ESTRENOS DE CINE
'Carmen y Lola', el amor lésbico prohibido entre dos jóvenes gitanas
La directora Arantxa Echevarría lamenta la polémica que ha levantado su película entre colectivos feministas gitanos, que la han acusado de "payocentrista" Beatriz Martínez
A Arantxa Echevarría el espíritu de lucha le corre por las venas. Cuando tuvo claro que quería introducirse en el seno de la comunidad gitana para contar en 'Carmen y Lola' -que llega este viernes a los cines- la historia de amor entre dos chicas adolescentes, todo el mundo le dijo que estaba loca, que era imposible y que se quitara esa idea de la cabeza. Pero ella no cejó en su empeño, quería saber más de ese mundo, de sus costumbres, de sus ritos y sabía que, si no lo vivía todo de primera mano, no podría hablar de él de una manera rigurosa y sin prejuicios.
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Así que lo intentó, entabló relación con una familia y comenzó un proceso de hermanamiento que duraría dos años. Al principio la reacción fue hostil, "a qué viene esta paya a meter las narices donde no la llaman", hasta que entendieron sus motivaciones, sus ganas y la fuerza del mensaje que quería transmitir: la pureza del amor nos hace libres.
"Yo quería hablar del primer amor, del torrente de sensaciones que se tienen en ese momento de confusión hormonal total durante la adolescencia. Odias a todo el mundo, tus emociones giran como una noria y encima tienes que tomar decisiones importantes como a qué te dedicarás en el futuro o tu orientación sexual", nos cuenta Echevarría. "Pero en el fondo todavía eres una niña, y por eso te enamoras y todo resulta tan bonito y naíf".
Fue entonces cuando la directora vio un reportaje sobre el primer matrimonio de unas chicas gitanas. En la foto, estaban de espaldas, y no había con ellas ningún familiar. Entonces imaginó cómo habría sido la primera vez que se enamoraron estas mujeres y las dificultades que tuvieron que atravesar y de ahí surgió 'Carmen y Lola', una película que supone una auténtica inmersión en el espacio privado de sus protagonistas, en su entorno, en sus vidas y que nos acerca a ellas a través de una mirada naturalista a la hora introducirnos en sus deseos, anhelos y frustraciones más profundas.
"No quería caer en estereotipos, de violencia, droga, oropel, colorido. Necesitaba que todo lo que captara la cámara fuera real, porque hay una fina línea entre mostrar y ridiculizar. Así que el respeto que sentía por ellos me hacía rebajar la intensidad de las cosas". Sin embargo, la directora reconoce que muchas de las historias que escuchó durante su proceso de investigación eran mucho más duras y la mayoría no tenían un final feliz. Muchas de las chicas terminaban desterradas o casadas a la fuerza.
Tenía muy claro que los actores tenían que ser no profesionales para que transmitieran frescura y verdad, así que se embarcó en un cásting monumental para encontrar a sus personajes. A Lola (Zaira Morales) la encontró el primer día, y Carmen (Rosy Rodríguez) fue la 879 de las 1.250 chicas que se presentaron. Ambas, dice, la sorprendieron por su fiereza y al mismo tiempo por su candor. No tuvieron miedo de enfrentarse a la complejidad de sus personajes y se atrevieron a romper muchos de los tabús de su cultura en un ejercicio de una gran generosidad.
La película tuvo su estreno mundial en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes y, a su regreso, la directora se vio envuelta en una polémica después de una campaña de desprestigio orquestada por el colectivo de Gitanas Feministas por la Diversidad, que acusaron a la película de tener una mirada payocentrista.
"Me produce una enorme tristeza porque todavía no entiendo la controversia. Yo sabía que los sectores más conservadores arremeterían contra ella, pero mis propias hermanas... siendo una película que claramente tiene un mensaje de empoderamiento femenino. Pero en el fondo entiendo que llevan 600 años ninguneados, que hemos utilizamos el término gitano como algo despectivo, y ellos están recelosos, es normal que no se fíen".
La directora piensa que monólogos de humor como los de Rober Bodegas continúan haciendo mucho daño. "Son chistes de muy mal gusto. Por supuesto que debe haber libertad de expresión, pero ¿por qué no la utilizamos para cosas buenas? En la época franquista Saura hizo 'Los golfos' y Berlanga 'Bienvenido Mr. Marshall'. Ellos lucharon contra la censura para hablar de temas importantes, con agallas. Y mientras nosotros qué hacemos. Solo películas que hablan de temas baladís. Falta el cine de denuncia, hay que levantar la alfombra para destapar la mierda que hay debajo".