«Me atrae mucho el travestismo pero nunca me vestiré de cura»
El leonés Eduardo Arroyo relata sus vivencias de artista en ‘Bambalinas’.
mila trenas | madrid
Bambalinas son recuerdos, pensamientos, opiniones, polémicas y el relato de unas vivencias de artista que serían imposibles en una actualidad que al leonés Eduardo Arroyo no le interesa «en absoluto», aunque la continúe protagonizando.
En este «vagabundeo» por el pasado se entrelazan situaciones autobiográficas vividas por él y por sus compañeros artistas, quienes, semiocultos en sus máscaras, antifaces y travestismos, compartieron momentos de soledad y compañía. Arroyo comenzó a escribir Bambalinas , publicado por Galaxia Gutenberg, hace tiempo, pero lo tuvo que aparcar cuando recibió el encargo de escribir Al pie del cañón. Una guía del Museo del Prado . Ahora cree que con este reposo el libro ha ganado. «Su coherencia está en su aparente incoherencia. Yo lo definiría como una mirada hacia atrás. Mi condición de octogenario ha solicitado de mí, me ha obligado a dar una marcha atrás. Hay mucho de ‘recuerdo que...’».
Balance de vivencias, añoranzas de cosas que nunca volverán, «de una sociedad que se ha mutado tremendamente»; son recuerdos también de los que no están y de los que todavía están. «Todo bañado por una especie de pequeño escepticismo optimista y de unas gotas de melancolía», ha comentado a Efe el artista.
En el libro reconoce que la novela Robinson Crusoe marcó su vida de forma definitiva y le «indicó tanto el buen como el mal camino». Por ello, con este nombre tituló los seis cuadros que pintó en 1966.
«Allí nació todo. Fueron los únicos cuadros que pinté durante ese año, a pesar de considerarme un pintor muy prolijo. En realidad, ese es el libro que me ha acompañado y que me acompaña», dice. Antonio Ricaldi y Gilles Aillaud son algunos de los compañeros de aquel grupo de amigos, «que gravitaba en torno al Salón de la Joven Pintura de París de 1960. Éramos como esas bandas de jóvenes ecuatorianos. Habíamos salido rebotados de todos los sitios. Un equipo que nos formábamos a nosotros mismos. Hoy los artistas viven su aventura en solitario».
Desde pequeño le han gustado los disfraces, confiesa que tiene alma de costurero y que aborrece el «prêt à porter», al que dedica un capítulo del libro en el que explica detalladamente la forma de confeccionar un traje de torero. «Me he disfrazado de muchas cosas en mi vida, me atrae mucho el travestismo pero nunca me he vestido ni me vestiré jamás, lo aborrezco, de cura -señala-. Siempre lo he desaprobado y de ello hablo en el libro, Por ejemplo, las fotografías de Luis Buñuel vestido de obispo me han parecido lamentables. Es innecesario y estúpido».
Se considera ateo militante y anticlerical, pero eso no impide que no soporte «la extraordinaria idea de desbautizar las calles de Madrid». «El ‘tardopseudoprogresismo’ triunfante es una pesadilla auténtica para mí. Que se le quiera quitar una calle a Jardiel Poncela o a Agustín de Foxa me repatea el estómago. No lo puedo soportar», ha señalado.