Diario de León

Los ‘invasores’ de la muralla

Restos del primer tendido eléctrico de León, esculturas, farolas, señales de tráfico y hasta argollas para atar a las caballerías e incluso presos siguen adosadas a la fortificación tardorromana y las cercas.

De arriba a abajo, farolas, la mosca de Arroyo, cableado, tubo de evacuación de aguas y restos del primer tendido eléctrico en la muralla. MARCIANO PÉREZ/RAMIRO

De arriba a abajo, farolas, la mosca de Arroyo, cableado, tubo de evacuación de aguas y restos del primer tendido eléctrico en la muralla. MARCIANO PÉREZ/RAMIRO

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verónica viñas | león

La muralla es como la piel de un rinoceronte. Está llena de parásitos. Plantas y líquenes no son los únicos ‘extraños’ que se han ido adhiriendo a la fortificación tardorromana y las Cercas medievales. El monumento, que ha sufrido demoliciones y reconstrucciones, preserva pistas de casi veinte siglos de avatares.

En el tramo de Puerta Castillo —en la cara externa que mira había la plaza del Espolón— hay restos del primer tendido eléctrico que tuvo la ciudad. A finales del XIX los molinos existentes en la periferia se transforman en fábricas de luz y se instala el primer cableado. Aún quedan en la fortificación viejos aisladores de porcelana, que se utilizaban para sujetar el cable trenzado de la primitiva línea.

En el mismo tramo de la muralla es visible, muy próximo al llamado Arco de la Cárcel, un gancho que, según atestiguan los vecinos del barrio de Santa Marina de más edad, es la prueba de la crueldad a la que sometían a los presos en el castillo de León cuando fue campo de prisioneros y hoy sede del Archivo Histórico Provincial. Otros creen que, simplemente, servía para amarrar a las caballerías.

La muralla ha quedado ‘tatuada’ además por señales de tráfico incrustadas en ella, todo tipo de farolas, así como por algunas inscripciones conmemorativas, que aluden a obras de restauración en la propia fortificación.

En 1977 se construyó un pasadizo peatonal de pésimo gusto pegado a Puerta Castillo, coronado por un pedestal sobre el que años después se colocaría el dios Eolo. Una obra que forma parte del conjunto escultórico diseñado por Eduardo Arroyo para este entorno. El artista de origen lacianiego se vio obligado a reformar su proyecto inicial, para que sus obras no rozaran la muralla. La mosca gigante, al final, se adosó a la fortificación, pero el pesado unicornio quedó suspendió de una grúa. El Ayuntamiento no ha sido tan sensible a la hora de retirar cableado eléctricos, grapas, registros de luz y decenas de elementos que afean las murallas de la ciudad.

En la calle Carreras una de las últimas restauraciones dejó como ‘legado’ unos espantosos tubos de evacuación de aguas. En algún tramo no faltan letreros de calles.

Como cuenta Emilio Morais Vallejo en su trabajo El recinto amurallado de León durante la primera guerra carlista , en marzo de 1837, en plena contienda, «el Ayuntamiento de León recibió instrucciones concretas para reforzar la fortificación de la ciudad, ante el peligro inminente de que los seguidores de don Carlos intentaran atacarla y tomarla para su causa». Explica este autor que «la idea era sellar todo el recinto amurallado con el objetivo de hacerlo hermético. Por ello, cerraron todas las puertas. Una medida fundamental consistía en reconstruir las partes derruidas de los lienzos antiguos y ensanchar aquellas que estuvieran demasiado estrechas para ser efectivas en caso de ataque». Según Melquíades Ranilla, redactor del Plan Director de las murallas, las Cercas aún preservan las defensas fusileras de aquella época.

Será difícil eliminar a los ‘invasores’ que se han ido adueñando de la muralla.

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