Los hijos leoneses de Leonard
pacho rodríguez | león
Son más pero caben estos. «Día triste», dice Aníbal Vega, pianista y escritor, melómano de memoria al instante que hoy no quería bajar del tejado: «Nos había hecho suyos, teníamos los mismos enemigos y nos sentíamos seguros en su cuartel general, su voz era la voz de nuestra primera juventud, de nuestras noches más largas, de nuestra madurez, la voz de nuestro pasado y la voz de nuestro futuro. Desapareció del ruido del mundo, presentimos que no se había ido muy lejos cuando volvió a los escenarios con 75 años y su cuerpo volvió a desprender toda esa luz que se ha apagado hace unas horas». Lo dice Vega aunque se hubiera quedado en el certero «día triste».
En un León musical, Leonard Cohen, que llegó a príncipe de Asturias, era un rey. Y lo era para muchos de los artistas que desde las carreteras secundarias hacen un camino que nadie sabe ni si tendrá destino. Ni falta que les hace. Son artistas sin bandera de conveniencia. Como este poliédrico Vega que toca por Tarifa o escribe libros como El hombre inacabado y otros cuentos.
Pero tal vez el más fundamental de los músicos leoneses que creen en la palabra de Cohen, nunca a pies juntillas, que lo exigiría el propio autor de temas como Dance me to the end of Love y sí, claro, Hallelujah, es Arsel Randez, músico a secas ahora, que es de los que sirve para saber que el canadiense andaba en algo. Un seguidor sin altibajos del todo Leonard Cohen. Y dice: «Lo cierto es que en este caso en Lo quieres más oscuro, último e irónicamente brillante trabajo de Leonard, la muerte es algo que ronda todas las canciones. Él mismo hablaba abiertamente de la muerte en sus últimas entrevistas. Una mente preclara como la suya no obvia nada», asegura Arsel Randez, para desvelar lo que no hacía falta ni intuir. «Estoy preparado, señor. Así reza la primera canción de ese último disco», añade. Y remata Jorge Arias con un gol para Cohen: «Sus canciones son más que nunca un refugio ante la estupidez humana tan en alza».
«Poeta. León. Cuidado», advierte lúcido Víctor M. Díez, aunque, a las tantas, eso sí, en la cama, comunicaba a sus queridos que Leonard Cohen había muerto. Y como en Cohen había poesía, Díez se tira al folio en blanco: «Aunque las malas lenguas (dicen que sus cumpleaños eran como entierros), estoy seguro de que a su entierro irán Lorca, Rimbaud, Suzanne, Janis Joplin y Morente», dice. Y se fumará. Y hasta a este escritor leonés le parece que «apetece esa juerga». Lo bueno de Cohen es que a los músicos neófitos en la materia también les impactó. Este es el caso de un batería como Julio Hurtado, de Montbassa, que lo vio en León, y aunque procedente de otros gustos se quedó con el creador de temas como Closing time. «Me sirvió para acercarme a Tom Waits. Un efecto dominó. Sin ser seguidor suyo, vi el concierto en León y me pareció tremendo. Me sorprendió lo elaborado de un directo que me esperaba más común», asegura.