«El Emperador era un teatro puntero a nivel nacional»
Una tesis de la documentalista leonesa Lourdes Getino confirma que este veterano espacio escénico «no tenía nada que envidiar a los de las grandes capitales», a la vez que critica la ausencia y dispersión de datos relacionados con el que fue epicentro cultural de la ciudad durante décadas..
e. gancedo | león
No sólo un lugar grapado a la memoria sentimental de varias generaciones de leoneses; esto es, innumerables sesiones de teatro, danza, revista, cine y espectáculos de toda índole con el que muchos despertaron a la sensibilidad artística, a la evasión, al disfrute... y hasta al amor. El Teatro Emperador fue también un equipamiento cultural de primerísimo orden que colocó a la ciudad en el mapa y en la agenda de las principales compañías españolas y extranjeras del siglo XX.
Esa es una de las conclusiones del trabajo de fin de máster con el que la leonesa Lourdes Getino ha obtenido la calificación de sobresaliente en la Facultad de Filología de la UNED, trabajo que ha engendrado también la web www.teatroemperador.es con el objeto de darlo a conocer y con la esperanza de que, como indica, «alguna editorial o institución pública o privada se haga cargo de la publicación del mismo, puede ser una herramienta cultural y de investigación muy positiva para la ciudad de León».
El motivo de fijarse en este emblemático escenario, cerrado desde el mes de octubre de 2006, fue que el
Emperador, a pesar de ser «un indiscutible bien cultural en sí mismo, en estos momentos no es conocido ni por turistas ni por futuras generaciones, puesto que está en un limbo institucional y no sabemos cuál será su futuro», confirmó en una entrevista con este periódico.
Cartel de la inauguración. L.G.
Datos dispersos
El máster llevaba por título Formación e investigación literaria y teatral en el contexto europeo, una especialización con la que Getino redondea su profesión de documentalista y técnica de artes escénicas. «Al elegir el Emperador para el fin de máster pude aunar esas dos ramas en un solo trabajo», dice. Y continúa: «Por un lado quería hacer un homenaje a este edificio icónico de la capital leonesa pero a la vez me interesaba investigar un tema local». Eso sí, pronto se dio cuenta de las escasas bibliografía y disponibilidad de datos existentes sobre el asunto. «Más que dispersión es ausencia, me dediqué durante un año y medio a visitar instituciones documentales, principalmente de ámbito local, para poder consultar y recopilar la dispersa documentación original existente sobre el Teatro Emperador, como planos, proyectos de construcción, memorias descriptivas, fotografías, periódicos, programas de mano, documentación catastral, etc.». Por suerte, existe la biblioteca de fondos leoneses Mariano Domínguez Berrueta, dependiente de la Diputación y de la que procede buena parte de la información incluida en esta investigación.
¿Cuáles fueron, entonces, las ‘sorpresas’ que se encontró esta investigadora en el transcurso de este proceso de documentación? «Pues teniendo en cuenta que León es una ciudad pequeña y que, a nivel demográfico, en esos años la población no superaba los 80.000 habitantes, contar con más de diez salas de cine y tres o cuatro teatros, que, por supuesto, funcionaban como salas polivalentes, es un hecho destacable que me sorprendió gratamente», asegura. «Pero más aún si lo comparamos con los datos actuales, cuando la población se ha duplicado y no podemos decir lo mismo de los espacios escénicos... La calidad de las agrupaciones teatrales que pasaban por León, como por ejemplo la Compañía Lope de Vega dirigida por José Tamayo, es otro de los datos a destacar, compañías que, no lo olvidemos, llenaban el teatro».
Getino recopiló programas y documentos históricos. L.G.
Y entre las conclusiones, lo magnífico y puntero de las instalaciones del teatro, inaugurado en 1951. «El Emperador era un teatro digno de su época y no tenía nada que envidiar a los de las grandes capitales —recalca—, de corte clásico y planta a la italiana como los teatros europeos que surgían a partir del siglo XVII. La decoración era majestuosa y elegante, y la calidad de los materiales siempre de primera clase; pero, además, se contó con las mejores casas para decorar y dar forma al teatro». «También destacaría la polivalencia del edificio, puesto que funcionaba como sala para teatro y sala cinematográfica, donde se concebían dos espacios diferentes desde el punto de vista del espectador con objeto de desarrollar estas actividades, tal y como se indica en la memoria de ejecución del proyecto», repasa Getino.
En esencia, el trabajo refleja cómo el teatro, en la década de los años cincuenta, se usaba principalmente «como actividad social y no sólo cultural, tenía fines de distracción y entretenimiento, y de ahí el carácter comercial y propagandístico de algunos de los espectáculos programados», dice, añadiendo que, en cuanto al gusto teatral, «las preferencias del público leonés se decantaban por las zarzuelas, las comedias, los ballets y la canción española». También percibe claramente en la documentación «cómo el cine empezaba a ganarle la batalla a los espectáculos teatrales».
«León siempre ha sido una ciudad de rica cultura, cuna de grandes escritores, literatos y músicos. Quizá por ello las grandes compañías conseguían casi siempre llenar los palcos y butacas del Teatro Emperador», incide Lourdes Getino.
En cuanto al futuro, a la documentalista le gustaría «ser optimista» y creer que en un horizonte cercano «la administración local se hará cargo del teatro para su próxima reapertura —reflexiona la autora—. Es necesario dotar de nuevo a la ciudad de un majestuoso teatro para cumplir el objetivo de su creación y de esa manera fomentar el empleo en el ámbito de las artes escénicas, que tanta falta hace. No olvidemos las palabras con que la propia empresa propietaria justificaba la elevación del recinto: ‘El teatro se construye porque el viejo Teatro Principal —evocador recinto en cuyos anales se pueden consignar bellas páginas de la mejor historia de León— no podía ya cumplir los fines que demandaba la ciudad’».
Una vista del interior del teatro, con la magnífica escalera central. Ramiro