Diario de León

CARLOS SUÁREZ AUTOR DE ‘UNA MUJER EN PIGALLE’

«Mi padre tuvo alzhéimer, vi lo caprichoso que es el olvido»

Suárez compagina la escritura con su trabajo en TVE . RAQUEL P. VIECO

Suárez compagina la escritura con su trabajo en TVE . RAQUEL P. VIECO

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pacho rodríguez | león

Carlos Suárez (León, 1961) regresa a la novela con Una mujer en Pigalle , lo que en su caso es volver a su estado natural de autor. Porque en su cabeza fue antes el escritor que el periodista. Luego está la novela de la vida que decide lo que quiere y lo que más se sabe de él es que es editor adjunto de fin de semana del Canal 24 Horas de RTVE. Pero hay un narrador potente en Suárez que se sumerge, como lo hace ahora, en historias que atrapan más allá del ejercicio literario. El alzhéimer, un París y un contexto histórico apasionante, una trama que juega con la intriga y el thriller psicológico, bajos fondos, sexo,  asesinatos, intrigas amorosas  y la élite cultural de los años treinta y cuarenta… de todo hay en la viña de Pigalle. Dedica el libro a su padre, el tan recordado Andrés Suárez, primer rector de la Universidad de León.

—¿Que la novela sea tan de género y en un contexto histórico determinado fue una idea preconcebida?

—Supe desde el principio que arrancaría con un cadáver y que iba a tener algunos elementos de novela negra. Sin embargo, la ambientación histórica surgió después, al ir perfilando la trama, cuando decidí que la protagonista posara como modelo para un pintor y que ese pintor fuera un pintor real, alguien que hubiera existido.

—Y, en su caso, cuando escribe, ¿la historia y los personajes siguen su curso?

—No sé si en una novela es posible planificar tanto. Yo construyo la estructura, el armazón, y a partir de ahí entran en juego fuerzas contradictorias. Por un lado, a medida que tomas decisiones, esas decisiones van determinando el desarrollo posterior. Es una especie de tendencia al orden. Por otro lado, la historia y los personajes cobran vida y ‘piden hacer cosas’ que en principio no tenías pensadas.

—¿Le gusta que haya esas referencias para justificar el relato o por encontrar un momento social y político atractivo?

—Siento pasión por la época de las vanguardias y me pareció que los veranos en los que Paul Éluard reunía en Mougins y Antibes a su grupo de amigos eran el escenario ideal para ambientar la historia.

—Luego entra en juego el alzhéimer, que casi como paradoja es un hilo conductor. ¿Cómo descubre que en esa enfermedad tiene una madeja de la que tirar?

—Mi padre tuvo alzhéimer, vi lo caprichoso que es el olvido y me pareció que era posible convertir el alzhéimer en elemento narrativo. Todo escritor oculta al lector cosas para crear intriga y las va desvelando paulatinamente. En Una mujer en Pigalle ese papel lo hace el olvido. Además el Alzhéimer me permitía llevar la intriga hasta el interior de la mente del presunto asesino.

—El París de las vanguardias... ¿Qué León sería novelesco para usted?

1937 es un año esencial en Una mujer en Pigalle. Fue el año del bombardeo de Gernika por la Legión Cóndor. Puedo imaginar a la alta sociedad leonesa celebrando el ataque con los oficiales de la Luftwaffe. O mejor, unos meses antes, un sabotaje de la resistencia local que impide que bombardeen también Bilbao.

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