Diario de León

CULTURA

Viaje pictórico al interior

El pintor leonés Carlos Álvarez las Heras expone su ‘Bon Voyage’ en el Auditorio Ciudad de León Reinterpreta a los impresionistas y a maestros como Velázquez

El joven pintor leonés Carlos Álvarez las Heras, en la apertura de su nueva exhibición. RAMIRO

El joven pintor leonés Carlos Álvarez las Heras, en la apertura de su nueva exhibición. RAMIRO

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marcelino cuevas | león

Carlos Álvarez las Heras se resiste a abandonar su pasado, pero en los cinco años que han pasado desde su última exposición en León, su estilo ha evolucionado sustancialmente. En sus comienzos sus cuadros recordaban a primera vista las obras de Pablo Picasso, aunque un examen más profundo dejaba claro que nada tenían que ver con las pinturas del artista malagueño. Ahora, en la muestra que acaba de inaugurar en el Auditorio Ciudad de León no tiene rubor en inspirarse en los pintores impresionistas o en maestros del barroco como Velázquez.

Las Heras se fija en los clásicos para innovar sobre ellos, para reinterpretarlos, para que desde su memoria artística pueda ofrecer al espectador una nueva visión de sus artistas favoritos. «Me divierte estudiar los cuadros famosos para cambiar los componentes, para ofrecerles la posibilidad de que vivan una nueva juventud a través de mi reinterpretación».

La muestra de Carlos Álvarez las Heras se titula Bon Voyage y en ella ha realizado un largo periplo por su propia iconografía, quizá para abandonar poco a poco viejos moldes. «Creo que en este tiempo —explica— he humanizado las figuras de mis lienzos, que son consecuencia de una serie de viajes que he realizado y que me han servido de inspiración. Pienso que mis colores han cambiado sustancialmente, pero es algo que ha surgido espontáneamente, ningún detalle está premeditado. Todos los cuadros tienen algo más de profundidad y he trabajado mucho más las texturas».

Sorprende que los personajes de sus lienzos tengan solamente cuatro dedos en los pies y en las manos. Pero el artista explica las razones de esta libertad interpretativa. «La historia viene de muy lejos, de cuando en mi infancia leía los tebeos de la colección de mi padre y copiaba sus dibujos una y otra vez. Guardo como pequeño homenaje al Carlos niño la apariencia en mis personajes de cuatro dedos, dado que es una característica común en los dibujos animados que tanto alimento han dado a mi imaginación. Todo ello se mezcló en algún momento con el aprendizaje de los grandes maestros del siglo XIX cuyas historias, trágicas en muchos casos, dejaron huella e impronta en mi obra».

Personajes que tocan fondo

Las Heras ha dejado de buscar la belleza por la belleza, el color por el color, para bucear en las raíces más profundas. «He intentado —comenta— forjar una personalidad propia en mi obra, caracterizándola con rasgos muy personales que sirvan de referencia para identificarla y que a la vez la diferencie del resto. La preocupación obsesiva por lo ornamental y banal de años atrás, pintando para complacer a la vista, ha dejado paso a temas más profundos que para mí suponen el reflejo de las relaciones del individuo con su entorno. He encontrado comodidad al pintar personajes melancólicos y tristes, jugando con colores muy contrastados que incidan en representar ese estado anímico. Pinto ese instante único, ese punto de inflexión en el que por delante solo queda reponer emociones y levantar el vuelo, utilizando contrastes de colores muy intensos, ángulos y perspectivas imposibles que acentúen por un lado la inestabilidad del personaje y su entorno y, por otro, la intensidad con que se manifiestan los cambios que marcan el rumbo de una vida».

No hay duda de que Carlos Álvarez las Heras, a pesar de su juventud, ha encontrado su camino dentro de la pintura.

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