetivos y define sin lugar a dudas una realidad vinculada a muchísimas flores.

La academia no obstante no miente a Matteo. Le dice que para que se pueda asumir como palabra nueva e incluirla en el diccionario, ha de ser una palabra que utilice la gente. Si consigue que los italianos la asuman como propia, ellos estarán encantados de incorporarla.

Poco después, redes sociales, noticiarios de televisión y prensa escrita se hacían eco de esta noticia. La palabra «petaloso» se movía con entusiasmo en boca de tantos y tantos italianos. Hasta traspasar fronteras. Hasta Matteo Renzi, Jefe del gobierno italiano, felicitaba y utilizaba la nueva palabra como elemento rejuvenecedor de su idioma. Hasta la esperanza se vestía de flor para celebrar el logro innato de un chiquillo de ocho años que supo moverse en las fronteras del lenguaje.

El pequeño Matteo ha generado una valiosa lección. La gran belleza y la fuerza colectiva hacen regenerar estamentos que avanzan normalmente muchísimo más lentos por sí solos. Estos días todos (en Italia y en más países) hemos sabido que hay flores más o menos petalosas, y que lo hermoso y arriesgado, con apoyo social, puede convertirse en una realidad estamentada y generar ilusión a partes iguales.

Hay azares que alegran y poetizan la vida: Tengan un día encumbrado, ilusionante y petaloso.