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Las pinturas más tímidas de Babia

Una serie de cruces y de figuras afloradas en el transcurso de la gran restauración de la iglesia de Torre de Babia atestiguan la existencia, bajo sucesivas capas de cal, de pinturas del siglo XVII o incluso anteriores, pero su aparición deja inconclusos los trabajos para disgusto de los vecinos del pueblo..

Espacios de la iglesia de San Vicente, en Torre de Babia, donde han aparecido vestigios de pinturas que Patrimonio cree necesario descubrir y estudiar a fondo. DL

Espacios de la iglesia de San Vicente, en Torre de Babia, donde han aparecido vestigios de pinturas que Patrimonio cree necesario descubrir y estudiar a fondo. DL

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e. gancedo | león

En el fondo de esta historia, como en tantas otras relacionadas con el patrimonio sacro de las comarcas leonesas, laten al menos dos cosas: la necesidad de que las empresas encargadas de restaurar iglesias y ermitas estén —siempre— preparadas para lo imprevisto, y el hecho de que la falta de comunicación y coordinación entre instituciones y administraciones puede alargar y complicar innecerariamente procesos de rehabilitación que cuentan con todos los permisos y medios necesarios.

Es lo que ha sucedido en la iglesia de Torre de Babia, un sólido ejemplo de templo montañés —le llaman «la catedral de Babia»— cuya restauración, prevista como integral, ha dejado un sabor agridulce en vecinos e implicados. La aparición de vestigios que hablan de la existencia de pinturas antiguas cubriendo sus muros, una buena noticia, en principio, que añade valores patrimoniales al ya de por sí incuestionable interés arquitectónico de la iglesia, ha devenido en una paralización de los trabajos relacionados con las zonas donde han afloraron todas esas cruces y señales.

El 21 de febrero del año pasado, la Diócesis de León autorizaba la «disponibilidad» del templo dedicado a San Vicente para unas intensas obras de reparación, en su exterior e interior, por valor de 240.000 euros, fruto de una subvención de la Consejería de Fomento del gobierno autonómico. El proyecto hablaba de «una intervención global para subsanar, fundamentalmente, antiguas humedades provenientes del mal estado de la cubierta, además de la restauración y limpieza de las fachadas». Asimismo, se procedía a sustituir toda la carpintería exterior colocando rejillas o lamas de madera en vez de vidrio para una «mejor ventilación» del templo. Los pavimentos, arcos, bóvedas, contrafuertes y entarimados de madera también serían objeto de limpieza, reparación o, en su caso, sustitución.

«El proyecto incluía el saneamiento de los muros interiores, pero cuando la empresa encargada comenzó a realizar ese trabajo, empezaron a aparecer figuras y crucecitas que podrían corresponder con uno de esos Calvarios tan habituales en este tipo de edificios, cosa que ponen en conocimiento de la Junta», explicó Máximo Gómez Rascón, responsable de Patrimonio del Obispado legionense y director del Museo Catedralicio y Diocesano. «Interviene entonces Patrimonio y el arqueólogo territorial, Julio Vidal, emite un informe, a mi modo de ver correctísimo, en el que expone que lo mejor es detener las labores para estudiar a fondo esos vestigios —continúa Gómez Rascón—. Ese informe data del 11 de octubre de 2017 y del día 23 de ese mismo mes es otro de Luis Grau, director del Museo de León, que ratifica aquella misma idea». «La empresa, por tanto, detiene las obras que se centran en los muros, ante la imposibilidad de hacer nada en ellos, aunque continúa con las que se refieren a otras partes. Poco después concluye el tiempo previsto para los trabajos y se certifica el término de los mismos. Pero claro, a falta de todo lo relacionado con paredes y pinturas», expone el responsable diocesano, quien apunta el detalle de que Fomento «sí ha retenido» una parte de la cantidad objeto de la subvención «para tratar el asunto». Gómez Rascón lamenta, en este preciso punto, la «falta de coordinación» entre partes implicadas «dado que, si a nosotros nos hubieran informado, en ese momento, de lo que había aparecido, habríamos enviado un especialista a inspeccionar y valorar esas figuras», incide, «aprovechando además los andamios y otras estructuras instaladas para la restauración».

¿En qué punto, por tanto, se encuentra el caso? «Una restauradora de la Diócesis está llevando a cabo, en estos momentos, una inspección meticulosa de todos los lugares donde podría haber pinturas —informa Rascón—. Una vez conocidas con detalle, se hará una evaluación de los costes que pueda tener su recuperación, un proyecto que presentaremos a Patrimonio y a Fomento». Confía, además, en que descubrir y poner en valor los frescos podría hacerse «por fases» para agilizar plazos y trámites. Este reconocido especialista en arte sacro también avanzó que, a su juicio, las pinturas parecen barrocas, del XVII, pero que es necesario «descubrirlas en su totalidad», pues podría deparar, quizá, sorpresas destacadas. Tanto, que hasta valora la posibilidad de iniciar los trámites para declarar la iglesia Bien de Interés Cultural. De momento, sólo cruces, manchas y lo que recuerda vagamente una figura humana se muestran tímidamente al visitante.

Pero, además de lo concerniente a estas imágenes que Patrimonio cree dignas de ser estudiadas a fondo, en el pueblo se habla de «deficiencias» en los trabajos. Y lo ejemplifican con una ventana cuyo vierteaguas, mal colocado, ha creado un gran charco en el interior; o con la pared oeste, sí tratada pero que sigue reteniendo humedad. «Y, sobre todo, que después de tanto tiempo, la obra está sin terminar», recalcan.

El pavimento, las bóvedas y otros espacios sí han sido restaurados, pero no los muros interiores cuya cal podría ocultar pinturas cuyo valor exacto aún se desconoce. DL.

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