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CULTURA ■ PATRIMONIO

Las palomas anidan en Guzmán

La estatua, que fue el proyecto más importante en el cambio de siglo XIX al XX en la ciudad, está llena de guano.

Guzmán, convertido en refugio de palomas. CUEVAS

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León

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marcelino cuevas | león

La estatua de Guzmán el Bueno es objetivo prioritario de las palomas que, de admirado símbolo de la paz, han pasado a ser unas deleznables ratas ciudadanas. Lo cierto es que algunas anidan en los bajos de bronce de la figura del ilustre hijo de la ciudad. Palomas que usan como WC la cabeza, el brazo extendido que lanza el puñal al moro, los hombros y todos y cada uno de los salientes del gran monumento. Así pueden apreciarse importantes cantidades de guano de secano sobre ese héroe de bronce de tres metros y medio de altura, que tanta burocracia necesitó para ser erigida e inaugurada el 15 julio de 1900.

Boceto de Guzmán que hizo el escultor José Alcorrevo. CUEVAS

Se conocen algunos datos curiosos sobre la estatua que, para el escultor Amancio González, «es la mejor que tenemos en León. Es una obra muy notable, llena de detalles que muestran la gran maestría del artista segoviano Aniceto Marinas». Por ejemplo, sabemos los gastos que se produjeron para la inauguración del monumento, que fueron de 70 pesetas. Otras 60 fueron para el percal y la confección de la bandera que cubrió la estatua, que fue realizada por la empresa de José Lorenzana e hijos. Además de 4 pesetas para el hojalatero Esteban Aláez, por arreglos en la percha para subir la estatua; y 4 pesetas para el albañil Pedro Guerra. Lo más curioso so las 2 pesetas para Isidro Guerrero por traer y llevar el asta del pendón de Oteruelo. Suponemos que el largo madero serviría para cubrir y descubrir la figura de Guzmán el Bueno.

Unos meses antes, en noviembre de 1899 el traslado de los cajones que contenían la estatua desde la cercana estación del ferrocarril hasta el pie del pedestal costó nada menos que 280,45 pesetas, interviniendo doce obreros y hasta el jefe de estación, que cobró 25 pesetas.

El certamen para el homenaje a Guzmán se publicó oficialmente en La Gaceta de Madrid el día 22 de enero de 1896, y fue convocado en dos partes; la primera, para la estatua; y la segunda, para el pedestal. En las bases se dice que el premio al escultor será de 12.000 pesetas, que habrá dos accésit de 1.000 y uno de 750. Para el pedestal el premio tuvo una cuantía de 1.000 y la adjudicación de las obras para erigirlo.

La selección

Siete fueron los proyectos presentados, tanto por equipos de escultor y arquitecto, como por artistas en solitario. La sección de los elegidos fue realizada por la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Los bocetos debían presentarse modelados en yeso de un octavo del monumento final, unos 40 centímetros. Los seleccionados en la primera ronda realizaron un boceto en yeso de la cuarta parte de la dimensión de la estatua, unos 80 centímetros. De los bocetos presentados en ambas circunstancias solamente se conservan los dos correspondientes al escultor José Alcoverro.

La realización de la escultura fue sin duda laboriosa, cosa fácil de comprender si nos detenemos en los detalles que esta tiene. El ganador del certamen, Aniceto Marinas, que veía que se acercaba el plazo de entrega y no la tenía terminada, instó a la Diputación a abreviar el tiempo de fundición cambiando el sistema, pasando a la cera perdida, que según afirma en una carta autógrafa, «es un procedimiento que permite una mejor terminación y mucho más rapidez que la ofrecida por la fábrica de Cañones de Sevilla. Aunque hay mucha correspondencia de la fundición catalana de Masriera y Campis, no existen facturas de su trabajo, quizá porque este importe corría a cargo del Estado.

Queda claro, por las instituciones implicadas, que el de Guzmán fue el proyecto más importante de la ciudad de León en el cambio de siglo. No olvidemos que las inscripciones que figuran en el pedestal fueron dictadas, ni más ni menos, que por la Academia de la Historia.

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