Diario de León

Trapiello, un escritor ‘rastrero’

El autor leonés presenta ‘El Rastro’ como un manual histórico para moverse en la popular cita dominical madrileña Muestra su amor por «el mercado de cosas viejas de la sociedad del bienestar».

El escritor leonés Andrés Trapiello durante la presentación en Madrid de su nuevo libro. RAQUEL P. VIECO

El escritor leonés Andrés Trapiello durante la presentación en Madrid de su nuevo libro. RAQUEL P. VIECO

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pacho rodríguez | madrid

Andrés Trapiello ha escrito El Rastro de Madrid en base a un argumento incontestable: 40 años yendo todos los domingos. Se dice pronto, e incluso él le quita heroísmo: «Serán sólo unos 2.000 días en 40 años», contabiliza. Este ejercicio de amor a un acontecimiento semanal que reúne todo: compra, venta, regateo, observación, alterne alrededor del vermú..., fue presentado ayer en Madrid en forma de libro, editado por Destino, en una de esas tabernas del centro que se convierten en lugares a conservar, tal es el caso de la Taberna de Antonio Sánchez, en la calle Mesón de Paredes.

Y el escritor leonés desplegó toda una explicación que convierten los domingos del Rastro en cita aún más apetecible, puesto que en su caso ha ido afinando desde la mejor hora, la mejor ruta, el comportamiento impecable y hasta una forma de ser veterano del Rastro a la hora de saber estar a la altura del acontecimiento. Sus días y sus mañanas le ha costado llegar a conclusiones, como la que subyace en todo el relato y que es la de que seguirá yendo porque cada día es distinto. Como cómplice: Juan Manuel Bonet, con el que comenzó allá por los 80 a visitar estas peculiares calles entre La Latina y Lavapiés. Y como origen general la convicción de que el Rastro surge como una historia de la pobreza. Y del hambre. Como un lugar al que acudir a comprar gallinejas y otros productos que tienen su origen más en la carencia que en lo típico, aunque luego se hayan convertido en eso.

De hecho, Andrés Trapiello, al hilo de este concepto del Rastro como encuentro para subsistir, explicó ayer que el cerdo, como gran recurso para el alimento, es en esos momentos demasiado lujoso y que no aparece hasta el siglo XIX. Y, también, como parte de este acontecer histórico, remarcó que ese primer leit motive del Rastro como lugar para abastecerse de comida deja de serlo desde el momento en el que las leyes prohíben la venta de comida.

La resurrección de las cosas

En el tiempo actual, Trapiello considera el Rastro como «un mercado de cosas viejas», dice, lo que le sirve para elaborar toda una teoría acerca de qué es y cuándo un objeto se hace viejo». «El consumo actual hace que las cosas tengan una vida muy corta», explicó, además de señalar que los muebles que se dejan de usar ya no pasan por el Rastro, añadiendo los condicionamientos de que los pisos ahora son más pequeños.

Ese tránsito cuando las cosas pasan a ser suntuarias le permite a Trapiello llegar a una conclusión casi mística en torno al Rastro como lugar de resurrección. «Venimos todos los domingos asistiendo a una resurrección que es la que se produce cuando los objetos vuelven a ser valiosos», relató.

La presentación de El Rastro. Historia, teoría y práctica no sólo justificó la existencia del libro sino que demostró que la devoción de Trapiello por la cita madrileña está más que demostrada no sólo por la frecuencia de décadas, sino por las conclusiones a las que ha llegado a lo largo de este tiempo. Y el asunto le da para frases enmarcables en el mejor tablón de anuncios del Rastro si es que existiera. Así, dijo el autor natural de Manzaneda de Torío: «En el Rastro sólo encontramos lo que hemos encontrado primero en uno mismo». «La generosidad del Rastro consiste en que te da más de lo que buscas». «Somos todos los domingos entre 50.000 y 100.000 personas que buscamos algo que generalmente hemos perdido».

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