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Un mamut en La Candamia y otros animales extraordinarios

Monstruos y animales fantásticos habitan en León. Unos son reales y han aflorado en excavaciones arqueológicas, otros forman parte de la leyenda y pueblan las historias transmitidas de forma oral o han sido inmortalizados en los monumentos.

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León

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verónica viñas | león

El mamut, uno de los animales más emblemáticos de la Edad de Hielo, vivió en La Candamia. Un ejemplar de este titán, el ‘tatarabuelo’ de los actuales elefantes, fue hallado por el médico y amante de la arqueología Elías Gago Rabanal en una de sus expediciones. En realidad, se trataba de los restos de un mamut hembra con su cría que hoy forma parte de la colección del Museo de Historia Natural de Madrid.

León, una auténtica ‘potencia mundial’ en fósiles, también ha sacado a la luz algún ejemplar de Proboscídeo, otro antecesor de los elefantes que vivió en las llanuras leonesas hace millones de años. Existe un turismo científico que lleva décadas rastreando la provincia en busca de los ‘habitantes’ del Paleozoico. Un expolio que ha sido consentido.

Muchas criaturas primitivas seguirían en el olvido si José Vicente Casado, un apasionado de la paleontología y de otras ramas de la ciencia, no llevara décadas sacando a la luz estos animales, algunos desconocidos, como el Temnospóndilo. Casado encontró una gran placa con ochenta pisadas de este singular animal. No existe ninguna otra pieza de estas características en el mundo. El Temnospóndilo se paseaba hace 300 millones de años por Babia y Laciana. En una mina ubicada entre ambas comarcas apareció este anfibio, del tamaño de un gato y con larga cola. Hace once años Casado también localizó a un antepasado de los escorpiones en la cuenca minera de Villablino. Un fósil de 300 millones de años que corresponde a una variedad nueva del género Paraisobuthus, de la que hasta ahora se conocían sólo cuatro especies. A Casado le harían falta dos vidas para estudiar todos los fósiles que ha descubierto en León. Algunos son únicos en el mundo, los predecesores de arañas, miriápodos, equinodermos, braquiópodos e insectos.

Como curiosidad, una de las rocas más usadas en la construcción en León es la caliza roja de Alba o Griotte, que está plagada de seres del período Devónico. Decenas de goniatites —un género extinto de cefalópodos— anidan ahora en San Isidoro (tanto el la colegiata como en la plaza), en las fuentes más antiguas de la ciudad (las de San Isidoro, San Marcelo y la plaza del Grano) o en el suelo del atrio de la Catedral de León.

Recreación del Temnospóndilo junto a una de sus huellas. RAMIRO.

Seres de leyenda

Quizá la extraña y variada fauna primitiva explique la riqueza de animales que pueblan la mitología leonesa. Seres marcados por deformidades que actúan al amparo de las sombras de la noche y en vigilias interminables y también seres raros y prodigiosos. Como sostiene Matías Díez Alonso, «la tierra leonesa, tan variada en su relieve, tiene motivación extraordinaria para que prospere el mundo mágico. Por cada camino que pisemos, por cada piedra que levantemos aparece una leyenda». Un cuento popular sitúa en la Cueva del Osón, en las proximidades de Riaño, a una extraña criatura llamada la ‘Fiera Corrupela’, un extraño ogro que se alimenta de hombres. En la mitología leonesa el gran reptil omnipresente es el cuélebre. Entre las historias más populares, destaca la de san Fructuoso y cómo con astucia logró reducir al dragón devorador de hombres y ganados. El santo amasó una enorme hogaza aliñada con el venenoso jugo del tejo. Eso adormeció a la bestia, momento en que el santo eremita aprovechó para clavarle una estaca candente en un ojo. El dragón o lagartija gigantesca es un ser fantástico común a muchas culturas. En León el dragón más célebre es el que corona la puerta de entrada de la casa Botines. En su interior Gaudí escondió los planos del edificio.

La Catedral de León también da refugio a las más extrañas criaturas. Uno de los seres más curiosos es el Green Man (hombre verde), que aparece en el pórtico principal y en otros lugares. Es una creación extendida en la Edad Media y según el investigador M. MacDermott contiene vinculaciones con la India. Se trata de una cabeza humana rodeada de follaje y tallos que salen de su boca y de su nariz. En muchos lugares de la Catedral leonesa, incluida la sillería del coro, hay decenas de seres fantásticos y mitológicos: sirenas-ave, tritones, centauros, dragones, arpías con cabeza masculina o basiliscos. Saber cuál era la intencionalidad de los maestros que cincelaron a estos personajes inquietantes es difícil de averiguar. Lo que es seguro es que no están ahí de forma casual.

Sirena en la iglesia de Vega de Monasterio. DL

El falso topo y las sirenas

El mito del topo que deshacía lo que los constructores de la Catedral erigían de día se desmoronó cuando se comprobó que el animal que colgaba de la puerta de San Juan era un ejemplar de tortuga laúd —la mayor de las tortugas marinas, que llega a medir más de dos metros—.

Lo verdaderamente extraño es cómo este rarísimo ejemplar llegó al templo leonés.

También resulta chocante que en una provincia de interior exista tanta ‘devoción’ por las sirenas. Estos seres mitológicos han encontraron acomodo en muchos templos románicos y góticos. La iglesia de Vega de Monasterio, del siglo XIV, tiene una espléndida sirena en su portada. A pocos kilómetros, en San Martín de Valdetuéjar, en su preciosa iglesia románica habitan varias mujeres-pez, algunas mirando hacia el río. Según la leyenda, el abad san Guillermo al descubrir las relaciones amorosos entre los monjes y unas peregrinas, convirtió a estas últimas en sirenas del río Tuéjar. En la iglesia Ambasaguas de Curueño, de época barroca, también hay dos sirenas de larga melena.