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El último dintel del Palacio Real de León

El Museo Arqueológico Nacional ha elegido como pieza del mes un arco mudéjar del alcázar leonés construido en el siglo XIV, suntuoso edificio que, como otros, desapareció sin apenas dejar rastro..

Visitantes del Museo Arqueológico Nacional pasan bajo el arco mudéjar que formó parte del alcázar leonés. RAQUEL P. VIECO

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León

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e. gancedo | león

Quien más, quien menos, tiene ligera noción de que León fue cabeza de uno de los más pujantes y dinámicos reinos de la Alta Edad Media hispana, pero probablemente no sean demasiados los que acierten a indicar dónde estaban los palacios donde vivían aquellos monarcas, cómo eran... y qué fue de ellos.

Ahora, parte de esa información está siendo divulgada desde uno de los grandes epicentros de la investigación y la divulgación histórica a nivel estatal, el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, que acaba de declarar ‘pieza del mes’ a uno de los escasísimos —y también espectacular— restos de aquellos reales sitios: el arco mudéjar del último palacio leonés. Una idea que ha despertado no poca expectación entre los fieles a esta iniciativa mensual, muy abundantes en la ciudad, y cuyas explicaciones están corriendo a cargo de un destacado profesional en la materia, Paco Juez.

Pero, ¿de dónde procede exactamente esta delicada y asombrosa pieza artística de apariencia arábiga? Lo cuenta el leonés Javier Pérez Gil, profesor de la Universidad de Valladolid y autor del libro El palacio real de León (Edilesa). «Ese arco formó parte del último palacio leonés, que vino a sustituir a los erigidos en el siglo XII en el entorno de San Isidoro». «Seguramente en ese cambio tuvo bastante que ver la instauración de la nueva dinastía Trastámara y la consiguiente voluntad de renovar la imagen representativa de la monarquía en la cabeza de uno de sus principales reinos», continúa, y avanza su descripción:

«Estaba ubicado en la calle La Rúa, en un solar que iría desde los actuales Gobierno Militar y hotel Conde Luna hasta el convento de las Concepcionistas. Se empezó a construir hacia 1370 por Enrique II y, aunque llegaron muy pocos restos al siglo XX debido a continuas transformaciones y rehabilitaciones, sabemos que seguía un modelo de palacio urbano muy cercano a la estética hispanomusulmana».

Y es que ésa era una de las características de la arquitectura real de la Corona de Castilla en ese siglo XIV, su inspiración en los modelos almohades sevillanos o granadinos, más que en corrientes europeas o góticas que tanta fortuna tenían en el ámbito religioso. «Así, mientras el reino de Navarra, por esas fechas, se construía el palacio real de Olite, en León encontraríamos unos palacios cercanos a la tipología de alcázar, con un gusto morisco muy acentuado, como evidenciaban la planta del edificio, espacios ajardinados como la llamada ‘Huerta del Rey’ y algunos restos conservados como este arco».

En cuanto palacio real, el edificio debió de ser poco frecuentado por los reyes. «Así, lo hicieron en 1459 y 1460, o Fernando el Católico en 1493 con motivo del recibimiento de las reliquias de San Marcelo. En 1528 Carlos I lo traspasó a la ciudad de León», ilustra Pérez Gil. Desde el siglo XVI y hasta el XX cumplió funciones de sede del Corregidor y del Adelantamiento del Reino de León, audiencia, alhóndiga, cárcel, fábrica, cuartel de infantería... «Podemos decir, sin duda, que se trató del edificio civil más importante de León desde la Baja Edad Media», asegura.

«Lamentablemente, en la década de 1940 se procedió a demoler lo poco que quedaba del entonces ‘cuartel de La Fábrica’, la última de sus funciones —continúa—. Tan sólo la Dirección de Bellas Artes se mostró sensible a su derribo y a la apertura de la actual calle General Lafuente, que además de destruir una parte de la cerca partió en dos el solar del antiguo palacio. Luego, en los sesenta, se construyeron sobre él el Gobierno Militar y el hotel Conde Luna. Ni el ayuntamiento ni la Comisión de Monumentos mostraron entonces ninguna sensibilidad hacia el antiguo palacio».

«Y no sé si las cosas habrían cambiado mucho en nuestros días, pues tanto el Ayuntamiento como la Diputación, entrado ya el siglo XXI, declinaron financiar o publicar la investigación que Dolores Campos y yo llevamos a cabo desde las Universidades de León y Valladolid…», critica Pérez Gil.

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