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cultura

La Biblioteca Nacional rescata al senador por León De Labra

Se cumple el centenario de la muerte de este republicano, abolicionista y fundador de la Institución Libre de Enseñanza.

Retrato de Rafael Mª de Labra. DL

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León

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verónica viñas | león

Una calle le recuerda en León. Rafael María de Labra, del que se cumple ahora el centenario de su muerte, es rescatado por la Biblioteca Nacional, que celebra hoy una mesa redonda para hablar de uno de los mayores defensores del abolicionismo.

De Labra fue elegido senador por León entre 1901 y 1918, representando a la Sociedad Económica de Amigos del País y fue el jefe del grupo republicano en la Cámara Alta. En 1939, dos meses después del fin de la Guerra Civil, el Ayuntamiento de León a punto estuvo de retirar el nombre de Rafael María de Labra de la calle paralela a Álvaro López Núñez. La iniciativa no prosperó porque, seguramente, la historia de este político comprometido con la libertad y la democracia había caído en el olvido.

Hijo de asturianos, De Labra había nacido en La Habana en 1840. Estudió las carreras de Filosofía y Letras y de Derecho y fue presidente del Ateneo de Madrid. Amigo del leonés Gumersindo de Azcárate y de Giner de los Ríos, fue uno de los fundadores de la Institución Libre de Enseñanza en 1876, año en el que también accedió a la presidencia de la Sociedad Abolicionista Española, que abrió sede en la capital leonesa. Buena parte de sus ideas están recogidas en su extensa obra, en la que destacan títulos como La cuestión social en las Antillas Españolas, La política exterior de España en 1914, Los códigos negros, La abolición de la esclavitud en el orden económico, Las armas en Madrid: (cartas sobre la esgrima) y Las colonias españolas de Guinea?. Libros que están disponibles para su libre acceso en la Biblioteca Digital Hispánica. También dedicó algunos textos a las Cortes de Cádiz y a la Constitutición de 1812, así como a las relaciones de España con las repúblicas hispanoamericanas en los siglos XIX y XX.

Rafael María de Labra falleció en Madrid el 16 de abril de 1918. La prensa y los escritores de la época destacaron entonces la valía de un hombre comprometido con la libertad y la democracia a riesgo de su patrimonio y de su vida. Clarín se hizo eco de «la manera heroica con que había luchado»; mientras que Azorín confesó su admiración por su «intelecto generoso y progresivo, por su constancia en la defensa de nobles ideales, por su integridad, por la amabilidad nunca desmentida de su trato, de su palabra y de su gesto».

Durante la Guerra Civil gran parte de su archivo personal, que se preservaba en su casa de Asturias, fue quemado.