EL PUEBLO RESCATADO DE LAS AGUAS
Un Vegamián que parecía Chernóbil
Hace 33 años vaciaron el pantano del Porma ante la necesidad de emprender trabajos de limpieza: emergió entonces una villa que, a diferencia del resto de pueblos, no había sido demolida. Aquella visión espectral produjo el libro ‘Retrato de bañista’, de Julio Llamazares, y fotos que ahora causan furor en redes sociales
emilio gancedo | león
A modo de ironía cruel, el agua empezó a lamer los primeros muros de Vegamián la noche de los Santos Inocentes de 1967. Antes se habían sucedido diez y más años de murmuraciones, habladurías y rumores más adelante convertidos en anuncios públicos con el sello del águila imperial y en mediciones a pie de campo, en diseño de planos y gestiones ingenieras, en mil burocracias, en el pago de raquíticas compensaciones y en mucho trasiego de cuadrillas de operarios, técnicos y peones... Y también en un desfilar incesante de carros, coches y camiones que sacaban más allá del monte El Bustio a los pobladores del valle para lanzarlos al mundo como si fueran grano aventado a todos los aires.
Muchos no quisieron regresar a estas cumbres en años, ni aún movidos por la curiosidad o la añoranza, pero otros tuvieron dos oportunidades de comprobar qué había pasado con la cabeza de un municipio extinguido como tal tras el cierre de la presa y la inauguración oficial del embalse en 1968, con presencia del poderoso ministro Silva Muñoz. Una fue en 1971 y la otra en 1983, ambas con objeto de proceder a labores de limpieza, básicamente la retirada de árboles muertos y otros elementos que podían llegar a obstruir turbinas y compuertas.
Así estaba la escuela de Vegamián tras vaciarse el pantano en el otoño de 1983. SOLEDAD SOBRINO / ISIDORO DE LA FUENTE
Los vecinos del resto de pueblos sólo tenían para contemplar piedras sueltas, el tenaz trazado de hogares y corrales, y paredes de prados y huertas, los pegollos de los hórreos, algún dintel si acaso... pero la gente de Vegamián se encontró con un panorama insólito y estremecedor, una especie de Chernóbil montañés y subacuático, los efectos de millones de metros cúbicos aplastando una villa cuya primerísima referencia histórica se remontaba al año 917. Las demás localidades —Armada, Campillo, Ferreras, Lodares y Quintanilla; Utrero y Camposolillo quedaron deshabitados— fueron demolidas por las máquinas pero no la ‘capital’ a causa de mucha demora en expropiaciones y trámites.
Una casa llena de truchas
Y así, a pesar de las prohibiciones, los vecinos entraron en medio de un silencio sepulcral y pasearon por calles que eran ríos de puro lodo. Entre ellos el escritor Julio Llamazares, nacido en Vegamián en 1955 aunque muy niño aún marchara la familia a Olleros de Sabero. «Fui a la casa en la que nací: estaba llena de truchas muertas atrapadas en el lodo. Escribí tres poemas pero fui incapaz de seguir. Me di cuenta de que la palabra es muy limitada, y yo, más», decía en una entrevista a El País hace un año. Fruto de aquella visión alucinada y espectral fue el guion de cine Retrato de bañista, publicado por Del Oeste Ediciones, y poemas recogidos ahora en Versos y ortigas (Hiperión), su poesía reunida.
«En general podemos decir que hubo tres situaciones generacionales distintas: los que tenían sobre 70 años o más apenas pudieron soportarlo y muchos murieron poco después, incluso hubo suicidios. Los de en torno a 40 rehicieron su vida como pudieron, se metieron a porteros o en talleres, y nosotros, los entonces niños de 12 o 13, pues pudimos estudiar, fuimos funcionarios, empleados de banco, etc.». Habla Luis Miguel Fernández, buen conocedor de la historia de la villa y amigo y compañero de quien con mayor fervor ha venido recopilando documentos, imágenes, datos y registros de esta comarca anegada, Isidoro de la Fuente Bayón. «La mayoría vendió el ganado en la feria del 12 de octubre pero nosotros bajamos a León con seis vacas, alquilamos una cuadra en La Serna y ahí las metimos», cuenta. «También me acuerdo mucho de la gente mayor, algunos no habían venido a la ciudad en su vida. Se sentaban en los bancos y hablaban de lo que estarían haciendo en ese mismo momento si siguieran en el valle: regar los praos, picar la leña, segar el otoño, etc.».
El Ayuntamiento. SOLEDAD SOBRINO / ISIDORO DE LA FUENTE
La casa de De la Fuente es una auténtica y exhaustiva enciclopedia de asuntos relacionados con el Alto Porma: todo lo aparecido en prensa sobre el pantano, cada orden de expropiación y cada recibo, árboles genealógicos, los curas y médicos que ‘salieron’ desde el siglo XIX... «Llevo hasta la cuenta de los muertos habidos desde que cerraron la presa, unos 140». Y todo a base de papel, de visitas casi diarias al Archivo, nada de ordenador. Ha viajado a Argentina 13 veces («la mayor parte de la gente vino a León, sobre todo al Crucero y a El Egido, y otros a Madrid, pero algunos se fueron a aquel país, en especial a Coronel Dorrego), y allí lo reciben casi como héroe por acudir cargado de recuerdos leoneses.
«Nosotros cerramos los ojos y vemos el pueblo tal cual», coinciden ambos, reunidos en casa de De la Fuente para hablar de la gran popularidad alcanzada por unas imágenes colgadas en el grupo público ‘Vegamián’ de Facebook por Soledad Sobrino García y aportar algunas de su nutrido álbum personal. Y es que donde la mayoría sólo ven casas semiderruidas y armazones de tejados desplazados hasta la calle por el peso del agua ellos reconocen «la escuela, el ayuntamiento, la casa de Toso, la galería del tío Gregorio, la casa vieja de Teófilo, la ermita, la plaza de los Negrillos..». De la Fuente llegó a pasear doce veces por el pueblo fantasma, «una de ellas, de noche». Experiencia, ésta ultima, que por poco le hiela la sangre en las venas.
«Vegamián tenía cuartel de la Guardia Civil, dos o tres tiendas, estanco, cinco bares, dos fábricas de leche, dos panaderías, médico, cura y practicante, ¡y maestro y maestra!», recita Miguel Fernández mientras hablan, cómo no, de la próxima fiesta de San Antonio (11 y 12 de junio) y recuerdan que el próximo año se cumplirá el medio siglo redondo del cierre de la presa.
«Como pueblo, como valle, no existimos. Por eso todo nuestro afán es que la historia y el recuerdo de Vegamián no mueran jamás...». Ese es el credo de personas como Isidoro de la Fuente.
Vista general del pueblo. SOLEDAD SOBRINO / ISIDORO DE LA FUENTE
La iglesia de Vegamián. SOLEDAD SOBRINO / ISIDORO DE LA FUENTE
Julio y Millán en lo que fue su pueblo. SOLEDAD SOBRINO / ISIDORO DE LA FUENTE