Un legado único para León
verónica viñas | león
En León sus ‘Moscas’ nunca encajaron. La única ciudad que exhibe en la calle un conjunto de esculturas del leonés de adopción Eduardo Arroyo, entre las que se encuentra el célebre unicornio que pende de una grúa, el dios Eolo y la celda de vanitas, nunca supo agradecer este legado.
Estas obras, que formaban parte de una intervención más amplia que nunca llegó a completarse por las protestas de un grupo ecologista, tardaron una década en ser colocadas en Santa Marina. El artista, desesperado, llegó a proponer que las tiraran al río Bernesga. El año pasado, en el que el mundo del arte se rifó al artista coincidiendo con su 80 cumpleaños, el Museo de Bellas de Bilbao se rindió al talento de uno de los creadores contemporáneos más fascinantes. Arroyo se empeñó entonces en ‘encajar’ obras de similar factura a las de Puerta Castillo en el corazón de la capital vasca, donde fueron espléndidamente recibidas.
Las ‘Moscas’ no fue el único legado que ha dejado Arroyo a León. En Minuta de un testamento , una especie de memorias en las que Arroyo anuncia desde la primera página que han sido inspiradas en la obra del mismo título del leonés Gumersindo de Azcárate —pariente lejano de su esposa, Isabel Azcárate, una conocida galerista—, el artista repasa su vida y su obra y expresa su deseo de dejar su legado pictórico a Robles de Laciana (página 143). La casa, anuncia, quedará en usufructo para Isabel. «Una vez desaparecido el testador se transformará en museo, el cual dependerá a su vez de una fundación llamada Justino de Azcárate-Eduardo Rodríguez (legado Eduardo Arroyo)».