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CREACIÓN COMPROMETIDA

Españoles, Franco ha sido exhumado (por el arte)

Los autores contemporáneos llevan años utilizando la figura y los vestigos del dictador para evidenciar que su herencia ideológica sigue viva Fernando Sánchez Castillo ha convertido el 'Azor' en un cubo de chatarra y Eugenio Merino ha encerrado la figura del caudillo en una nevera

Una de las imágenes que documentan la acción Resurrección realizada por Núria Güell.

Publicado por
NATÀLIA FARRÉ
León

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El arte lleva años haciendo lo que la política no hace: mirar al sistema cara a cara para evidenciar sus deficiencias y reclamar la muerte de Franco. La ideológica, por supuesto. Muchos creadores han denunciado que el dictador, sus tics y su herencia, en modo de ideología, censura o fosas comunes, siguen vigentes. La memoria histórica no se ha recuperado. Así que artistas como Eugenio Merino, Francesc Torres, Núria Güell y Fernando Sánchez Castillo, por citar algunos, llevan años intentado exhumar sus restos, los de su obra, se entiende.

No es fácil. Censura, presiones y denuncias. A Merino meter la figura del sátrapa en una nevera o hacer un 'punching ball' con su cabeza le granjeó dos juicios por daños contra el honor; y a Güell denunciar la vergüenza de que exista una fundación la Fundación Nacional Francisco Franco (FNFF)- subvencionada con dinero público que vela por el legado del dictador, le supuso ser amenazada. La censura le llegó cuando quiso demostrar que los símbolos fascistas y franquistas ocupan impunemente la calle. Fue con la pieza Ideologías oscilatorias. Y fue CiU quien la censuró utilizando las mismas estrategias, y de ahí el título: a veces no es tanto el símbolo sino las actitudes lo que comparten diferentes ideologías.

Instalación 'Síndrome de Guernica' realizada con los restos del 'Azor', de Fernando Sánchez Castillo, en el Matadero de Madrid. / MATADERO

Así que Franco no ha muerto. Y los creadores más conceptuales y políticos del país llevan años queriéndolo matar y exhumando sus miserias terrenales e intelectuales. La más espectacular de todas las acciones la firmó Sánchez Castillo, en el 2012, cuando transformó el 'Azor en chatarra. Tal cual. El artista madrileño compró los 47 metros de eslora y 10 de manga del yate de Franco. El que fue barco de recreo del dictador, lugar de conversaciones con el Juan de Borbón, buque insignia de actos oficiales y destino vacacional de Felipe González se había convertido para el Estado en una molestia de la que era necesario deshacerse. El empresario Lázaro González lo compró a la Armada y tras múltiples vicisitudes acabó varado en Burgos, en medio de la nada y convertido en un motel asador. En el 2011, pasó a manos de Sánchez Castillo que le cambió el estado haciendo algo propio del creador: utilizar la historia dentro del contexto del arte contemporáneo. El barco se cubicó en bloques de metal y con ellos se realizan composiciones que hacen referencia al lugar en que se muestra En el Matadero de Madrid tomó el tamaño del Guernica y se bautizó como Síndrome de Guernica.

'Performance' en el El Valle de los Caídos

El del Azor era un vestigio abandonado frente a la sacralización de otros restos franquistas. Ahí está la patata caliente del Valle de los Caídos. Sánchez Castillo lo utilizó de paisaje, en 1999, para la performance Born again: dos hombres se pasaban una supuesta piedra en la basílica. La situación no podía ser aparentemente más absurda y surrealista. La Guardia Civil miraba hacia otro lado y no tuve ningún problema, recuerda. Era estupendo pensar, los pocos segundos que la roca estaba en el aire, que aquel lugar nunca había existido o que era posible librarse de él, aunque fuera mentalmente. Pero sigue allí y sigue como sinécdoque de los grandes retos morales e intelectuales que tenemos que ser valientes de afrontar como sociedad, reflexiona el autor.

No en vano la creación de este artista es política y entre sus principales temas figura la relación que la sociedad mantiene con el periodo de la dictadura. La figura contrahecha, heroica de pandereta y cruel de un dictador proteico que cambia según las circunstancias internacionales me parecía un tema a trabajar, afirma. Así su táctica siempre ha sido la de usar las mismas estrategias y materiales que el Estado. Creado un museo freak con cosas que ha adquirido y hacen referencia al delirio de la época: Desde lo más grande, el 'Azor', a una pestaña de Franco pasando por un diente de cachalote o cuadros pintados por Carrero Blanco o Tejero... Ese es nuestro bizarro atlas iconográfico, sostiene Sánchez Castillo, que siempre ha utilizado la figura del dictador y nunca el dolor de las víctimas para sus creaciones: En mi familia tengo desaparecidos durante el conflicto. El dolor de mi abuela, mis tíos y mi padre era tan insondable que yo mismo nunca me atrevía a entrar en ello. Cómo trabajar con el dolor de los demás?".

Guerrilleros republicanos comprando en la FNFF

Y todo para denunciar que el franquismo sigue aún presente y que el tema, desgraciadamente, no se agota nunca. De manera que los autores lo tienen claro: La transición es falsa, no se ha hecho lo que había que hacer. Hasta que no se haga todo el proceso de recuperación de la memoria histórica incluyendo todos los cuerpos que aún están en las cunetas, no habrá transición, argumenta Güell. Lo hace de palabra y de obra. De ahí Resurrección. La autora creó una asociación con las identidades de seis guerrilleros republicanos muertos en el 36, consiguió una tarjeta de crédito a nombre de uno de ellos y compró productos que la FNFF vende para promocionar y glorificar la figura del dictador. Los pagos de los pedidos fueron anulados y la mercancía recibida enterrada en una cuneta. Además de las fosas comunes, también quería visualizar que aunque parezca imposible actualmente existe la fundación, que es un interlocutor válido para algunos políticos, cosa que la legitima. Hasta el 2004 cobró dinero público, y lo que hacen es básicamente apología de un dictador. Todo esto dentro de lo que en teoría es una democracia.

Eugenio Merino junto con su obra 'Punching Franco': un 'punching ball' con la cabeza del dictador. / PIERRE-PHILIPPE MARCO (AFP)

El franquismo seguirá vivo hasta que no se juzguen y se transformen los mitos que lo sustentan, sostiene Merino, que, como el resto, utiliza sus creaciones para denunciarlo: El papel de la cultura es morder la mano que le da de comer, como dice Terry Eagleton en su libro Cultura. Y mi trabajo gira en torno a la realidad y a la crítica de esa realidad. La realidad llevó a Merino a crear dos piezas de arte, 'Punching Franco' y Always Franco: Las dos obras plantean la persistencia del franquismo en nuestra sociedad tras una transición en la que se amnistió a los criminales y que dio como resultado una monarquía constitucional impuesta por el dictador. Y al banquillo: Ha sido positivo porque las sentencias le han quitado a la FNFF el derecho a volver a demandar. Y la imagen de Always Franco se ha convertido en un símbolo de la caverna franquista que persiste en el país.

Pensamiento crítico

Francesc Torres va más lejos. Para él la denuncia no se trata de una posición artística sino vital, aunque la proyecta en sus obras: Hay un punto de venganza. La única herramienta que tengo para devolver la pelota que me viene unidireccionalmente de la historia, que no me la trago callando, es contestar a través de mi trabajo. Lo haría igual sino fuera artista. Y lleva años devolviendo el balón. En 1991, por ejemplo, quiso que el Ministerio de Defensa le prestará los restos del coche en el que viajaba Carrero Blanco cuando sufrió el atentado que acabó con su vida, en 1973, para una exposición en el Reina Sofía. Sabía que no sería posible pero quería ver hasta dónde podía llegar, explica. Llegó hasta Lluís Reverter, hombre de confianza del entonces ministro Narcís Serra, pero no hasta el Dodge 3700. Había una ley no escrita que aconsejaba no exponerlo, afirma Torres. En el 2007 volvió a la carga con Oscura es la habitación donde dormimos, un trabajo de documentación de la exhumación de una fosa de la guerra civil el pueblo de Villamayor de los Montes (Burgos) y el posterior entierro de los restos de los 46 republicanos asesinados por falangistas que ahí se encontraron.

Parece mentira que 40 años después de la muerte de Franco aún estemos así, apostilla Torres. Merino no se queda atrás: La 'ley mordaza' es la criminalización del pensamiento crítico. Una manera de silenciar y controlar el descontento de la población, bastante totalitaria, por cierto, sostiene antes de concluir: Así, que sí. Tenemos un problema con Franco y con la censura. Los artistas también coinciden en qué hacer con el Valle de los Caídos: Demolerlo. Aunque Torres afina tras la primera reacción: Si hacemos desaparecer todo el sedimento del franquismo, al final, estaremos ayudando a que parezca que aquí no pasó nada. Lo que hay que hacer es reconvertirlo en una herramienta educacional para que la gente conozca la historia de verdad y no la de pa sucat amb oli que nos están vendiendo. Además, hasta que no se demuestre lo contrario, ahí hay 35.000 republicanos enterrados.