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Soledad Becerril publica su historia

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«Lo que cuenta para Soledad Becerril no es haber sido la primera, sino su batalla para no ser la única». La frase de la diputada Beatriz Rodríguez Salmones, antigua colaboradora de Becerril, resume la peripecia vital de la primera mujer en ser ministra y alcaldesa de Sevilla, que ahora publica su biografía, ‘Años de soledad’ (Galaxia Gutenberg), en la que viaja desde sus primeras expericias políticas hasta su último cometido como defensora del Pueblo. | colpisa

Madrileña del 44, Soledad Becerril llegó a Sevilla en 1971, y en la capital andaluza comenzó a moverse en los círculos liberales. Tras la muerte de Franco, en 1977 fue elegida diputada en el Congreso en las primeras elecciones de la democracia: eran 21 mujeres de un total de 350 diputados. «Llamábamos la atención por ser mujer, pero lo realmente importante es que tuvimos la oportunidad de estar en la vida pública y de participar en la Transición», asevera. Fue diputada en seis legislaturas y senadora en una, pero su salto a la primera línea de verdad llegó cuando el presidente del Gobierno Leopoldo Calvo-Sotelo le pidió que fuera ministra de Cultura y Deporte: contra su voluntad («me hubiera gustado tener un par de días para tomar la decisión»), no pudo pensarlo mucho y dijo que sí.

«Era un Ministerio enorme, con un montón de competencias, incluidos los Medios de Comunicación Social del Estado, 21 periódicos que dependían del Gobierno», explica. Pero admite que entonces, lo que más llamaba la atención era su condición de mujer, la primera que alcanzaba un puesto en el Consejo de Ministros desde la Segunda República. «Los medios nacionales e internacionales solicitaban constantemente entrevistas y fotos, hasta que tuve que decir que no porque comprendí que no podía dedicar tanto tiempo a esos asuntos».

Opina Becerril que en muchos aspectos se ha avanzado hacia la igualdad entre los dos sexos, pero no tanto como sería deseable. «La vestimenta de las mujeres en la vida pública se sigue observando con una atención excesiva. Con que una mujer que está en política vista de una forma presentable debería ser suficiente. No somos modelos que estamos en una pasarela», afirma. También continúan las dificultades «para conciliar y por supuesto, la violencia machista, donde se deben plantear actuaciones más contundentes». Sí se han dado pasos, destaca, «en las discriminaciones legales, que han desaparecido», y en el papel general de la mujer.

Años después de su paso por el Ministerio, Becerril fue protagonista de otro momento histórico: en 1991 fue elegida teniente de alcalde de Sevilla y en 1995, alcaldesa, la primera de la historia en la ciudad hispalense. «Ser alcaldesa es un honor y requiere una dedicación absoluta. En el Ministerio se está más resguardado, pero una alcaldesa es fácilmente abordable por la calle». De aquellos años recuerda «una ciudad plural» y una actitud, la suya, que consistía en «abrir las puertas a todos».

Pero su memoria se transforma en honda tristeza al mirar hacia el acontecimiento más duro de su vida: el 30 de enero de 1998, ETA asesinó al concejal Alberto Jiménez-Becerril y a su esposa, Ascensión García, el primero, un colaborador cercano a ella en el Ayuntamiento, y la segunda, una persona a la que conocía y apreciaba. «Nunca había hablado de esto, aunque guardo todos los documentos de aquellos días, publicacioens, fotos, lo que escribieron periodistas amigos y todos los papeles del proceso judicial», afirma. «Me llamó a mi casa el delegado de seguridad del Ayuntamiento y en cuanto sonó el teléfono ya sabía que había ocurrido algo muy grave. ‘Alcaldesa, acaban de matar a Alberto y también a su mujer, Ascensión’», rememora. Desde ese momento, Becerril se puso en cabeza de las manifestaciones de repulsa y de apoyo a la familia de las víctimas, especialmente, de los tres hijos que quedaron huérfanos. «Lo que quiero ahora es agradecer a todos los sevillanos su comportamiento de aquellos días», asegura.

En 2012, la política tenía reservado para Becerril un último destino. Desde ese año hasta 2017, en lo más duro de la crisis económica, ejerció como defensora del Pueblo, una institución «muy valiosa, muy apreciada en las democracias consolidades y que pelea con la política de forma silenciosa», dice. En el cargo vivió de lleno el problema de los desahucios y gracias a su labor y a la de todos los que denunciaron este drama, primero hubo un decreto y luego una ley que dio a los jueces la posibilidad de parar estos desalojos «cuando eran una barbaridad». «Todavía hoy hay situaciones injustas, pero los jueces tienen herramientas para hacerles frente», asevera.

El mandato de Becerril acabó hace un año, pero su interés por la política perdura. Muestra su preocupación por la situación catalana («el Gobierno de Cataluña piensa y actúa sólo hacia la minoría independentista y fomenta el secesionismo a través de los medios públicos») y dedica el libro a los jóvenes, «para que valoren cómo se ha llegado a un Estado democrático y de derecho».

10/14/19-31/18

CUL

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