CULTURA ■ ARTE
El Prado y el Thyssen ‘sacan del armario’ obras de temática gay
Ambos museos invitan a posar ‘otra’ mirada sobre los amores ‘diferentes’
miguel lorenci | madrid
Desde sus mismos orígenes el arte desafió la convención. En la India, Egipto o Grecia se rompió ya el canon heterosexual, milenios antes de que se acuñara el término homosexual —siglo XIX— y surgiera la bandera arcoíris —finales del siglo XX—, que hoy simboliza el orgullo de la diferencia. Al calor del World Pride que traerá a Madrid una marea humana, el Museo del Prado y su vecino Tyssen-Bornemisza ‘sacan del armario’ metafóricamente las obras de sus colecciones que desafiaron el patrón heterosexual y celebraron los amores diversos y diferentes. Invitan a posar ‘otra’ mirada sobre unas obras de grandes de artistas que pagaron caro su osadía y que durante siglos han luchado por su visibilidad con suerte desigual.
La mirada del otro. Escenarios para la diferencia es el itinerario que propone el Prado hasta el 10 de septiembre. Un recorrido por una treintena de obras relacionadas con «identidades no normativas». Son pinturas, esculturas y dibujos, casi todas de la colección permanente y visibles en sus salas, y que el museo nos invita a mirar con otros ojos. «Se trata de contemplar la realidad histórica de las relaciones sentimentales entre personas del mismo sexo y de las identidades sexuales no normativas», según Alvaro Perdices, uno de los dos comisarios de la muestra.
Son obras tan icónicas como el grupo escultórico Orestes y Pílades, de la Escuela de Pasiteles; o David con la cabeza de Goliat, de Caravaggio, «quien como Leonardo o Botticelli afrontaron acusaciones y juicios por sodomía que cambiaron sus vidas», según recordó Perdices, responsable de la selección junto a Carlos García Navarro. «Este recorrido quiere preguntar a las colecciones del Prado qué imagen histórica nos devuelve de las historias no normativas», dijo el especialista de pintura del siglo XIX.
Piezas maestras conectadas con otras menos conocidas pero igualmente excepcionales en su diferencia, como El Cid, la imponente cabeza de león de Rosa Bonheur —la única creadora de la exposición, una pintora francesa que obtuvo un ‘permiso de travestismo’ en el XIX para convivir con animales y pintarlos— o El Maricón de la tía Gila, un grabado de Goya que resume la trágica dimensión de la diferencia cuando se convierte en estigma.
‘Hermafrodito’
Hay rarezas como el Hermafrodito dormido, la escultura yacente de Matteo Bonucelli que Velázquez se trajo de Roma y que se expone junto a sus Meninas; el San Sebastián de Guido Reni, que se exhibe junto a su Hipomenes y Atalanta, una osada y sexualizada tela que ocultaron los Austrias; la ‘mujer barbuda’ de Ribera —Maddalena Ventura—, o Aquiles descubierto por Ulises y Diómedes. de Rubens. Son todos jalones de un recorrido diferente que resalta la diferencia. Una propuesta integradora del Prado que se articula en seis áreas temáticas con algunos títulos muy elocuentes: ‘Amistades inmortales’, ‘Perseguir los deseos’ o ‘Engañosas apariencias’.
Es la primera vez que el Prado pone el foco en la temática que hoy agrupan las siglas LGTBI, tan antigua como la pintura pero que suele estar relegada y en muchos museos de arte antiguo y moderno, al contrario que en los de arte contemporáneo.