ESTRENOS DE LA SEMANA
Leonardo Sbaraglia: "La madurez hace que tengas menos miedo al ridículo"
El actor argentino mide fuerzas con Ricardo Darín en el 'thriller' 'Nieve negra', que aborda los traumas y los secretos familiares
Leonardo Sbaraglia (Buenos Aires, 1970) no pudo evitar las lágrimas cuando, hace semanas, recogió en el festival de Málaga el premio Málaga-SUR. Lo hizo delante de su madre, de quien heredó la pasión por la interpretación. Apabullado por el cariño del público del certamen, no solo recibió el homenaje sino que presentó dos películas, 'Nieve negra' (que se estrena el miércoles) y 'El otro hermano', que le valió la Biznaga al mejor actor. 'Nieve negra’ ha costado seis años sacar adelante. Había que cuadrar demasiadas cosas: dinero para producirla, que nevara sin parar en Andorra (donde se rodó) y tener disponibles a tres estrellas: Ricardo Darín, Federico Luppi y Sbaraglia. El año pasado, por fin, todo encajó y el director argentino Martín Hodara pudo rodar su primer trabajo en solitario, para el que también reclutó a la catalana Laia Costa. El filme es un ‘thriller’ que indaga en un tema muy cinéfilo: la familia, los silencios y cómo el pasado termina por afectar el presente, sobre todo cuando es oscuro.
Es la primera vez que coincide con el 'monstruo' Ricardo Darín. Es un tipo con mucha experiencia, un zorro viejo de esta profesión. Es muy buen compañero. Eso que dicen de “duelo actoral”, para nada.
¿Por qué nos atraen tanto los secretos familiares? Porque es un tema universal. Siempre hay un pasado, historias ocultas. Los protagonistas parecen que se han quedado atrapados en la infancia. No pueden salir de ahí.
A pesar de haber pasado un frío brutal en Andorra, ha vuelto allí para rodar 'Félix', la serie dirigida por Cesc Gay. Mi personaje es un tipo entrañable, transparente y con mucho humor. Gay es uno de mis directores favoritos, no solo por la calidad de sus trabajos sino por los temas que trata. Siempre me he sentido muy identificado con su cine. En 'Una pistola en cada mano' tuve una pequeña participación. Creo que será una serie estupenda. Los guiones son preciosos.
¿Tiene la sensación de haber llegado ya al sitio dónde tenía que haber llegado? No, al contrario. Nunca se llega ahí, solo cuando te mueres. Estoy en un momento maduro, es verdad. Es una madurez que se ve y reconoce, pero la madurez para mí me hace pensar que estoy preparado para aprender más que nunca. Ahora tengo más elementos personales para poder aprender más, estoy más abierto al aprendizaje. La madurez te da menos miedo al ridículo, más posibilidades de entregarte.
¿Quién le ha dado la lección más importante? ¿Su hija? Creo que sí, el nacimiento de un hijo provoca que vuelvas a un lado muy profundo de ti mismo, como si te reencontraras con el chaval que fuiste. Los hijos te ponen frente al espejo de tus propios miedos, tus placeres, tus fuegos y no puedes seguir haciendo el tonto.
¿Vive en España o en Argentina? ¿O con un pie en cada país? Viví en España ocho años, básicamente en Madrid. En esa ciudad nació mi hija en el 2006. pero dos años después nos planteamos su educación y su vida y nos marchamos a Argentina. Queríamos que estuviera cerca de sus raíces. Es difícil conciliar la vida familiar con la laboral, hay que ir poco a poco. Mi hija todavía es pequeña y no la he podido acercar tanto a mi profesión como hubiera querido. Las películas que hago son muy chungas, duras y siniestras. Ella no las puede procesar ni entender todavía. A veces me la he llevado a rodajes y festivales. Y estoy seguro de que cada vez voy a poder compartir más cosas con ella.
¿Y si hereda de usted la profesión? Que sea lo que quiera, pero que sea feliz.
La separación de sus padres, una actriz y un psicoanalista, hizo que usted se apuntara a una escuela de teatro. Siempre dice que eso le salvó la vida. Lo digo en sentido metafórico porque por suerte mi vida nunca estuvo en peligro. Pero sí encontré un lugar en la vida, en el mundo. Era pequeño y frágil y la profesión me brindó una posibilidad estupenda de hallar un hilo y tirar de él.