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«El dolor de un huérfano no desaparece jamás»

El poeta Miguel Velayos ofrece hoy en Casa Benito el recital ‘Lecciones de orfandad’ Será presentado por Óscar Campillo.

El poeta Miguel Velayos y el guitarrista Alberto Blanco. MARÍA ARAUS

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León

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Lugar: Casa Benito (Plaza Mayor, 20).

Hora: 19.30.

Entrada: gratuita.

e. gancedo | león

El poeta abulense Miguel Velayos necesitó 25 años para escribir el poemario titulado Lecciones de orfandad (editorial Celya), una obra sinónimo de catarsis creativa ante la traumática experiencia de haber perdido a su padre cuando sólo era un niño. Pero ese libro acaba de traspasar el lenguaje de los versos para convertirse en una intensa experiencia de música y voz, un recital en el que Velayos se acompaña del guitarrista Alberto Blanco y que esta tarde llega a la centenaria Casa Benito con presentación previa a cargo del periodista leonés Óscar Campillo.

«Hemos considerado que la música y la palabra, juntas, eran una buena manera de acercarnos a un tema tan universal como la orfandad. El espectáculo tiene una entidad propia, independiente del libro del que surgió» explicó Miguel Velayos al Diario, y preguntado por esa famosa frase de ‘sólo se sabe lo que se tiene hasta que se pierde’, reflexiona: «Machado decía que se canta a lo que se pierde. No siempre, también se puede cantar a otras cosas, al asombro de lo que uno ve o vibra en el presente, pero en este caso, es cierto... He necesitado más de 25 años para sentarme a escribir este libro. El tiempo necesario para encontrar un punto de madurez respecto a mi propio dolor, a mi propia identidad de huérfano. Creo que el género elegíaco, que es el de Lecciones , requiere de algún modo esos filtros naturales del tiempo».

«Cicatriz» vital

¿Pero es que llevando una pérdida, una dolorosa pérdida, al campo de la creatividad, consigue uno hacerla más llevadera? «El dolor que siente un huérfano no desaparece jamás, pero sí es posible que se mitigue a través de alguna actividad serena y profunda como la poesía, y al propio paso del tiempo», responde el autor.

«Uno acaba aprendiendo a convivir con el dolor igual que se convive con una cicatriz. En mi caso, la poesía me sostuvo en plena madurez, cuando fui por primera vez plenamente consciente de la pérdida de mi padre, y aún me sostiene —prosigue—. Hay una relación inequívoca entre el hecho de que mi padre muriese y el que yo necesitase sentarme a escribir poesía a los 14 o 15 años. El mundo me parecía entonces un lugar devastado y bronco. La poesía me ayudó a realizarme determinadas preguntas, y a ir afiliándome, cada vez con más fuerza, a la vida».

Una afiliación a la vida que se ve reflejada en el libro y también en el espectáculo. «Tanto Alberto como yo teníamos claro cuál era el desenlace final de nuestro trabajo: un feroz alegato de la vida a pesar del dolor», confirma, pero también detalla que ninguno de ellos quería «un espectáculo donde la música simplemente acompañara a la palabra, necesitábamos que música y poesía estuviesen naturalmente unidas, que fuese un maridaje inevitable». «Trabajar con Alberto ha sido y es un privilegio —añade—. No hubiese podido cumplir este sueño sin su maestría y su humanidad. Él ha pasado por la misma experiencia que yo, de modo que es una orfandad compartida, y desde ese lugar, doloroso y luminoso a la vez, se escucha su guitarra».

En cuanto a la respuesta recibida por parte del público, Velayos asegura que las reacciones «están siendo, desde nuestro punto de vista, muy? positivas; muchas personas se han acercado hasta nosotros para contarnos testimonios profundos de su propia orfandad, de su propio dolor. Cuentan que se han visto retratados en esa misma tragedia desplegada a lo largo de todo el espectáculo. Para nosotros es una gran recompensa y una hermosa responsabilidad».