Diario de León

San Francisco, sin puertas al campo

Las sorprendentes pero poco conocidas instalaciones del venerable convento leonés se abren al público merced a un proyecto que busca «un diálogo» entre la ciudad y este espacio que aúna templo, residencia, teatro, albergue peregrino y activa escuela de FP..

Vistas del jardín-claustro.

Vistas del jardín-claustro.

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León

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e. gancedo | león

«Estamos en medio de la ciudad... pero atento, apenas se escucha nada». El hermano Emilio Rodríguez Sosa, con su atuendo típicamente franciscano, luenga barba, sandalias, cordón y túnica de preceptiva capucha, habla en mitad del jardín-claustro como una alegoría de la santidad en plena naturaleza, o sea, aquello por lo que ha venido abogando su orden desde hace un buen montón de siglos. Es el interior del convento de San Francisco de León, un antiguo y amplio espacio en el que confluyen múltiples ramas —religiosa, docente, cultural, artística— y que ahora quiere hacerse más presente en la ciudad merced a un meditado proyecto de apertura al público.

El primer paso de ese plan ha sido la inauguración del singular Bestiario que el pintor y escultor Antonio Oteiza —hermano del más mediático Jorge— muestra en la soleada galería hasta el 3 de noviembre y desde la que cualquier visitante puede acceder libremente al magnífico claustro poblado de frutales y otras especies. «Queremos reforzar el hecho de que este lugar ha sido siempre un espacio de escucha, de diálogo y de acogida», dice Rodríguez Sosa, y afirma que pasear por el jardín puede ayudar «a la relajación, la tranquilidad y la inspiración» de cualquier ciudadano en una época tan agitada como esta.

Y de ese espacio con los árboles cargados de fruta —que la comunidad distribuye generosamente— vuelve el hermano a la galería, y reseña que los animales que con ágiles trazos de espátula trazara Antonio Oteiza van acompañados de textos de la vida de San Francisco (y de códigos QR que conducen al usuario a una página donde se amplía información) y de un expresivo Cristo de San Damián también firmado por el artista vasco, hoy nonagenario y residente en Madrid.

La imponente iglesia —que muchos peregrinos y visitantes admiran a su llegada a León, en contraste con la pasiva familiaridad con la que la tratan los ciudadanos— es la siguiente meta. Sus raíces están en el siglo XV aunque el edificio actual comenzó a construirse en el XVIII. Emilio Rodríguez Sosa hace admirar el inmenso retablo barroco de los hermanos Thomé que antaño ocupaba el espacio más noble de la propia Catedral y que después se dispuso, en tres partes, en estas naves; así como las joyas escultóricas del templo: los cristos de la Expiración y de Medinaceli, el muy leonés Dáinos, la Divina Pastora, el San Antonio de Padua y un crucificado del XVI que han llevado a lugar más visible para su mejor contemplación. «Esta es unas iglesias de mayor confesión de la ciudad», susurra el cicerone, y efectivamente la afluencia y tránsito llaman la atención en la mañana de un día laborable.

Aunque las primeras referencias de la presencia de los Franciscanos Observantes en León data del siglo XIII (la leyenda dice que el propio san Francisco fundó la casa durante su supuesto viaje a Compostela), el convento, aunque muy pujante, acabó víctima de la Desamortización y solo el esfuerzo de los miembros supervivientes y el apoyo económico de ciertos leoneses hicieron posible su resurrección: en 1882 se habían reconstruido gran parte de las instalaciones y restaurado la iglesia. De esa época es, fundamentalmente, lo que puede verse de un lugar que también sirvió de colegio de filosofía, noviciado y muchas otras cosas. «Aquí llegaron a vivir más de cien frailes», avisa Emilio Rodríguez, aunque hoy solo haya seis («tres de cuarenta y tantos, y tres de ochenta y tantos», detalla).

Últimamente, además, se ha hecho muy presente en la agenda cultural de la ciudad el inquieto Teatro San Francisco, que la comunidad ha alquilado a sus gestores pero con los que mantienen excelente relación —las clases de teatro a los niños se dan, por ejemplo, en el claustro—. Ahí estuvo aquel cine económico que tan buenos ratos deparó a rapaces de todo León en las décadas de los 70 y 80.

Forma parte de este gran complejo la Escuela Profesional San Francisco, inaugurada en 1968 y hoy activa escuela donde estudian 215 alumnos y 18 profesores imparten clase de bachillerato y ciclos formativos relacionados con la automoción en aulas remozadas —el curso pasado inauguraron instalaciones— y en amplios talleres con todo el material técnico necesario. La gran mayoría encuentran acomodo laboral en esas ramas. «Muchas empresas vienen por propia iniciativa a buscar el personal que necesitan», dice el director pedagógico, Gabriel Silva. «No es raro que los hijos de quienes estudiaron aquí vengan también».

La última pata de la amplia mesa es el albergue de peregrinos que ocupa lo que antes fue escolanía, residencia estudiantil y del CD Ademar, recientemente ampliado y mejorado, y que el último año dio cobijo a nada menos que 18.000 personas, fundamentalmente peregrinos. «Quedan muy satisfechos, la prueba es que de vuelta a sus ciudades nos mandan mensajes y cartas para seguir manteniendo el contacto», comenta Rodríguez Sosa, madrileño y uno de esos miembros jóvenes de la comunidad que quieren «buscar nuevas formas» de encuentro y de religiosidad en la que se enmarca este Claustro abierto al que seguirán otras exposiciones (el horario es, de lunes a sábado, de 17.00 a 20.30, y domingos, de 11.30 a 14.00 horas).

Y se va a repartir alimentos: 70 familias en riesgo viven gracias a las donaciones que gestionan y distribuyen los capuchinos.

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