«Hay cosas que sólo se creen al volverse ficción»

pacho rodríguez | león

Ramón Díez vuelve a la carga con su segundo artefacto literario con un título gancho a lo leonés: Cuentines. Lo lanza a través de la editorial lisboeta Chiado. Tierra de por medio que pone y que le aleja del sanedrín cultural local. Lo mejor que se podría decir, sin caer en aspavientos academicistas, es que en sus textos se oye su voz. La voz propia, esto es, lo difícil, por tanto, que no cae a veces por cientos de páginas que se publiquen.

—Cuentines: expresión leonesa que le pega mucho a usted... Pero en el libro hay una mirada amplia. De dónde tira más, ¿de la realidad o de la ficción?

—Al ser leonés de nacimiento (que es mentira, porque nací en San Andrés) lo de Cuentines me salió de una forma natural. Creo que algunos comienzan desde algo creíble y empiezan a creerse cuando se vuelven ficción. Eso habría que preguntárselo a Vila-Matas que, en mi caso, es el culpable.

—Se presenta como transmisor de historias. ¿No quiere implicarse emocionalmente?

—Es difícil que una palabra te engañe, pero cuando son dos, se asoma la duda; y la duda te lleva a formar parte de una historia que tienes que resolver. En algunos relatos está bien que el lector tenga su propia historia.

—Escepticismo, desencanto existencial... ¿Le interesa mucho abordar la cuestión individual entre el yo y los demás?

—Sí que me interesa lo individual. Pero es que el ‘yo’ tiene tantos otros... Ahora la culpa se la voy a echar a Pessoa y así me hago el loco.

—¿Qué le aporta publicar en una editorial portuguesa?

—Lo primero de todo, haber estado en la Feria del Libro de Lisboa y recorrer la ciudad, comer pescado y beber vino verde... No, en serio, fue una casualidad. Y me tratan muy bien. Pero también aconsejo visitar la ciudad.

—¿Sus personajes le llegan por su cuenta o los busca? ¿Se lleva bien con ellos?

—Cuando era pequeño, me llamó mucho la atención un documental sobre el director de cine Jean Renoir. Él exigía a sus actores ser planos, no les dejaba actuar o más bien sobreactuar. No quería clichés. Creo que mis personajes tienen algo de eso. Van creciendo poco a poco, y se van encontrando en la historia.

—Y hay algo de microensayo, en viajes, los niños, etcétera... ¿Cómo relativiza el mundo cultural? ¿Era para tanto?

—¡Para algo tenía que servir hacerse mayor! ¿No? He intentado ponerme lo menos pesado. Pero a veces, la moralina me ha podido. Espero que no se note demasiado.

Lugar: el Gran Café.

Hora: 21.00.