Diario de León

CULTURA ■ LITERATURA

«No nos vendría mal un pequeño libertinaje»

El berciano Hernán Migoya publica ‘Hazañas eróticas del cuarentón hijoputa’ «Es una defensa del hedonismo», dice

El siempre controvertido autor Hernán Migoya. DAVID CAMPOS

El siempre controvertido autor Hernán Migoya. DAVID CAMPOS

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pilar martín | madrid
León

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Hazañas eróticas del cuarentón hijoputa es una obra «pornográfica con una base innoble», asegura su autor, el berciano Hernán Migoya, pero detrás de sus pasajes de sexo explícito su personaje retrata una sociedad de «personajes ibéricos» que «probablemente» no se podrían publicar en un periódico.

Cinco años después de que apareciera por primera vez en la revista barcelonesa Primera línea, el «cuarentón hijoputa» creado por el escritor y guionista Hernán Migoya ha saltado a las librerías en un álbum editado por Dibbuks que recopila 41 de las 59 historias que ha publicado hasta el momento junto a las ilustraciones del argentino Santiago Sequeiros.

«Son cuentos con una base innoble, que es lo que es la literatura pornográfica; no es un tipo de literatura que en España se aprecie mucho pese que haya una noción general muy liberal de la literatura. A través del cuarentón se pueden pintar paisajes y personajes ibéricos que probablemente no se podrían o no estaría permitirlo hacerlo a través de una columna de opinión o crónica», cuenta. Pero detrás de este personaje, un adulto con complejo de Peter Pan que vive «sin filtros», Migoya nos muestra a un hombre que en todas sus relaciones trata con respeto a las mujeres, un hombre que, según afirma, muestra una «admiración hacia la mujer y una defensa de la individualidad» además de ofrecer un retrato social. Una fotografía en la que aparecen mujeres que «son capaces de pasarlo bien pese a la mierda que hay en la vida». «Hay una cierta defensa del hedonismo y del placer compartido como trinchera contra la crueldad de la vida, y ahí participan todos», expresa.

Así, en estas hazañas en las que el sexo sin tapujos siempre está presente, Migoya nos presenta a un personaje que respira libertad por los cuatro costados: «Y ese es su secreto, es un absoluto adolescente que no madura, que es algo que a algunos lectores masculinos les produce rabia. Pero el día que madure será mediocre, y no quiero, porque ser mediocre me crea mucha animadversión».

«He intentado —añade— que el cuarentón hable sin tapujos y no tengas que estar adivinando qué es lo que quiere decir, el cuarentón no da rodeos, no sigue los códigos de nuestro mundo moderno en los que no puedes hablar directamente de las cosas». Migoya conoce bien este lenguaje, porque si algo caracteriza a este autor es que en la ficción nunca se constriñe ni se autocensura. «Cuando escribo soy muy libre», recalca el creador de este personaje «desacomplejado» al que pone en situaciones patéticas con la seguridad de que no le va a pasar «nada».

La polémica de 2003

Aunque esta libertad que ejerce en su faceta literaria no siempre ha estado a su favor, ya que Migoya (Ponferrada, 1951), al contrario que su personaje, sí que «casi» tocó fondo en 2003 cuando fue el objetivo de una campaña que hizo que se marchara a vivir a Perú; país donde dice que hay una manera «más directa y personal de relacionarse con la vida». Es decir, hace 15 años, con su primera obra, Todas putas, fue tachado de «violador y misógino», incluso estuvo a punto de ver cómo se prohibía el libro por considerarla desde distintas formaciones políticas y feministas de ser una «apología de la violación».

Quizá porque ya han pasado tantos años, el escritor está sanado y ahora lo de las «censuras» le pilla «muy mayor»: «Más cosas que se dijeron de mí entonces...», afirma pensativo.

Ahora, convencido de que no nos vendría mal «un pequeño libertinaje», se vuelve a presentar con un personaje como él, alguien que no comparte «el buen gusto burgués de la sociedad española»: «A mí me gustan las cosas pornográficas, y las novelas que me remueven por dentro, no me gusta Gabriel García Márquez, es todo tan bonito que pienso que me van a pedir dinero», concluye entre risas.

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