Diario de León

Eduardo Arroyo. El artista total

El artista y escritor lacianiego muere a los 81 años. Mañana será enterrado en Robles de Laciana

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CRISTINA FANUL/DIARIO DE LEÓN
León

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Qué difícil, Eduardo, escribir sobre tu muerte. Estoy ante el ordenador y no paro de pensar que tengo que llamarte para preguntarte qué tienes que decir, tan difícil se me hace pensar que se acabó, que ya no puede ser. Mañana te enterrarán en Robles, frente a la montaña que tú mirabas con los ojos de tu abuelo, esa en la que los unicornios pacen cada noche a la luz de la luna. Convertiste tu vida y tu obra en un lugar legendario, o al menos así me parecía. Nunca te diste por vencido, pero nunca quisiste vencer. Como tu padre. Seguiste su ejemplo y te convertiste en una figura mitológica, como los héroes a los que pintaste y los caídos sobre los que escribiste. No te plegaste a las convenciones artísticas o políticas. Eras un Robinson melancólico, aunque trataras de ocultarlo. Recreaste la figuración cuando el dios verdadero era la abstracción y decidiste matar al padre Duchamp sin dejar resquicio alguno para la culpa o la nostalgia. Abriste el camino a la literatura pictórica y lograste poner a todos en contra tuya, demostrando que la voluntad del artista también se puede asesinar, que los caprichos pueden acabar degollados en mitad de una escalera, que la cultura no puede escribirse en minúsculas, aunque el mercado tratara de quitarte la razón.

Las moscas, las vánitas, la muerte, el boxeo, el deshollinador...  creaste todo un mundo de obsesiones artísticas que dieron cuerpo filosófico a una corriente cultural de vanguardia. Has sido un flaneur artístico en el mejor sentido del término, un vagabundo al que no le ha importado permanecer solo para ser leal a sus propias convicciones. Tu intromisión cambió el clima cultural de las vanguardias europeas. Las obligaste a cambiar la mirada y, al hacerlo, modificaste el rumbo. Ante la ortodoxia, abriste un mundo de alternativas.

Tu vida sólo se puede entender a través del exilio , una huida que comenzó en la infancia con la muerte de tu padre, la ausencia que marcó el resto de tu vida. Laciana y los ancestros, tu abuelo , el que te llevó al Prado por primera vez y te abrió la mirada, el valle, un Sangri-Lah al que volver, tu casa, esa que recuperaste para tu madre... 

Contigo se va también una manera de examinar el pensamiento europeo, de interpelar a la realidad, de golpearla, de volverla ridícula, de ponerle máscaras que evidenciaran su verdadero rostro. Te vas en un momento en el que los intelectuales vuelven a meterse en su dacha

Y París, el lugar en el que hurgaste en la idiosincrasia del arte en español, y te convertiste en una figura central para comprender el arte del siglo XX, un escritor que pinta y esculpe, porque al final, todo es lo mismo, y son las palabras las que envolvieron tu manera de pintar. Audaz, sacrílego, contradictorio, genial, has sido Eduardo Arroyo hasta el último día. Ni la enfermedad ni la muerte te hicieron flaquear. En los tres últimos años de enfermedad no has dejado de pintar, de esculpir, de escribir, ni un solo día. Hace unos meses, se reeditaba tu biografía sobre Panama Al Brown , una historia épica con la que compusiste el collage de una época desaparecida. Y en breve aparecerá tu nuevo libro. Sí. Hoy ha muerto un escritor. Uno de lo grandes.

El pasado 10 de septiembre inaugurabas en Segovia  Tríptico. Teatro, Arte y Literatura , y allí seguirás hasta mediados de noviembre. Me imagino tus últimos días como a Hermann Broch ante La Muerte de Virgilio, pintando sin cesar lienzos colosales, escribiendo de manera titánica, y me pregunto cuál habrá sido tu último cuadro, ese en el que tanto pensabas. Se lo he leído a Jesús Ruiz Mantilla. Eran dos: un óleo con dos submarinos acorralados en una entretela y otro que dejó a medias. El gran mundo se queda un poco huérfano, pero también el pequeño. Robles se las tendrá que apañar. 

En nuestra última conversación, te pregunté por la muerte, la tuya, claro. Me contestaste con sorna: "Hombre, me fastidiaría palmarla. Pero si hay que palmar, pues se palma" . Siempre burlón, una manía que sólo se da con la inteligencia, lo mismo que la falta de rencor, que dejaste para los mediocres. 

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