Diario de León

CULTURA ■ ARTE

Pintando paisajes entre llamaradas

El original artista vasco José Abel Sánchez expone en la sala Ángel Cantero

La galería de Ángel Cantero, en la calle Juan Madrazo, acoge estos ‘Pinceles de fuego’. DL

La galería de Ángel Cantero, en la calle Juan Madrazo, acoge estos ‘Pinceles de fuego’. DL

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marcelino cuevas | león

Cuando éramos niños y nos sorprendía la brillante sorpresa de la cabeza de un fósforo estallando en la oscuridad, nuestros progenitores nos aseguraban que si jugábamos con fuego pasaríamos muy malas noches. Pero en el País Vasco este folclore debía entenderse de diferente forma. Allí, seguramente, decían a los más pequeños que el fuego producía riqueza licuando los metales más duros y permitiendo con ello crear el milagro de la metalurgia.

José Abel Sánchez (Bilbao, 1964) viene de allá, de las industriales zonas fabriles vascas, por eso quizá es capaz de jugar con el fuego con estudiada indolencia. El artista se enfrenta a sus cuadros con un agresivo soplete en la mano. Con una llama que enciende los pigmentos y dota a la superficie de su obra de ignoradas texturas.

En sus cuadros destaca el paisaje urbano e industrial, como demuestra en la exposición de sus obras que puede admirarse en la siempre inquieta galería de Ángel Cantero —hemos ganado un galerista y casi hemos perdido un pintor—. La muestra se titula Pinceles de fuego, ya que, como decimos, el fuego aplicado con soplete forma parte de su técnica cuando pinta.

Con fuego y virutas

No es muy frecuente ver pintores que utilicen el fuego para crear sus cuadros, o para transformarlos hasta configurar paisajes; pero este artista integra en sus pinturas pigmentos naturales, viruta de hierro y madera, cuerdas, estaño y plomo, materiales todos a los que puede pegar fuego, que después sofocará a golpe de trapo. De este modo se produce una transformación instantánea y mágica, y surge el azar como un elemento más en ese proceso de creación.

El artista ha tenido la gentileza de presentar en la exposición dos cuadros con tema leonés, concretamente dos visiones del casco viejo de la capital del Viejo Reino, vista desde la majestuosa altura del coqueto restaurante que el Hotel Conde Luna tiene en lo más alto de su edificio. Sobre todo en una de estas visiones, que en ambos casos están presididas por la Catedral, se aprecia la tremenda incidencia del fuego, dotando al cielo de unas magníficas texturas.

Pero José Abel pinta sobre todo las rías de su tierra transitadas por barcos y gabarras de otras décadas, riberas y panorámicas urbanas que nos hacen dudar sobre qué parte de lo representado es una crónica del presente y qué elementos son pura nostalgia o nacen del imaginario del autor. Explica Ángel Cantero: «Y al final del recorrido plástico, José Abel nos muestra estampas pictóricas en las cuales el artista ha transformado la fealdad en belleza, y lo impuro de las urbes contaminadas e industrializadas en bellos paisajes humanizados sin la presencia del individuo y la indomable fuerza del fuego».

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