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San Isidoro, en versión extendida

Así será el nuevo museo de la Real Colegiata: además de multiplicar por tres su espacio, reorganizará toda la visita, modificará la entrada, permitirá recorrer la muralla y dejará a la vista una decena de piezas y lugares hasta ahora ocultos. Lo cuenta al Diario el responsable del proyecto, Juan Pablo Rodríguez Frade .

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León

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emilio gancedo | león

No todas las ciudades tienen el privilegio de contar con un Panteón Real en el que los monarcas de un país olvidado duermen su sueño de siglos bajo un maravilloso cosmos románico. Ni con el lugar exacto en el que, según las crónicas, se reuniesen nobles y plebeyos para echar a andar lo que después de muchos siglos y muchas guerras diera en llamarse parlamentos democráticos. Ni con un gallo dorado de origen remotísimo que vela por la población incluso frente a aquellas tropas napoleónicas que intentaron, sin éxito, bajarlo a disparos de arcabuz. No todas las ciudades tienen un lugar en el que historia, arte, religiosidad y leyenda se apiñan de tal modo como en San Isidoro de León, pero tampoco es una locura decir que en cualquier otro lugar o autonomía de España este espacio único se habría convertido hace tiempo en un icono turístico complementamente renovado y volcado en captar turistas, peregrinos y viajeros culturales.

Aquí, en cambio, habrá que esperar al menos hasta 2019 para poder disfrutar del flamante ‘San Isidoro vanguardista’ que proclamara el pasado 20 de mayo un rutilante plantel de representantes institucionales, complejo y costoso proyecto para el que aseguraron haber dispuesto 4,8 millones que pagarán casi a medias la Junta de Castilla y León y la Fundación Montemadrid. Eso sí, ninguno de los presentes recordó que anuncios similares se han venido haciendo desde hace cosa de una década sin que hasta el momento nadie haya movido una piedra.

De todos modos, de ser ésta la ocasión definitiva, quien acceda al museo tras la remodelación prevista se topará con un San Isidoro multiplicado por tres. Porque no sólo se pretende reorganizar toda la visita, habilitándose una amplia entrada que sustituirá al pequeño y casi oculto acceso actual, sino que el visitante tendrá ocasión de contemplar lugares y piezas hasta ahora vedados por muy diversas razones, eliminando también ‘obstáculos’ como el ascenso al Panteón Real por la mítica escalera de caracol. Cambios de piezas y estancias, paseos por la muralla, por el interior de la torre, el coro, las capillas del claustro... y, sobrevolándolo todo, una concepción museográfica distinta según la cual la visita terminará —y es lógico— con lo más espectacular: el Panteón Real, la apodada Capilla Sixtina del arte románico, precisamente por donde ahora comienza.

Difícil equilibrio

Responsable del proyecto es uno de los mayores campeones en ampliaciones y remodelaciones colosales, el arquitecto Juan Pablo Rodríguez Frade, artífice, por ejemplo, de las radicales transformaciones del Museo Arqueológico Nacional o del Museo de la Alhambra. Rodríguez Frade habla al Diario sobre un complicado reto que ante todo resume en «mantener el equilibrio entre el respeto hacia el conjunto histórico, sin perder el ambiente de recogimiento tan característico del monumento, y la adaptación a las nuevas necesidades». El arquitecto madrileño, premio Nacional de Restauración en 1995 entre otros galardones, reconoce que de San Isidoro, «sólo conocía, como creo que le pasa a la inmensa mayoría de turistas, una parte mínima. Por ejemplo, no sabía que hubiera un segundo claustro, que existiera la Hospedería, que por cierto es un complemento muy recomendable a la visita, y tantas capillas de enorme interés, hoy cerradas».

«Realmente, lo que me ha resultado más interesante es la capacidad evocadora de todo el conjunto arquitectónico —continuó—, ese poder que tienen algunos espacios históricos de transportarte a otra época y de poder entender a través de sus piedras una historia real y de gran valor que ocurrió hace no tanto tiempo».

Preguntado por la sensación que, a su juicio, quedará en el visitante después de haber transitado por un museo que mostrará piezas tan insólitas como las ropas litúrgicas de los canónigos, Frade reflexionaba: «En primer lugar, muchos visitantes que no pasaban de la tienda al encontrarse con una estrecha escalera de caracol que impedía o dificultaba enormemente el paso ahora van a poder subir cómodamente al museo, a la cámara de Doña Sancha, a la biblioteca y a la planta primera del claustro procesional». «Además, y sin perder ninguno de sus valores, se va a poder visitar, por supuesto, el Panteón Real sin barreras arquitectónicas y con una nueva iluminación que nos ayudará a entender mejor este espacio lleno de espiritualidad», puntualizó.

El especialista, que ha montado exposiciones de gran formato en los cinco cotinentes, confía en que la persona que acceda al interior del remozado San Isidoro «saldrá de este lugar conociendo mucho más acerca de la historia de la Real Colegiata y del medievo leonés sobre todo gracias a espacios que hasta ahora desconocía: la escalera prioral, el coro de la basílica, el paseo de ronda de la muralla y otros muchos rincones hoy sin posibilidad de visita». Y en lo que respecta a la exposición permanente, la gente hallará, dice, «un museo que le emocionará sin duda por la belleza de sus colecciones, pero también que le explique el porqué de su existencia y de su significado».

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