Diario de León

La diva que no quería serlo se convirtió en sucesora de la Callas

Designada como su sucesora por María Callas, la legendaria soprano ha sido una de las más grandes de la historia. Durante casi medio siglo en la cima de la lírica, la 'Superba' abordó con su técnica impecable un centenar de grandes papeles en más representaciones. Cantó más de doscientas veces en el Liceo y situó a su querido teatro de la Rambla en la liga de los grandes coliseos

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MIGUEL LORENCI | MADRID
León

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Jamás quiso ser una diva, pero para todos era 'La Superba' (La Suprema). La voz poderosa y su portentosa técnica la convirtieron en una de las grandes sopranos de la historia. Montserrat Caballé fue una de las más legendarias sopranos del siglo XX y su nombre quedará inscrito con letras de oro en los anales del bel canto junto a los de María Callas -que la designó como digna sucesora-, su admirada Renata Tebaldi, Joan Sutherland o Marilyn Horne. La voz de Caballé se apagó para siempre en la madrugada del sábado. A los 85 años fallecía en el Hospital Sant Pau de su Barcelona natal, donde una chiquita de origen humildísimo se convertiría en una leyenda, pasando de trabajar en una oscura fábrica de pañuelos a reinar y brillar con luz propia en los mejores escenarios del mundo con Mozart, Wagner, Puccini o Bellini. En todo el mundo se la lloraba con admiración.

Su muerte saltó a las portadas y aperturas de todos los grandes medios del mundo y se dolieron por su pérdida todos los grandes teatros. Su funeral se celebrará a mediodía en el Tanatorio de Les Corts y reunirá a las grandes personalidades de la vida cultural, social y política. Su salud se había deteriorado considerablemente desde que en 2012, sufriera una fractura de húmero durante un viaje a Rusia, tras caer al suelo a causa de un leve ictus.

Había debutado en 1955 y se había retirado hace un lustro. En una carrera de seis décadas sin apenas altibajos se mantuvo en la cima durante casi cuarenta años, a lo largo de los cuales abordó cerca de un centenar de papeles protagonistas en más de 4.000 actuaciones en grandes producciones en los templos de la ópera de los cinco continentes y a las órdenes de las mejores batutas. Hizo grande al Liceo, teatro en el que se formó y donde cantó más de doscientas veces.

Gigante de su oficio, rechazó siempre el apelativo de diva. "Cada época tiene sus divos y en mi caso lo único que he hecho es hacer bien mi trabajo, cantar, lo mejor posible y al más alto nivel. Nunca soñé con llegar a una meta", decía la artista, que compartió escenario con míticos colegas como Renata Tebaldi, Marilybn, Luciano Pavarotti, Alfredo Krauss, Plácido Domingo y José Carreras. "Si no eres consciente de que eres un servidor del compositor serás un falso divo", repetía 'La Suprema'.

Pobreza y hambre

María de Montserrat Viviana Concepción Caballé i Folch nació en Barcelona 12 de abril de 1933 en un familia sin recursos. Un desahucio en la posguerra la llevó a pasar de niña dos noches al raso y tres días en la plaza de Cataluña con sus padres, antes de que un golpe de suerte cambiara el rumbo de de vida. Durante doce intensos años se formó en el conservatorio del Liceo gracias a la generosidad de la familia Bertrand, que le facilitó una radio y un piano y pagó sus estudios. Con apenas veinte años ganó la medalla de oro por sus estudios con Eugenia Kemeny, Conchita Badía y Napoleone Annovazzi como maestros. "Quería ser cantante para pasar menos hambre, tener una vida mejor y ayudar a los míos", confesaría años más tarde.

Fue Kemeny quien le capacitó para desarrollar su espectacular e impecable técnica respiratoria, que le permitió destacar desde la primera vez que pisó un escenario, el del Teatro Fortuny de Reus, con el papel protagonista de 'La serva padrona' de Pergolesi, en 1955. Un año después, y tras algún traspiés en Roma y Florencia, fichaba por el teatro municipal de Basilea, con el que debutó como la Mimí de 'La Bohème' y se curtió en papeles como la Tosca de Puccini, 'Aida' de Verdi, y la 'Salomé' y la 'Arabella' de Strauss con la que se presentaría en el Liceo el 7 de enero de1962.

Subía por primera vez al escenario del Liceo como una prometedora soprano. La mocita de una voz portentosa y estremecedores 'pianissimos' que hasta poco antes alternaba sus clases de canto con su trabajo en una fábrica de pañuelos del populoso barrio del Raval triunfó en el cercano teatro en el que forjó su sueño. Se confirmó en el exigente escenario de la Rambla como un extraordinario talento tras cinco años encadenando éxitos fuera de casa.

Su primer gran triunfo local con 'Arabella' fue reseñado por un capacitado cronista de la época, el compositor y crítico Xavier Montsalvatge. Afortunado espectador del debut de su paisana en Barcelona, escribió en 'La Vanguardia' del 9 de enero de 1962: "Es admirable que Montserrat Caballé, formada artísticamente en el conservatorio del Liceo, haya escogido para su primera manifestación ante nuestro público una obra tan tremendamente difícil, que le obligó a emplear a fondo sus mejores facultades, sin contar con la compensación de los aplausos".

Sobre la tablas conoció la soprano al tenor Bernabé Martí cuando cantaban 'Madama Butterfly'. Él era Pinkerton y su uniforme de marino atrajo a Caballé. Pero no tanto como la túnica egipcia que lució cuando coincidieron e 'Aida' de Verdi. El flechazo fructificó y contrajeron matrimonio en 1964. Martí sería el padre de sus dos hijos, Bernabé y Montse, y agente de su esposa. "Bernabé es el gran éxito de mi vida", repetía Caballé.

Medio siglo después, en 2012, aquella 'chiqueta' regresaba al mítico escenario en la frontera de la Rambla con el Raval al que había cantado en 1994 con el alma rota, cuando un incendio lo redujo a cenizas. Volvía como la indiscutible gran dama y una leyenda viva de la ópera para abrochar una brillante carrera en la que había encarnado casi 90 personajes: Isolda, Madama Butterfly, Norma, Salomé, Violeta, Semiramide, Maria Stuarda, Lucrezia Borgia o Aida. Un vasto y exigente repertorio con el del que nos dejó grabaciones memorables y alguna espinita, como no haber cantado jamás la 'Elektra' de Strauss.

'Callas + Tebaldi aballé' Antes de debutar en España fue reclamada por la ópera de Bremen donde brilló en el repertorio belcantístico. Su definitiva catapulta internacional fue la Lucrezia Borgia de Donizetti, que cantó en versión de concierto en el Carnegie Hall de Nueva York el 15 de abril de 1965, en sustitución de una enferma Marilyn Horne, que la acabó declarando como "la voz más hermosa del mundo". "De joven me miraba en Victoria de los Angeles, hasta que descubrí la voz de Renata Tebaldi", confesaba plena de admiración por la soprano italiana.

'Callas + Tebaldi aballé' fue el elogioso y concentrado titular con el que un diario neoyorquino saludó el inesperado debut de la soprano catalana en Estados Unidos. Aquel insólito triunfo le abrió las puertas de la Metropolitan Opera House y permitió que, de vuelta a Europa, el festival de Glyndebourne la recibiera como una gran estrella que se consagró con la Marguerite del 'Fausto' de Gounod.

Se sucedieron las presentaciones estelares en La Scala de Milán con la Norma de Bellini en 1972, o en la Royal Opera House de Londres con Violetta en 1974. Se codeó con la Callas, que la designó como sucesora, se apuntó un tanto extraordinario con un grabación histórica de la Norma que cantó en el Théâtre Antique d'Orange. La Callas, rendida por la dulzura de su voz, le envió sus pendientes en prueba de admiración.

Caballé relevó a María Callas en la cima de la lírica en el siglo XX y abrió el camino a otras grandes figuras españolas. Dio la alternativa a valores en alza como Plácido Domingo y apadrinó al tenor Josep Carreras y a los barítonos Carlos Alvarez y Joan Pons. "Plácido Domingo me decía que descubría un nuevo mundo cantando conmigo 'Manon Lescaut' y a mí me sucedía lo mismo. Con Carreras tuve una relación muy especial, nos quedábamos embelesados escuchándonos mutuamente. Y con Luciano Pavarotti, es que era como un padre", explicaba la soprano. También impulsó la carrera de hija, Montserrat Martí, y tuteló las de otras sopranos como Pretty Yende y Ji Young Jo, y el tenor Nikolai Baskov.

En los ochenta supera sin estridencias mediáticas un tumor cerebral y hace época con 'Semiramide' de Rossini en el Festival de Aix-en-Provence, dirigida por Jesús López Cobos. Obtiene en casa reconocimientos como la Medalla de Oro de la Generalitat en 1982 y el premio Nacional de Música en 1988. Ese año se convierte en un personaje realmente popular a escala global al interpretar junto al líder de 'Queen', Freddie Mercury, el memorable álbum 'Barcelona', promoción de los Juegos Olímpicos que la ciudad condal acogería en 1992 y de los que el tema sería su himno.

El episodio más oscuro de su carrera lo vivió en diciembre de 2015, cuando aceptó la pena de seis meses de cárcel por defraudar a Hacienda en 2010. Alcanzó un pacto y pagó una multa 240.000 euros. Caballé admitió que en 2010 figuró como residente en Andorra para pagar menos impuestos a pesar de que vivir siempre en Barcelona.

Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1991 junto a Plácido Domingo, Josep Carreras, Alfredo Kraus, Teresa Berganza, Victoria de los Angeles y Pilar Lorengar, Caballé proyectó el nombre de España en todo el globo y ha difundido lo mejor del repertorio español.

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