Cerrar

CULTURA ■ CINE

Mujeres que fingieron ser hombres para hacer películas

La Fundación Villalar beca el proyecto de la leonesa Isabel Medarde ‘La espiral maravillosa’ sobre la desconocida historia de la cineasta Leocadia Cantalapiedra

Isabel Medarde, responsable de Bambara Zinema y becada por la Fundación Villalar. MIRIAM VEGA

Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

verónica viñas | león

Hay títulos que lo dicen todo. La espiral maravillosa es un espectacular proyecto de la cineasta leonesa Isabel Medarde Oliden, responsable de Bambara Zinema, que ha merecido una de las nueve becas —una por provincia— que otorga la Fundación Villalar a jóvenes creadores para desarrollar un nuevo proyecto artístico en la comunidad. Ella lleva tiempo trabajando en La espiral maravillosa para dar visibilidad a las pioneras del cine y, en concreto, a Leocadia Cantalapiedra, una directora con una trayectoria de película.

Medarde presentó un proyecto que fascinó a la Fundación Villalar, «por el alto nivel de preparación y documentación», así como por la recuperación de la figura de Leocadia Cantalapiedra, pionera del cine en un contexto cultural adverso, finales del XIX y principios del XX.

Medarde está encantada con los 12.000 euros de la beca, porque nunca ha tenido tanto presupuesto para un filme. Su última película como productora, La proeza —una cinta que recuerda a Los Santos Inocentes, rodada en San Román de la Vega y dirigida por Isaac Berrokal— contó con una financiación de 6.000 euros.

Su idea inicial, «que puede ir cambiando a medida que profundice en la investigación de Cantalapiedra», constará de una trilogía y un epílogo, que dirigirá Medarde con la colaboración, de momento, de Divina Quinina y Sergio González. Un documental que abordará las tres facetas de la realizadora salmantina, como Leo, como Nico y como Zoe. Y es que la artista leonesa se plantea no sólo dar visibilidad a una precursora del cine y rescatar las películas que dirigió bajo los alter ego que las circunstancias le hicieron adoptar a lo largo de su vida, sino a todas las pioneras olvidadas del cine.

El proyecto ya tiene como punto de partida una web (leocadiacantalapiedra.com) y el propósito es dejar en evidencia a quienes, como el artista Renoir, pensaban que «la mujer artista es, sencillamente, ridícula».

Leocadia Cantalapiedra se reinventó a sí misma para llevar adelante su determinación de hacer cine. Primero adoptó como solución disfrazarse de hombre, fue así como se convirtió en Nico. Mas tarde, en el París de las vanguardias volvió a reinventarse como Zoe. Con ambas identidades, Cantalapiedra formó parte del Colegio de Patafísicos de París, cuyo emblema era una espiral. Una institución cuyo propósito era ridiculizar a las pomposas academias de arte y ciencias mediante estudios sobre ciencias inventadas e inútiles, homenajeando así a Alfred Jarry, precursor del surrealismo y otros movimientos de vanguardia.

Nacida en Salamanca en 1890, su familia se trasladó a principios del siglo XX a Madrid, donde, gracias a la mentalidad abierta de su madre, Leocadia recibió una esmerada educación, en una época en la que el papel de la mujer se reducía al de esposa y madre. Cantalapiedra adoptó el rol de Nico para llevar a cabo una serie de trabajos cinematográficos. Se instala en París en el creativo período de entreguerras y gracias al ambiente de aperturismo de aquella época pudo llevar a cabo sus trabajos más irreverentes esta vez bajo la apariencia de Zoe, su otro alter ego. Tras el crac del 29 y, según algunas fuentes, Leocadia busca refugio en México. Allí habría rodado El fantasma soy yo, filme anónimo que bien podría ser obra de Cantalapiedra, porque en esta película aparecen sus inconfundibles muñecas (piezas únicas).

La realizadora salmantina es un personaje tan olvidado que no hay ni una sola cita sobre ella en Internet. Medarde se topó con Cantalapiedra por una serie de vivencias e historias familiares. De hecho, ambas tienen un lejano parentesco. «Mi octavo apellido es Cantalapiedra», confiesa la creadora leonesa. Cuenta la productora de filmes como Killrats que «hay toda una tradición de mujeres, que se vestían de hombre para hacer cine y que apenas se conoce. Mi proyecto es hablar de ellas, de esas mujeres que siguen ocultas en el mundo del cine». A Medarde le interesan sus historias, sus circunstancias y cómo lograron burlar a la sociedad de su época para llevar adelante su decisión de rodar películas.

Medarde tiene ahora un año por delante para rematar La espiral maravillosa, que, en su opinión, al tratarse de piezas experimentales, están más pensadas para un entorno museístico que para una sala de cine convencional. Su idea es que puedan verse proyectadas en algún espacio público en León, y, sin duda, también hacer un recorrido en festivales.

Imagen de Leocadia Cantalapiedra, protagonista del proyecto de Isabel Medarde. BAMBARA ZINEMA