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Publicado por
RAFAEL SARAVIA
León

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Ayer celebrábamos el nacimiento de Lorca. Yo abrí una botella de vino y recordé la lectura de vida que genera Jack Spicer en su A la manera de Lorca, editado por Salto de Página este año en traducción de Martín Rodríguez-Gaona y que me ha generado una excusa fantástica para conversar a varias voces con Lorca, Spicer, Rodríguez-Gaona y algún gendarme imaginario que ponía el contrapunto a tan exquisita fuga de lo real.

La poesía otorga esos encuentros. Algo íntimo y a la vez aséptico. Esa soledad del que se encuentra de paso o lo llevan a contrapaso por la vida. En este sentido, mi deuda en estos días está del lado de un libro que por derecho se acerca al calificativo de necesario. Os hablo de Bestias en un hotel de paso (Salto de página, 2018) del argentino Jorge Boccanera con prólogo de Beatriz Russo.

Jorge Boccanera (Bahía Blanca, 1952) es sin duda un valor incómodo en la vida –en el mejor sentido de la expresión-. Eso lo convierte en un valor per se en su condición de poeta, que atestigua desde la verdad el emblema necesario del disidente, del que otorga espacio al pensamiento y la búsqueda plural.

En este libro Bestias en un hotel de paso, escrito durante su exilio en México a razón de la dictadura argentina, Boccanera genera la pulsión del símbolo en favor del encuentro con lo humano, con el yo que carece de acomodo y con el silencio cómplice de la palabra perseguida.

Con el alebrije como elemento que ficciona la verdad, Jorge cocina imposibles y ?revela la dureza de la desesperanza y el exilio en conversaciones con su propio yo y con desdoblamientos intensos que afloran a tres bandas entre el autor, el lector y autoras como Pizarnik, Orozco, etc.

Su lenguaje asoma con toda la fuerza y el desgarro necesarios para exponer lo importante. En el poema titulado El Callado, dedicado a Juan Gelman, muestra parte de la magia desgarradora: «Le advirtieron que hablara. Lo intimaron. Dijo:/ Lo que callo es arena./ Lo que yo nunca digo es un aroma que ha podido tatuarme./ Sin mucho esfuerzo puedo callar una estación, un modo de nevar./ Mi boca guarda el humo de un disparo en una noche del 76».

Sin duda, todo este tránsito vital no es más que una búsqueda diaria de eso que llamamos hogar. Somos, como bien constata Boccanera, bestias en un hotel de paso; con las ganas del descanso merecido unas veces, otras sólo con el ansia de usurpar a la vida algo más que el olor plural de las moquetas ajenas.

Reconozco que, a la manera en que él cuenta en el poema que dedica a Tellier, yo me encuentro marcado por la huella de la brillante verdad que Jorge Boccanera compone, o dicho plagiándole el verso a medias: «En la lectura de Bestias en un hotel de paso soy otro que se parece a mí».

Si quieren conocer la dicción sin concesiones, acérquense a este libro. Hay bestias que se parecen a nosotros mismos. Hay silencio que muestra todo el sentido de la palabra poema. Hay demasiada verdad.

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