MINORÍAS ABSOLUTAS
Enamorados que no pueden
No todo el amor puede consigo mismo. Por eso, después de la resaca sanvalentinesca, me gustaría contarles lo importante que es no perder el amor por ciertas causas.
Hace ya bastantes décadas, mi tío Toño hacía el titánico esfuerzo de conquistar el amor a base de pedaladas. No sabría decirles, aproximadamente por los años sesenta, un jovenzuelo como él se escapaba los días que el trabajo en la carbonería de la ciudad de León le dejaba libre para ver a Conso, mi tía, que vivía en Sotillos de Sabero. Su amor era inquebrantable a pesar del bolsillo. Más de una y de diez veces fue el bueno de Toño a pedales hasta el pueblo de montaña, desde León, para poder estar una o dos horas con mi tía y regresarse a pedales de nuevo hasta la ciudad. La Feve le alivió alguna vez, pero no estaba el bolsillo para excesivos lujos y tampoco los horarios ayudaban.
Me acuerdo de esta bella historia porque poco a poco los horarios nos alejan de nuestros amores con el tren que siempre fue Feve. Pocas causas —la Plaza del Grano es una de ellas— me han producido tanta tristeza como la aniquilación de las maneras económicas y humildes de acercarnos a los orígenes de nuestra montaña. Nuestro tren de cercanías va colmándose de imperfectos, dejadez y boicot institucional para que los que hemos podido viajar a la montaña y sus valles nos quedemos compuestos y sin la novia bella que es nuestra esencia ancestral.
A pesar de lo bucólico del asunto, uno no puede dejar de ver la importancia que ha supuesto a nivel vital para muchos pueblos la conexión con la capital leonesa a través de la Feve —ya no existe, pero así conocemos este tren la mayoría de los leoneses—. Gentes humildes en valles y montaña decepcionados por una industria del carbón que dejó mucho y acabó con casi todo. Y cuya única conexión periódica con centros médicos y administrativos ha sido el tren que les dejaba en León.
Ahora cada vez se les ponen más trabas. Se jubilan maquinistas que no se reponen, se parchean recorridos con enlaces en bus que desesperan a los usuarios y cada vez la tristeza y el descontento hacen más mella en un servicio que podría ser uno de los mejores alicientes para enamorarse de la proeza turística que tiene nuestra provincia. A nivel institucional no lo han dejado morir, lo han matado con alevosía y mala baba.
Quiero recordar que todavía somos algunos, muchos, los enamorados que no queremos ir en bici hasta Cistierna, pero sí nos apetece pasar el día por la zona, tomando un vino y unas raciones en La Braña, pasear por el Esla hasta Sabero y ver su Museo Minero, pasar por Sotillos y la Camperona y regresar. O darnos una tarde de río y sendero por La Vecilla, disfrutar de su cascada y merendar en El Cruce.
Hay mil rutas para los amantes del cicloturismo que la Feve ofrecía para ir con la bici y poder disfrutar de nuestra montaña y sin embargo nuestras instituciones dejan en el olvido este servicio social, económico y responsable que supone el tren de cercanías. Nuestro amor por la montaña no cambia, pero hay fronteras que algunos agrandan para mal de todos.