Diario de León

Cultura ■ Especialistas en Madrid

La música de palacio, en manos de un leonés

Tiene a su cargo el análisis, descripción y catalogación de casi cien valiosos cantorales pertenecientes a los reyes de España entre los siglos XVI y XVIII, inmensos volúmenes de valor incalculable que llegan a pesar 60 kilos y cuya elaboración, si se emprendiese hoy en día, podría ascender a unos 95.000 euros. .

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e. gancedo | león

En la biblioteca del Palacio Real de Madrid, cada uno es especialista en una materia. Está «el encuadernador», «el conservador», «el catalogador»... Al leonés Guillermo Alonso Ares le conocen, cariñosamente, como «el músico de los reyes» porque está encargado de una tarea tan delicada como ardua, tan física como intelectual. La de ordenar, describir y estudiar los valiosísimos códices manuscritos musicales pertenecientes a la Colección Real; unos 90 inmensos volúmenes —pesan entre 20 y 60 kilos— que suman en total 24.000 folios de pergaminos y que abarcan un amplio lapso de tiempo: del siglo XVI al XVIII, de Felipe II a Felipe V.

Alonso, que se encuentra realizando este trabajo gracias a una prestigiosa beca de Patrimonio Nacional, explica que el coste de estos volúmenes es del todo incalculable, pero que la elaboración de uno de ellos, hoy en día, ascendería a unos 95.000 euros, «contando con la cantidad de animales que habría que sacrificar y la mano de obra de matadores, casqueros, pergamineros, músicos, compositores, pintores, carpinteros, curtidores, encuadernadores...». Aunque ya existía el papel, estos cantorales se hacían en pergamino «porque es un soporte más duradero y noble, y porque requería elaborarse en un tamaño lo suficientemente grande como para que el coro completo pudiera leer las notas musicales desde una distancia que varía entre los 3 y los 9 metros», detalla, y añade que el más pequeño de ellos mide 700 por 500 milímetros, y el más grande, 1.400 por 1.000. «No hay papel que aguante girar páginas de ese tamaño sin romperse, en cambio el pergamino lo soporta bien», revela. «Tampoco hay que olvidar que el pergamino es mucho más resistente a la humedad, a los insectos, la polilla y incluso al fuego. Se cantaban a la luz de las velas, lo cual era una gran peligro, y por eso están llenos de pingadas y de restos de cera».

La labor de Guillermo Alonso consta de varias y minuciosas fases. «Lo primero es trasladar cada libro desde la cripta o depósito hasta el despacho con un carro debido a su gran peso; de hecho es algo que hay que hacer entre dos personas —describe—. Después lo aspiro, y de alguno he llegado a sacar hasta 740 gramos de polvo, restos de cera y yeso, tierra, paja, excrementos de xilófagos, la pluma de una paloma y hasta el cadáver de un ratón. Más adelante lo peso, mido el perímetro del libro y del pergamino así como la caja de escritura, los márgenes... etcétera, cuento el número de folios y describo qué desperfectos o marcas hay en cada uno de ellos. Establezco los puntos de acceso y descriptores, y transcribo folio por folio su contenido musical y textual. Mido y describo las tapas (qué tipo de madera, y forrada en qué tipo de cuero), describo la encuadernación y sus elementos, y subo toda esa información al catálogo de la Real Biblioteca para que sea accesible a través de la Opac y del repertorio bibliográfico español. También pasa a englobar el Global Chant Database, una base de datos internacional sobre los cantorales».

Una parte importante de estos libros perteneció a Felipe V y a su esposa Isabel de Farnesio, que ordenaron elaborar un buen número de ellos cuando establecieron su residencia en el Palacio Real de la Granja de San Ildefonso, en Segovia. «Mandaron hacer esos libros, especialmente, para el servicio de la Colegiata de la Santísima Trinidad, anexa al palacio. Gracias a ello, muchos de estos libros pudieron librarse del incendio ‘de incierto origen’ que asoló el antiguo Alcázar la nochebuena de 1734 en que la corte se había desplazado a El Pardo —cuenta—. En aquel incendio se perdió la totalidad del archivo existente en palacio, lo que se considera como uno de los mayores desastres en cuanto a la pérdida de la cultura escrita y musical que haya habido en España».

De hecho, sobre los restos de aquel alcázar incendiado Felipe V mandó construir el actual palacio, llamado también Palacio de Oriente, «que con sus más de 135.000 metros cuadrados y sus 3.418 habitaciones (casi el doble que Buckingham o Versalles) es el palacio más grande de Europa occidental y uno de los mayores del mundo», ilustra Alonso Ares, profesional bien conocido en el mundo de la música en León por dirigir los coros CantArte y Escarcha, o por cantar y tocar el órgano en la Catedral. Dueño de un abrumador currículum donde destaca sus especialidades como musicólogo, director coral e investigador —cursa estudios superiores de musicología en la Facultad de Música de la Universidad de Oxford bajo la dirección de la doctora Elizabeth Eva Leach, especializándose en notación medieval—, la presente beca durará hasta el mes de julio, pero a ella le seguirán dos fases más aunque se encuentran de momento a la espera de su aprobación en los presupuestos generales del Estado.

Una estancia que Guillermo Alonso Ares califica de «sumamente gratificante» ya que en este tiempo le ha surgido también la oportunidad de impartir la asignatura de Historia de la Música, todos los miércoles, en la Universidad Carlos III a los alumnos del grado de Humanidades. La Biblioteca Real le ha «enriquecido», por tanto, desde varios puntos de vista.

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