«Usted es portugués y judío», le adivinó Borges
Todo lo que rodeaba a Antonio Pereira (1923-2009) parecía teñido por la magia de la ficción, como si a veces resultara indistinguible de un personaje más de esos cuentos suyos nostálgicos y brumosos, siempre timbrados de retranca. Incluso en lo concerniente al momento de su muerte. Su viuda, Úrsula Rodríguez, recordaba ayer que tuvo que morirse «precisamente» el 25 de abril, Día de la Revolución de los Claveles; él, que era tan lusista e iberista, y que cargaba las letras de vibrante afectividad cuando escribía sobre Portugal. «Por eso le hizo tanta ilusión lo que le dijo Borges en aquella jornada que pasamos con él en Buenos Aires. Estaba ya ciego y, quizá por el acento, le intentó adivinar las raíces: ‘Pereira, usted ha de ser judío-portugués’, dijo. Y él respondió: «Pues hasta donde yo sé, soy leonés, pero lo de judío me vendría bien por el negocio y portugués... sí señor, cuando entro en ese país es como si levitara».