La Catedral mete sus tesoros en un libro

verónica viñas | león

A la Catedral de León, según el obispo, le sucede como al Vaticano, que tiene más de un museo. Los mil tesoros que contienen se han reunido ahora en el libro Museos de la Catedral, que ha costado años de trabajo. El autor es Máximo Gómez Rascón, responsable del Patrimonio de la diócesis y guardián de los museos.

La obra, con una tirada inicial de mil ejemplares y un precio de venta de 50 euros, cuenta la fascinante historia de cómo las joyas que atesora el templo gótico llegaron a él.

El libro es el broche a la remodelación que han sufrido las salas de exposiciones en las últimas tres décadas y coincide además con el centenario de la creación del Museo de la Catedral. Aclara Rascón que el Museo Catedralicio y el Diocesano comparten la misma sede, aunque sin perder ni confundir la personalidad jurídica propia de cada uno. Los fondos del primero pertenecen a la Catedral, mientras que los del segundo proceden de las distintas parroquias.

El Museo de la Catedral se constituye en 1917, aunque no será hasta 1930 cuando abra sus puertas. Un año antes, el templo gótico había prestado medio centenar de tesoros para la Exposición Universal de Barcelona. Fue entonces cuando el Cabildo comprendió que esos objetos debían mostrarse adecuadamente en la Catedral de León, a la que ya se le habían adelantado las seos de Vic, Palma de Mallorca y Barcelona.

A partir de entonces, según Rascón, «la recuperación de piezas fue prioritaria». En 1947 se funda el Museo Diocesano por el obispo Luis Almarcha, gran amante del arte. Casi cuatro décadas después el obispo Fernando Sebastián propone al Cabildo la unificación de los dos museos. Ya desde los setenta, y ante la proliferación de robos en las iglesias de la provincia, muchos párrocos depositaron piezas valiosas en estos museos. Actualmente, la Catedral posee uno de los museos más importantes del patrimonio eclesiástico de España.

Tesoros y rarezas

Museos de la Catedral, de 470 páginas, se divide en dos partes. La primera aborda cómo, dónde y por qué se generaron muchas de las obras que hoy alberga el templo gótico. La segunda parte es más que un catálogo, aunque muestre una a una todas y cada una de las obras que guardan los museos de la Catedral. Un inventario detalladísimo que explica la procedencia de cada objeto, sus medidas y los datos más relevantes. Llama la atención, por ejemplo, la pequeña colección de lápidas hebraicas, procedentes de Puente Castro, donde estuvo una importante aljama judía, y que fueron donadas por sus descubridores. Hay piezas curiosas, como el realejo u órgano portátil del siglo XVIII, la colección de tejidos, con 325 fragmentos desde el siglo IV y algunas rarezas como sellos de panaderos una veleta del XVIII, así como la pinacoteca del siglo XX. Cada pieza, además de la propia fotografía, se presenta arropada por aquellos elementos imprescindibles para su estudio. «Hemos pretendido que sea un espejo del museo», dijo Rascón.