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Publicado por
rafael saravia
León

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Se nos está escapando. Se nos cuela la desidia como hacía más de cien años que no ocurría. Lo humanizable no es una condición innata del ser humano, es sin duda un logro que la lucha activa como sociedad civil ha ido construyendo y conquistando en siglos de luchas contra sí misma.

El gran problema que padecemos es la falta de dolencia humana por la que la conciencia se mantiene alerta y despierta. Estamos empezando a ser inmunes de nuevo a la barbarie y eso nos desaloja cada día un poco más del concepto humanitario.

El atentado ocurrido en Alemania este pasado lunes, con doce muertos y cien heridos ha tenido una trascendencia tremendamente leve en las vidas de los ciudadanos que se supone preservamos la condición de justicia, igualdad y solidaridad para con los nuestros, es decir, los que conformamos esa Europa que ha sido siempre el eje de la sociedad moderna y fraterna.

Llevamos más de 40.000 ahogados en el mediterráneo por culpa de unos conflictos que nos inculpan directamente a los europeos en menos de dos décadas. Somos partícipes de uno de los mayores genocidios conocidos después de la Segunda Guerra Mundial, la guerra en Siria, y nuestras manifestaciones son tan tibias que asustan. Anteayer vimos cómo un hombre disparaba ante las cámaras a un embajador ruso por lo ocurrido en Alepo y nuestra mirada se conmociona no más de tres minutos hasta que sale la nueva programación televisiva. Estamos con un espesor en la capa de lo sensible que aterra. Tenemos una costra de impermeabilidad para con el dolor cercano que cada vez se hace más insoportable.

Ayer salía un dictamen por el que se modificará el Código Civil para que sordos y ciegos no puedan casarse libremente sin una autorización médica. La reforma que acaba de aprobar el PP entrará en vigor en junio del 2017 y se avisan movilizaciones por parte del Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI). Pero la sociedad sigue anegada en el inmovilismo. Seguimos permitiéndoselo.

La labor de los sindicatos sigue sin despertarse a nivel de conciencia. Pareciese que el acuerdo con las patronales y el gobierno siempre está primado. Siempre es mejor llegar a un acuerdo a pesar de que dicho acuerdo vulnere una tras otra la condición del trabajador más de base. En León lo sabemos también por las recientes noticias que nos vienen de instituciones como el Ayuntamiento. No siempre acordar es lo mejor, no siempre el acuerdo tiene que ser de mínimos por debajo de lo mínimo.

Mientras, la tibieza sigue su camino. Las manifestaciones contra la guerra que hubo en el 2003 han desaparecido pese a vivir un momento tan o más cruento. Las manifestaciones sindicales por los derechos de los trabajadores han dejado de ser masivas y casi son anécdotas, la conciencia de generar una sociedad vigilante del poder que oprime se diluye por cansancio. ¿Dejaremos que lo humanizable se licue hasta volver a ser medievo y brutalidad? ¿Sabremos defender con vehemencia lo que estamos perdiendo de dignidad como sociedad? ¿Hemos perdido el poder regulador de la indignación? Me asusto pensándolo.