Diario de León

Leoneses de dominio público

La obra de ocho escritores de esta provincia que fallecieron en 1936 queda libre de derechos La Biblioteca Nacional preserva la memoria de estos autores olvidados olvidados.

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verónica viñas | león

1936 fue una bomba; también desde el punto de vista literario. Ahora, 80 años después, las obras de García Lorca, Valle-Inclán o Unamuno y de ocho autores leoneses quedan a disposición de todos. La Biblioteca Nacional ha elaborado una lista de escritores desaparecidos de los dos bandos que se liberan —al cumplirse 80 años de su muerte, tal y como establece la Ley de Propiedad Intelectual— de los derechos de autor, lo que multiplica las posibilidades de difusión de sus obras. Una nómina en la que figuran seis leoneses y otros dos autores vinculados a esta provincia. Nombres poco o nada conocidos si no fuera porque algunos de ellos, como Álvaro López Núñez, se han salvado del olvido gracias al callejero.

Las obras de Benito Garnelo, José Luis Tascón, Andrés Palazuelo, Agustín Rodríguez Rodríguez y Manuel Santamaría Andrés ya son de dominio público, al igual ocurre con Manuel Blanco Pascual y Zacarías García Villada, originarios de Lérida y Valladolid, respectivamente, pero inexorablemente unidos a esta provincia.

Aunque la Biblioteca Nacional lleva años digitalizando los textos de aquellos escritores que cada año pasan a ser de dominio público, la Guerra Civil hace que la nómina de 2017 sea dolorosamente larga. Más de 400 nombres, como Valle-Inclán (fallecido el 5 de enero de 1936), Lorca (asesinado el 19 de agosto de 1936), Ramiro de Maeztu (fusilado el 29 de octubre de 1936) o Pedro Muñoz Seca (fusilado el 28 de noviembre de 1936). El último de estos grandes autores en incorporarse a este dominio ha Unamuno, que murió bajo arresto domiciliario en su casa de Salamanca el 31 de diciembre de 1936. La mayoría, como sucede con los leoneses, son poetas y novelistas de ‘segunda fila’, más interesantes, en algunos casos, por sus vidas que por sus obras. Cinco de ellos eran curas, entre los que sobresale Agustín Rodríguez Rodríguez, un erudito que descubrió una pequeña escultura del Resucitado hecha por el Greco.

El profesor Manuel Santamaría, fusilado en Puente Castro junto a las autoridades republicanas más ilustres de la ciudad, publicó en 1933 la obra Estilística , tal y como consta en la Biblioteca Nacional. Odiado por la izquierda, el polifacético Álvaro López Núñez, procedente de una larga estirpe de periodistas, publicó El mundo silencioso , un ensayo sobre la sordomudez dedicado a su hija Teresa, fundó en Madrid el periódico El Universo y fue fiel colaborador de La Lectura Dominical, semanario derechista y órgano de expresión de los jesuitas. Publicó más de sesenta obras, algunas tan rancias como la titulada La acción social de la mujer en la higi ene y mejoramiento de la raza (1915).

El caso de Manuel Blanco Pascual, perseguido y ejecutado en 1936 por ser miembro del Partido Comunista, no sólo no ha sido olvidado, sino que figura en el proceso que instruye la magistrada argentina María Servini por crímenes de lesa humanidad cometidos durante el franquismo. Nacido en Lérida y teniente alcalde en O Barco de Valdeorras, consiguió escapar tras la entrada de las tropas franquistas y refugiarse en la Cabrera, donde se uniría al grupo de maquis de Manuel Girón.

El agustino Benito Garnelo, ejecutado en 1936 en Paracuellos del Jarama, había sido compañero de estudios en El Escorial del presidente de la República, Manuel Azaña. Hombre viajado y colaborador asiduo en diversas publicaciones, fue beatificado junto con otros 497 mártires el 28 de octubre de 2007 en Roma junto a José López Tascón. Seis años después también era beatificado el capuchino Andrés de Palazuelo, que fue cronista y archivero en Madrid hasta su fusilamiento en la Pradera de San Isidro.

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