MINORÍAS ABSOLUTAS
Futuro desde atrás
El futuro no emana solo. No se forja sin necesidad de nada. Siempre necesita de un segundo que le preceda para poder ser, y por tanto, ese segundo, esos millones de segundos anteriores, son fundamentales para saber dirigir dónde queremos llevar el futuro de algo o alguien.
Es drástica la situación que vive la juventud actual, y por ello presupongo un futuro muy poco halagüeño para ellos si desde ya, desde este mismo segundo, no empezamos a generar un cambio radical en la forma de educar y convencer.
Acaba de salir un estudio del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) que nos ubica en una realidad que nadie quiere mirar a los ojos. Uno de cada cuatro españoles señala que la violencia de género es una conducta «normal»; y uno de cada cinco españoles de 15 a 29 años están muy o bastante de acuerdo en que la violencia de género es un tema en el que «se exagera demasiado». No es baladí el asunto. Nuestro futuro social, nuestros jóvenes, están copiando patrones de hace más de 50 años —lo bueno nunca se copia—, y nadie sabe qué o cómo actuar.
Como decía, todo presente tiene un segundo pasado, y todo futuro un segundo presente. La actual situación de los adolescentes tiene un diagnóstico demasiado plural. Padres que ya saben que sus hijos van a vivir peor que sus hijos, situaciones familiares donde el espacio social y la educación están en continuo conflicto por sistemas de precariedad pública e insuficiencia en el ámbito privado. No se puede educar bien a un hijo si para sacar un sueldo mínimo hace falta trabajar once horas. En un hogar donde el conflicto económico está a la orden del día otros valores de convivencia empiezan a debilitarse y esto se traduce en muchos jóvenes sin referentes con los que crecer.
Es sintomático que a pesar de llevar más de 900 muertes por violencia de género en los últimos 15 años, con más de un millón de denuncias desde 2009, en España el año pasado hayan bajado las denuncias pese a no bajar el número de muertes —53 el año pasado y este año llevamos ya 50—. Se empieza a normalizar la agresión. Los jóvenes ven que no hay futuro y muchas se resignan a situaciones como la vigilancia de móviles, horarios, vestimenta, etc.
Este sábado pasado más de cuatro jóvenes en Ponferrada enviaban de una paliza a un policía local que se dedicaba a la vigilancia en los centros educativos para que no haya absentismo escolar. No es casualidad y está íntimamente ligado a esta situación.
Si no ponemos freno a los condicionantes sociales de exclusión, la educación y los modelos de igualdad se caerán por sí solos. La igualdad jamás ha estado interiorizada y queda mucho para llegar a ese lugar, si los medios económicos y estructurales no consiguen el refuerzo necesario, nuestro futuro será la decadencia de los valores que tantas décadas han costado ir montando y que todavía distan mucho de conseguirse. Lo dicho, el futuro se empieza desde atrás si no queremos avanzar hacia el pasado más troglodita.