Diario de León

CULTURA ■ TEATRO

«La picaresca sigue hoy tan presente en España como en el Siglo de Oro»

CARLOS SOBERA | ACTOR Y PRESENTADOR

Javier Veiga, Marta Hazas y Carlos Sobera. DL

Javier Veiga, Marta Hazas y Carlos Sobera. DL

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e. gancedo | león

A fuerza de haberse colado, tantas tardes y tantas noches, en los salones de este país vía pequeña pantalla, el rostro y los gestos de Carlos Sobera (Barakaldo, 1960) se han hecho del todo familiares para muchos ciudadanos, y hablar con él se parece a reencontrarse con un tío o primo segundo vasco, tan majo él. Licenciado en Derecho por Deusto, fue profesor de Publicidad durante diez años —«un refugio en mitad de la tormenta», lo llama— para dedicarse después, de lleno, a las tablas y a la tele con escarceos cinematográficos incluidos. Y aunque su labor actual al frente del exitosísimo First Dates le absorbe no pocas energías, sigue encontrando tiempo para cultivar su pasión teatral: y así, este jueves a las 21.00 horas en el Auditorio Ciudad de León protagoniza la divertida 5... y ¡acción! junto a Marta Hazas y Javier Veiga.

—Intereses, mentiras, apariencias... con ‘5 y ¡acción!’ parece que la picaresca no ha desaparecido de este país.

—Está claro que no, la picaresca es un producto cien por cien español y sigue hoy tan presente como en el Siglo de Oro. Es una capacidad de sobrevivir muy nuestra, un producto de la pura necesidad. Lo que pasa es que hay una delgada línea roja entre esa picardía inteligente que más o menos a todos nos hace falta para salir adelante (lo que unos llaman inteligencia emocional y otros, don de gentes) y los procedimientos de personas infames que carecen completamente de escrúpulos.

—Gente como Adolfo, el personaje al que encarna en esta comedia...

—Sí, es alguien que no duda en emplear cualquier tipo de treta para conseguir sus objetivos, que más bien son de índole sexual. Todo arranca cuando Marisol (Marta Hazas), que es una joven e inocente presentadora del tiempo de un telediario, quiere cumplir su sueño de convertirse en actriz. ‘Casualmente’ es la amante de Adolfo, el dueño de la cadena, y éste decide proporcionárselo contratando a un cineasta de medio pelo, Max (Javier Veiga), para que la convierta en protagonista de una película. Aunque no está claro si quiere que el filme triunfe o sea un fracaso total para que ella, desencantada, vuelva a sus brazos. Aunque felizmente casado en apariencia, es de esa gente que sólo busca liarse con chicas treinta años más jóvenes.

—Planes que no suelen salir como se diseñan, ¿no?

—Así es, porque la vida siempre se desparrama, se va de las manos y suele poner a cada uno en su sitio. Además de actual, la obra no deja de provocar la carcajada, tiene un ritmo trepidante, es un bucle del que no se sale hasta que no baja el telón. Empezamos la gira en marzo y la respuesta está siendo extraordinaria.

—Fue profesor en la Universidad del País Vasco, ¿cómo se las arregló para dar el salto al espectáculo?

—Yo siempre tuve claro a qué me quería dedicar, pero era un momento complicado. Estamos hablando de los años ochenta, no había la red de teatros públicos que tenemos hoy, ni televisiones privadas... así que decidí prepararme como jurista para acceder a un puesto que fuera una especie de refugio en mitad de la tormenta, algo pasajero pero que permitiera apuntalar mi sueño. Y así, en cuanto pude, lo dejé. Pero para eso hace falta lucha, voluntad, fe, gran disciplina y muchísimo trabajo.

—¿Esperaban el tremendo éxito de ‘First Dates’? ¿Dónde cree que reside su acierto?

—A ver, sí esperábamos que tuviera éxito porque es un formato francamente bueno, pero lo que no nos esperábamos es la trascedencia, la penetración social que ha tenido. Eso se nos ha ido de las manos. En cuanto a la fórmula, creo que tiene que ver con que todo es de verdad, y que no dejamos de hablar de algo muy humano. Yo intento transmitirles confianza, ser como un amigo, que se sientan arropados, y la gente lo agradece. Mira, los famosos nos preguntan qué tienen que hacer, si les damos indicaciones. Y no, no hay nada. Que se sienten y se dejen llevar, sin más. Pero sí, estamos un poco abrumados. Piensa que tenemos hasta tres turnos... Eso sí, lo de cenar a las once de la mañana les sigue pareciendo un poco raro.

—Ya ha venido otras veces a León, ¿verdad?

—Sí, con otras obras pero también por mi cuenta. Soy un gran aficionado a la Historia del Arte y mantengo que la Catedral de León está entre los espectáculos más bellos que un hombre puede contemplar.

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