Mirada hacia atrás en madera
El Cazario, o como lo llaman algunos, el «Gugenheim de la Cabrera», alberga una recopilación exclusiva de 24 obras de madera del artista Amancio González. La exposición plasma su trayectoria como escultor donde logra cruzar los límites de la realidad que nos rodea y nos permite entrar en su vida interior y la fantasía que reflejan sus rompedoras y representaciones de la figura humana en su estado más puro. .
Yaiza Derbyshire | león
Las joyas más preciadas de madera de Amancio Gónzalez se recogen en una colección que está alojada en la galería del Cazario de La Baña. Se resume en una mirada hacia atrás a su evolución como escultor y al proceso de desarrollo de su lenguaje artístico. Es una exposición única y estará disponible para el público hasta el 30 de septiembre
El pintor Alejandro Vargas fue el culpable de despertar el amor por el arte de González al acudir a clase a su academia. A pesar de empezar su viaje creativo entre pinceles, desarrolló un aprendizaje autodidacta de escultor, al entrar en contacto con materiales como la madera o la piedra, a la vez que trabajaba en la Renfe, hasta el 2000 cuando decidió dedicarse de lleno al mundo del arte.
Actualmente esculpe con una variedad de materiales como bronce, hierro o piedra. Pero sus comienzos fueron tallando madera, cuenta que su primera escultura fue en «una figura en un tronco de un peral» y ahí fue cuando se dio cuenta de que «esculpir provocaba sensaciones demasiado especiales para dejar de hacerlo». Aunque la colección no tiene un tema conceptual común, todas sus obras tienen «la figura humana como el centro de la composición escultórico». El escultor leonés utiliza al ser humano como un «ganchgo» que permite al público empatizar con y profundizar más fácilmente en la obra artística. Además aboga por la «creatividad desde la humildad» para evitar lo que a veces provoca el arte contemporáneo; «el divorcio entre el arte y la cultura popular».
González le tiene un cariño especial a dos de las obras de la colección El Portador de Luna y
el Constructor de Montañas ya que están dedicadas al mundo rural en el que se crió y que califica de la «época más triste del campo», que coincide con el éxodo rural.
El artista, natural de Villahibiera de Rueda, a la hora de crear escoge una «circunstancia emocional» como por ejemplo la soledad y con sus esculturas explora por sus miles de ramificaciones. Todas sus obras intentan transmitir «una vida interior» antes de plasmar las tradiciones o elementos materiales.
González empezó esculpiendo con madera en 1986, el material más económico y accesible, especialmente en León, pero terminó explorando sus horizontes creativos en 2013 ya que «alcanzó su límites físicos», que está restringido a las dimensiones del tronco de un árbol. Estas obras narran esa trayectoria. La inspiración más destacada del leonés es la escultura clásica, como la griega o la del renacimiento español con artistas como Alfonso Berruguete, pero no se clasifica dentro de una corriente definida, cree que tiene un estilo «diferenciado y propio». Añade que las primeras obras de su recorrido son «palabras sueltas sin clasificación ninguna» pero las obras más tardías reflejan la composición de su lenguaje establecido. La madera es una pieza clave del relato de está serie de imágenes, en las que, según Roberto Castrillo Soto, «el tronco actúa como carga física y moral para unos seres genéricos incapaces de liberarse de su entorno». González recalca que el material es clave y que «el arte de esculpir es un diálogo con el material y puede aportar elementos inesperados en la fase de creación» a los que el artista debe amoldarse.
La primera escultura pública leonesa es la de Guzmán el Bueno, construida en 1900 y no se volvió a establecer otra hasta 1980, 80 años después y por eso el artista comenta que la escultura pública en León es «inexistente». Cree que las instituciones se equivocan al no darle una mayor presencia en la capital de la provincia ya que «embellece una ciudad». Pone el ejemplo de con Bilbao, una de las ciudades con mayor apuesta por la escultura pública. Comenta que «Bilbao hace varios años era una ciudad bastante fea pero ahora con la decoración de las esculturas es una de las ciudades más bonitas de España».
El escultor, en paralelo a la colección, está trabajando en dos obras nuevas para el Cazario que formarán parte de una trilogía dedicada a los seres mitológicos. El protector de la flora y la diosa de la naturaleza se unirán al ya existente Protector de los animales y que se presentarán próximamente. Actualmente tiene tres proyectos más en fase de preparación. En Texeira está preparando su mayor obra en dimensión y va a añadir a la ruta literaria, la Senda del Celorio, en Paradilla de Gordón, algunas esculturas más a las ya establecidas. Finalmente, en León van a poner un relieve, en el pasaje Fernández Peña, un relieve de 18 metros en honor a la benefactora de la fundación.
González anima a aquellos que tengan vocación por el arte a explotar su «don» a pesar de que «la sociedad nos educa a ser ricos en vez de felices».