Diario de León

CULTURA

«Cantaba aún mejor que Manolo Escobar»

En este 2017 se cumplen 40 años de la aparición en el río Tajo del cuerpo sin vida de Roberto Rey, emergente cantante leonés cuya extraña muerte, llena de hipótesis e interrogantes, sumió su portentosa voz en el olvido

Recorte de prensa en torno al fallecimiento del cantante. DL

Recorte de prensa en torno al fallecimiento del cantante. DL

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emilio gancedo | león

«En el puerto de Pajares/ León y Asturias se abrazan/ tienen en común la sangre/ porque son tierras hermanas./ Y sus gentes son las mismas/ gentes sencillas y llanas/ y sus ríos son sus ríos/ sus montañas, sus montañas./ Tierras de León y Asturias/ ¡escuchar la mi balada!/ aunque mi voz temblorosa/ no acierte a decir palabra/».

Pero la voz que entonaba esa Balada de León y Asturias no era temblorosa en absoluto, era luminosa y vibrante, y tenía también un punto de bravío titilar junto a ese deje sureño, cuidadosamente impostado, que en los años sesenta hacía furor en todo el país. Su dueño se llamaba Roberto Rey, era paramés de Laguna Dalga, había trabajado en los astilleros gijoneses y durante un par de décadas los casetes con su música racial y apasionada no faltaban en ninguna gasolinera de la red principal. Un credencial que quizá hoy nos parezca peyorativo pero que en la España del desarrollismo, de los hoteles de Torremolinos y del seiscientos, constituía el top ten musical indiscutible.

Nacido como Roberto Álvarez Martínez en 1944, su familia era de lo más humilde y sin vínculo alguno con el mundo de la canción. Los padres procedían de la zona de los Oteros y en el Páramo se buscaron la labor como buenamente pudieron: ellos en las fraguas y curtidurías comarcales, y ella, a coser. Siendo apenas un muchacho, y siguiendo una corriente muy usual en la época y en la provincia, se marchó a vivir a Asturias, encontrando trabajo en los astilleros de Gijón, ciudad en la que no le faltaban parientes. En cuanto cumplía su jornada laboral corría a cantar con amigos, o en solitario, en bares y asociaciones. «Era una bendición escucharle», dice hoy Mari Lé Martínez, vecina de Laguna y que conoció a Roberto en su juventud. «Era un chico muy abierto y agradable, muy sonriente siempre», y recuerda el par de apoteósicos conciertos que, ya consagrado, ofreció en su pueblo, a los que acudió media contorna. «¡Qué villancicos tenía! Y el Canto a León, ése se hizo muy famoso», evoca.

Resulta curioso comprobar cómo una persona, una voz y unas canciones que durante una época no tan lejana estaban en boca de todos pasaron, sólo tres y cuatro décadas después, a sumirse en un profundo —y quizá injusto— olvido.

A Roberto le echaron la vista encima los ojeadores del mundo del espectáculo, aunque ya antes había ganado, por propia iniciativa, diversos concursos de radio y luego de televisión, como aquel Salto a la fama —especie de OT de la época— con el exitoso Canto a León, ese que decía: «Voy pregonando en mi copla/ a la tierra en que nací/ y a ese rincón chiquitito/ donde a cantar yo aprendí./ (...). Virgencita del Camino, acoge bajo tu manto/ a León y su provincia/ a las que yo quiero tanto/». Fichó por el gigante Philips, se trasladó a vivir a Madrid y empezó a rubricar numerosos casetes que solían exhibir unos pasodobles y baladas castizos, patillescos y rumbosos, temas con un toque de multiplicidad geográfica muy característico: Miña Galicia, Cantando a Zamora, Caminos del Rocío, El alma de Cataluña, Alicante bonito, Cielo de España... Su principal valor, su voz cascabelera, pudo ser quizá también su gran rémora: muy parecida, quizá demasiado, a la del líder indiscutible del género en España: Manolo Escobar.

Aun así, Roberto Rey encontraba su hueco y no cesaba de hacer grabaciones y ofrecer conciertos. El 18 de agosto de 1977, cuando iba encarando la cima del éxito, su cuerpo sin vida fue hallado en las aguas del Tajo, a la altura de Aranjuez. El coche, un Simca 1.200, no andaba lejos, en la cuneta y sin ruedas. El caso nunca llegó a esclarecerse.

Quienes le conocieron

«Personalmente, yo vincularía su muerte a la etapa que pasó en el Teatro Chino de Manolita Chen —célebre compañía de revista ambulante—», apunta Jesús García, el Beatle, veterano músico leonés que tocó junto a Rey en diveros conciertos por la provincia, incluido uno en Laguna en 1973. Algo más tarde, en 1975, le encontró en las Fiestas de León, en el campamento del Teatro Chino, y le contó que también era responsable «de la estructura portátil, de la carpa», rememora. Cosa que le extrañó, como también el polvo que le cubría un traje normalmente impoluto. García cree que aquel ambiente no exento de escándalos y polémicas («piernas, mujeres y cómicos» era el lema principal) tuvo algo que ver con su rara muerte. Otro extendido rumor, obviamente, y también, imposible de contrastar, pero muy común, es que lo «eliminaron» ante la eventualidad de que pudiera hacer sombra al ‘faraón’ Escobar. Y una tercera hipótesis se refiere a un posible affaire que Rey, soltero, hubiera mantenido con alguien de esa ribera del Tajo donde acababa de cantar, relación o encuentro interrumpido por otra persona o grupo de personas, que le tiró al río y le impidió toda huída. Ninguna, a día de hoy, parece que pueda ser probada.

«Yo he estado estos días con la familia en Asturias, y el forense les ha dicho que debió ser una caída, que resbaló, aunque él sabía nadar muy bien», decía en una entrevista con Diario de León Emilio Vaquero, representante de Roberto Rey durante seis años, poco después del inquietante suceso. «Por otra parte, que alguien le atacase para robarle se descarta porque en el bolsillo tenía dinero cuando le encontraron», añadía, y además de recalcar cómo el momento de mayor ilusión para el artista fue la gala que ofreció en el Palacio de Deportes de León, desgrababa grandes proyectos truncados: una compañía propia de teatro y su «gran ilusión: hacer cine». «Algunos dicen que se parecía a Manolo Escobar en el estilo y el físico, pero Roberto tenía su propio estilo», advertía.

Lo piensa también Manuel Martínez Henares, colaborador en temas musicales de este y otros periódicos entre los sesenta y los ochenta. «Le entrevisté en el Teatro Trianón, donde había venido a actuar con una compañía de revista, y nos caímos muy bien, tanto, que luego nos fuimos de copas. Para mí, cantaba tan bien, o mejor, que Manolo Escobar».

Roberto Rey grabó 34 discos y tres elepés, pero a día de hoy ni siquiera el rótulo de una calle de Laguna Dalga lleva su nombre.

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