Mensajes a través de los milenios
Son cuatro y siguen en pie. Diario de León rescató hace un mes la historia de un gran conjunto de petroglifos, hallado y fotografiado por dos expertos asturianos en los años setenta cerca de Pendilla, que acabó destruido a causa de la apertura de una pista. Ahora, el investigador Juan Carlos Campos demuestra que un puñado de las 17 rocas originales continúa exhibiendo su críptico lenguaje de cruces y herraduras..
e. gancedo | león
Los localizaron, analizaron, midieron y fotografiaron. Estudiaron su entorno, su contexto arqueológico y sus características de modo exhaustivo, y hasta realizaron copias de las múltiples representaciones que exhibían. Corrían los años setenta, los protagonistas eran dos especialistas asturianos, José Manuel González y Manuel Mallo, y el hallazgo, un gran conjunto de petroglifos formado por 17 rocas cubiertas de símbolos en el valle leonés de Arbas. Hablaron de ellos en algunos foros especializados pero otras ocupaciones y, sobre todo, el pronto fallecimiento de González, sumió el descubrimiento en un olvido que acabó resultando fatal: la ampliación del camino para usos mineros ya a mediados de los setenta y la más reciente construcción de una nave ganadera en sus inmediaciones destruyó casi por entero esta valiosa —y plagada de retos científicos— estación en la que se superponían símbolos presumiblemente prehistóricos con otros que parecían típicos del primer cristianismo y algunos más de época moderna o contemporánea. Esa localización, ese estudio, esas hipótesis y esa noticia de su final las contó Manuel Mallo en un amplio artículo publicado en la revista especializada Nailos de la que se hizo eco el Diario en septiembre.
Con esas referencias en la mano, el conocido ‘caza-petroglifos’ astorgano Juan Carlos Campos, descubridor, entre otros, de los ya famosos símbolos y laberintos de Peñafadiel, en Lucillo, acudió hace una semana a este rincón de la Montaña Central para comprobar si la destrucción había sido completa o si, como presumía Mallo en declaraciones a este periódico, «cuatro o cinco» sí habrían podido sobrevivir a la excavadora. Campos fue capaz de fotografiar y estudiar tres y de ubicar otra más, aunque casi completamente cubierta de musgo.
«La mayoría de los grabados de Pendilla que se han conservado están representados por una figura semicircular o con forma de herradura que poco a poco se ha ido convirtiendo en habitual en las estaciones rupestres leonesas —indicó—. Antes era una representación casi testimonial que solo aparecía en fuentes y rocas solitarias». En una nueva entrada de su popular blog La tierra de los amacos, Campos se detiene en analizar los motivos en herradura aparecidos en estos y otros parajes, y enumera los muchos otros que se han ido localizando en gran parte de las comarcas leonesas. «Todavía hoy pensamos que la forma de herradura es un símbolo propicio de la buena suerte. Es un amuleto tan potente que basta con tocarlo, tirarlo hacia atrás o ponerlo en determinado lugar para conseguir buenas energías a su alrededor —reflexiona—. La forma de ‘U’ se repite en muchas civilizaciones como atributos de dioses femeninos o como símbolos lunares, que es casi lo mismo. Si el semicírculo está invertido, se asemeja al aparato genital femenino, incluso podría asimilarse al útero creador de la vida. Y la pequeña cazoleta que aparece en su interior bien podría aludir al comienzo de la vida o a la semilla primigenia».
Continúa Juan Carlos Campos reseñando que las diferentes interpretaciones que se proponen para estos símbolos, así como las propuestas cronológicas, «han generado controversia entre los especialistas pues, como las cazoletas, abarcan un espacio temporal que discurre desde el Paleolítico hasta la Edad Media. En la mayoría de los paneles con herraduras, basta un solo cruciforme para que se las considere históricas, aunque las técnicas de ejecución sean muy diferentes. Es de destacar, por tanto, la valentía de Manuel Mallo al aventurar una propuesta cronológica prehistórica para las herraduras de Pendilla».
Y es que, en cuanto a las rocas perdidas, Mallo explicaba cómo aparecían en ellas grabados del más diverso tipo, con cazoletas, cruciformes, herraduras, diseños en phi y hasta posibles motivos antropomórficos o de «estelas de guerrero».
Queda ahí, por tanto, la prueba de cómo estos supervivientes han sorteado los destrozos del tiempo y de los hombres. «Hasta ahora no se habían divulgado estos grabados y vemos ahora el resultado... para que tomen nota aquellos que no son partidarios de dar a conocer estos vestigios en aras de una mejor protección», advierte Campos.