La tierra ‘vomita’ la huella del maquis
Fueron durante más de cinco años el frente de resistencia al régimen de Franco. 200 guerrilleros se escondieron en los bosques de la Ciudad de la Selva, cuna de la Federación de León-Galicia, y ahora vuelven a la superficie gracias a un proyecto arqueológico.
cristina fanjul | león
No sabían que sería la última noche. Llevaban allí cinco largos años durante los cuales habían logrado tejer toda una estructura de resistencia antifranquista que llegó a contar con 200 ‘soldados’. La Guardia Civil asaltó los chozos y desmanteló la conocida como Ciudad de la Selva, el acuartelamiento de uno de los grupos combativos más activos contra el franquismo: la Federación de Guerrillas de León-Galicia, integrada por socialistas, cenetistas, anarquistas, ugetistas, comunistas y combatientes sin militancia definida.
Pudieron hacerlo porque contaron con una red de ayuda que, sólo en el Bierzo, llegó a contar con más de 800 personas. Entre los nombres que los investigadores han podido certificar figuran los de Catalina Martínez Núñez, Pedro Carrera Vidal o Angustias Vidal Méndez. Pero hubo muchísimos más. No podría haber sido de otra manera. Fueron los que lograron que la resistencia perdurara hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, con la esperanza de que la batalla europea saldara también la historia en España. No fue así. «Muchos de ellos fueron mujeres, viudas de presos republicanos, por ejemplo, pero no sólo», destacan los investigadores. Uno de ellos es el berciano Alejandro Rodríguez, que destaca la línea de resistencia que todos estos contactos tejieron desde Ponferrada y Valdeorras, una red cuyo sancta sanctorum se encontraba en la localidad de Santalla, lugar en el que se editó el primer número de Guerrillero y que tenía ‘vigías’ en la antigua N-120 en Pardollán, en Vilar de Silva y en Casaio (Ourense).
Ahora, ese lugar inaccesible y recóndito en los montes gallegos emerge a la superficie y con él lo hacen los secretos de vida de todos los que se resguardaron bajo la maleza y los riscos de los valles de Casaio.
El historiador berciano Alejandro Rodríguez Gutiérrez acaba de finalizar una de las campañas de excavación en este lugar, un conjunto de chozos en los que la guerrilla antifranquista habitó de manera permanente entre 1936 y 1946. Este proyecto, que nace a través del Sputnik Labrego (https://sputniklabrego.com/) y gracias de un contrato postdoctoral que el Incipit-CSIC firma con el arqueólogo Carlos Tejerizo, localizó en julio del año pasado los núcleos centrales del poblado, un conjunto de construcciones en los valles de Casaio donde ya se han localizado cuatro chozos. Precisamente, los arqueólogos acaban de finalizar la tercera de las campañas, en esta ocasión en As Morteiras y en Teixadal, el bosque de tejos más grande de Europa y, sin duda alguna, una de las rutas naturales más conocidas de toda la zona.
Allí se ha localizado un nuevo chozo (ya son tres los excavados) con importantes hallazgos que han dado voz a quienes vivieron o, mejor, malvivieron, en ese lugar durante cinco largos años. «La importancia de la Ciudad de la Selva es central en el desarrollo de la guerrilla en todo el Noroeste, ya que ahí nace la primera organización guerrillera de posguerra, la Federación de Guerrillas de León-Galicia», destaca Alejandro Rodríguez. Y es que fue en este escenario donde grupos o personas del Bierzo, escapados en muchos casos en julio de 1936, como Manuel Girón, Abelardo Macías o Marcelino de la Parra, tratarán de reescribir una historia que ya estaba grabada en la memoria de la piedra.
Las arqueólogas han descubierto ya diez chozos en As Morteiras y en Teixedal, en uno de los cuales ha sido desenterrada las patas de una cama y colchones realizados con helechos, lo que lleva a pensar que se trataba de una de las viviendas de los guerrilleros. Además, se han hallado numerosos restos de armamento, navajas, botellas de anís y cantidades ingentes de huesos de animales, prueba de que los habitantes de la Ciudad de la Selva tuvieron que convertirse en auténticos cazadores como vía de supervivencia.
Duras condiciones de vida
Alejandro Rodríguez revela que entre los despojos arqueológicos también se prueba la presencia de mujeres guerrilleras. Lo saben porque, a pesar de la dureza de la vida en el monte, éstas no abandonaron su cuidado e higiene personal y el suelo de los chozos ha devuelto envases de crema Nievina, una de las más populares de la época. «Ya lo sabíamos, pero esta es la prueba definitiva», dice el historiador, que cita entre otras a Asunción Macías. «Vivieron allí desde el principio hasta el día en el que la Guardia Civil asaltó el lugar», destaca el experto.
Sin embargo, cree que el hecho de que convivieran mujeres con hombres no debió de generar problemas de violencia o abusos. «Debió ser complicado porque no podemos dejar de lado que aquella era una sociedad patriarcal, pero la mayoría de las mujeres que estuvieron en el frente formaban parte de una élite con una conciencia social muy clara. Podemos decir que el rol de género, hasta cierto punto, desaparecía», defiende el especialista.
Pero, además, llama poderosamente la atención el tiempo en el que estos guerrilleros vivieron en este lugar a pesar de la extrema dureza de las condiciones de vida. «No hay que olvidar que, aunque recibieran ayuda, no tenían nada». Y nada es nada, porque ni siquiera tenían la posibilidad de encender una hoguera para calentarse o cocinar. «Nosotros hemos pasado frío y eso que la campaña se ha producido en días de calor, así que no quiero imaginar cómo debían ser las noches de invierno», se encarga de subrayar el historiador berciano.
Alejandro Rodríguez rememora su propia experiencia durante las excavaciones: «Fueron seis días extenuantes. Teníamos que caminar varios kilómetros monte a través, con lo que no puedo imaginar lo que tenía que ser para ellos hacerlo durante años y años», reflexiona.