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Los mitos del vampirismo en la España actual

Pérez Zúñiga persigue hematófagos en su novela ‘Para quien no brilla la luz’.

Imagen de archivo de José María Pérez Zúñiga. DL

Publicado por
León

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p. rodríguez | madrid

Un forense y un policía comienzan a investigar los crímenes de la Dama Negra, una misteriosa mujer que ha llevado el terror al madrileño barrio de La Latina. Así arranca Para quien no brilla la luz (Berenice), la nueva novela del escritor afincado en Granada José María Pérez Zúñiga, en la que revisa el mito del vampirismo, entendido también como una enfermedad contagiosa que encarna los miedos y los anhelos de la sociedad.

«Mis vampiros bien podrían ser los toxicómanos de hoy. El deseo de sangre es como un síndrome de abstinencia», dice Pérez Zúñiga, autor de títulos como Rompecabezas , La tumba de Monfi o la reciente Cine Aliatar , con la que Para quien no brilla la luz comparte elementos y personajes comunes.

La trama del thriller se desarrolla en Madrid, en escenarios bien reconocidos como la Ribera de Curtidores, la plaza Mayor, el Retiro, la Puerta del Sol y la calle Alcalá; y en otras ciudades como Granada y Ronda. «Veo a mis personajes como seres humanos, y las tres ciudades se corresponden con sus lugares de origen y estados de ánimo. Madrid es la metrópoli, la ciudad multicultural y multirracial, el escenario de los problemas de la sociedad actual; Granada es la ciudad de la infancia, donde se mezclan realidad e irrealidad; Ronda es el pasado, el inconsciente y el sueño», explica.

Los protagonistas son Irene, prostituta, asesina, amnésica; y Miguel Serrano: policía, infeliz, brutal. A lo largo de 198 páginas, el libro, que acaba de ser presentado en Madrid, se sumerge en ese fascinante mundo del vampirismo que ya cautivó a Allan Poe, Gautier, Baudelaire, Bram Stoker o Julio Cortázar.

El autor sostiene que Para quien no brilla la luz es más que una novela de vampiros: es una reflexión sobre el propio fenómeno, y también sobre los abismos del alma humana, pues trata temas como la prostitución, la inmigración y la drogadicción. En esta trepidante revisión del mito del vampirismo, los niveles de lectura, son varios. «Están los elementos propios de la novela de misterio y también los de la novela policíaca», argumenta Pérez Zúñiga. «La figura del vampiro me atrae desde que era pequeño. Pienso que representa lo más monstruoso de nuestra naturaleza, pero también la posibilidad de que seamos de otra forma diferente y que nada pueda sernos vedado. Luego está el trasfondo cristiano, pues Cristo dice: ‘Aquel que coma mi carne y beba mi sangre, tendrá la vida eterna’. El vampiro, hace la misma promesa, pero rechazando a Dios. Y en vez de a la vida eterna, el vampiro aspira a prolongar una vida condenada».