JOSÉ LUIS PUERTO ETNÓGRAFO, POETA Y CATEDRÁTICO DE LITERATURA
«Aún quedan muchos romances por recoger»
e. gancedo | león
El foco se ha movido hacia el suroeste. El cristal de la mirada de José Luis Puerto, uno de los etnógrafos y creadores literarios más activos de León, se fija ahora en las comarcas que rodean La Bañeza con un ambicioso proyecto de poético nombre, La palabra heredada , que pretende recoger y difundir la sorprendentemente rica tradición oral de la zona. El primer libro de la serie ya está en la calle.
—¿En qué consiste este nuevo proyecto y cómo surgió la idea de emprenderlo de la mano de la Fundación Conrado Blanco?
—Llevo años recogiendo y editando tradiciones orales, tanto de León como de Salamanca y Las Hurdes. Creo que todavía se pueden hacer encuestas comarcales para terminar de documentar lo que los campesinos guardan en su memoria. De ahí mi contacto con la Fundación Conrado Blanco, a través de Luisa Arias, con el propósito de recoger y editar las tradiciones vivas en el suroeste de la provincia, tan interesante y, en determinadas zonas, arcaizante.
—¿Cómo lleva a cabo los procesos de recopilación de materiales y su posterior estudio?
—Para la recogida de tales tradiciones me desplazo a los pueblos y deambulo por ellos, hablando con unos y con otros hasta dar con los informantes adecuados. Siempre son las mujeres las más dispuestas y, desde luego, las mejores informantes del romancero y cancionero; los hombres son más remisos, y, cuando se deciden, su fuerte son las leyendas y los cuentos. Evito hablar con autoridades y gentes influyentes, pues, cuando lo he hecho, me envían siempre a informantes no adecuados. Los bares, por lo general, suelen ser malos escenarios para la recogida de tradiciones orales.
—¿De cuántos libros se compondrá el proyecto? ¿Se dividen por temas, espacios...?
—Es un proyecto abierto; de momento se ha publicado el primer libro y está aprobado también el segundo. Lo he querido titular La palabra heredada y subtitularlo Tradiciones orales en las Tierras de La Bañeza , porque los romances, cantares, cuentos, leyendas y demás tipos de tradiciones son una herencia inmaterial de la que el propio campesinado no tiene conciencia, de ahí que se pierda tan fácilmente. La organización de cada libro será similar y en ellos irán apareciendo muestras de áreas como el Páramo, la Valduerna, la Valdería y el Jamuz.
—Qué materiales en concreto le han sorprendido o agradado más encontrar?
—Aún quedan joyas que se mantienen vivas en la memoria de la gente. Así, por ejemplo, en el primer libro figuran romances que no son nada fáciles de recoger hoy, como Don Juan de Lara , El robo del sacramento , La difunta pleiteada , El novio ingrato o El cura sacrílego . Y, en cuanto a los cuentos, hemos tenido ocasión de recoger y editar relatos de encantamiento, que son los más complicados de detectar y de recoger.
—¿Aún hay materiales de tradición oral aprovechables en el medio rural? No faltan voces que aseguran que ‘ya no queda nada’ o que ‘la televisión acabó con todo ese mundo’...
—Por supuesto que aún hay un venero extraordinario de tradiciones orales en nuestro medio rural. El mito de que ya no queda nada se ha repetido en toda Europa, y también en nuestro país, desde los humanistas del Renacimiento, que se dedicaban a recoger paremias y canciones (para armonizar estas últimas). Claro que la despoblación y el envejecimiento dificulta mucho la tarea. Pero todo ese mundo, tan fascinante, sigue perviviendo en la memoria colectiva como una reliquia, rescatable aún.
—Informantes a los que quiera agradecer especialmente su participación...
—Mi gratitud he de expresarla siempre a todos los informantes, hombres y mujeres, que comparten conmigo, confiados, su memoria. Cuando entienden el carácter de la tarea me desean suerte e incluso, en algún caso, me bendicen (lo cual me conmueve mucho). Son experiencias fascinantes. Por ejemplo, en Quintana del Marco, la señora Basilisa, postrada en el escaño de su cocina debido a insoportables dolores de espalda, me recibió y me narró unos raros y valiosos cuentos de encantamiento; cuando le fui a llevar un ejemplar del libro me dijeron que se la había llevado consigo un hijo a Madrid, a una residencia de ancianos.