JORGE MARTÍ | CANTANTE DE lA hABITACIÓN rOJA
«La España que sale en las redes sociales es horrible»
La Habitación Roja recala mañana en el Gran Café con todas las entradas vendidas. Un documental, una enfermedad repentina, unida a la de su mujer, que padece Síndrome de Fatiga Crónica, su trabajo como enfermero con pacientes de Alzheimer, hacen de Jorge Martí, líder de La Habitación Roja, valenciano residente en Noruega, uno de los músicos más peculiares.
La habitación se convirtió en casa. Creciendo como una verdadera banda de rocanrol, de las de antaño, de las que cuentan los años como muescas de una aventura en la carretera. En España quedan marcas (en los dos sentidos) de grupos que representan lo legendario, pero apenas quedan en ellos miembros originales o del principio. En algunos, apenas uno asume el nombre como heredero del registro de la propiedad intelectual. No es el caso de La Habitación Roja de Jorge Martí y no sólo él: Jose Marco, Pau Roca, Marc Greenwood, Jordi Sapena... por estelar orden de incorporación.
Anda renqueante Martí aunque sigue despachando conciertos igual de intensos después del gran susto que le deparó su salud el día que se ausentó su azar. El nombre es aparatoso: tromboembolismo pulmonar. Llevaba tiempo cansado, sin bajarse del barco ni un segundo, show tras show en los que al final del ciclo dominaban las ojeras del agotamiento en un rostro casi de romántico del XIX. Y en abril se rompió todo. Parece mentira. Porque la actualidad de Jorge Martí es un no parar. Gira y conciertos, nuevo disco: Memoria; un documental sobre su rara vida, In the middle of Norway; la atención extrema a su mujer enferma, «mi mujer es mi gran historia de amor», asegura; y todo un trayecto en el que si algo ha hecho es multiplicar su hipersensibilidad. La música le ha salvado. Si los gatos tienen siete vidas, este Jorge Martí tiene al menos las mismas pero todas a la vez. En Diario de León se confiesa. Y en persona y canción, lo hará mañana, en El Gran Café de León; y un día después en la sala Attica de Ponferrada.
—Tiene disco nuevo, «Memoria», pero últimamente no dejan de pasarle cosas que ha contado con tanta sensibilidad, casi discreción, que hacen que apetezca charlar con usted más allá de la música... ¿Qué tal está?
—Estoy bien. Todavía pendiente de si me habré curado del todo. A ver qué dicen los médicos. O sí tendré que medicarme siempre. He podido recobrar toda mi actividad, musical, personal... Noto cierto cansancio. La música me viene bien incluso para cuando me dio el trombo, porque una doctora me preguntó si tocaba algún instrumento de viento, porque veía que tenía una gran capacidad pulmonar...
—Le diría que sí, que «de vez en cuando» se pasa más de dos horas cantando y cantando, ¿no?
—Claro, tener los pulmones tan sanos en ese sentido me ayudó a sobrevivir. Por eso creo que podemos asegurarlo: La enfermedad me ha confirmado que la música nos puede salvar. Puede que mentalmente esté cansado porque me han pasado muchas cosas últimamente y tengo la sensación de que llevo una vida entera sin parar.
—Encima le coincide todo con el lanzamiento esta semana de esa película documental sobre usted que se llama ‘In the middle of Norway,’ en el que descubrimos, o salen a la luz, facetas de su vida de lo más peculiar y una mirada sobre la vida que usted ejerce con máxima sensibilidad...
—Conocí a los autores en Barcelona, Mia P. Salazar, la directora, y George Bungard, en una sesión grabando Indestructibles. Son pareja y querían hacer un proyecto pequeño, un documental sobre mi vida. Al principio dije que no, por pudor. Me pasó igual con Espacio Interior, el libro de Ediciones Chelsea que me encargó Álex Cooper. Al final me convencieron. Nos fuimos haciendo amigos y me parece que tienen mucho talento.
—¿Qué le pasaba? ¿Tenía mucho que contar o mucho que callar?
—En realidad, lo que podía contar era mi vida un poco rara. Esta doble vida entre Noruega y España. En Noruega una vida diferente, nada que ver con los conciertos, festivales, la gente... Mi trabajo de enfermero con pacientes con Alzheimer, la propia enfermedad de mi mujer, que hace necesaria una vida tranquila.
—En esta vida rara, ¿dónde es usted el raro? ¿En España o en Noruega?
Al final no lo sé. Igual en los dos lados. Normalizas una situación atípica. Aunque sea a base de crear cierto desarraigo y teniendo siempre la sensación de que te vas a marchar, con la maleta siempre preparada. También me pasa que siempre tengo la sensación de perderme algo. Mi mujer me dice que siempre pienso que un poco más allá hay una playa mejor en la vida. Y puede que tenga razón, porque creo que en Noruega me pierdo cosas de España, de mi familia, y al revés.
—¿Cómo ve España desde Noruega?
Con estupefacción y morriña. La España que sale en las redes sociales es horrible. Da pena que parezca siempre un país en conflicto y en guerra consigo mismo. Desde Noruega, sintiendo las cosas reales de la vida, la enfermedad de mi mujer, la mía propia, o mi trabajo con enfermos de Alzheimer, te afecta todo ese ruido y que no se imponga una idea de bien común.
—Tiene dos hijas. ¿Les gusta España?
—Una de ellas dice que Noruega es un rollo. Le va más la vida de España.
—¿Cuál es el secreto de la eterna juventud de La Habitación Roja?
Tal vez que hemos logrado mantener las ilusiones intactas. Para nosotros no existe la rutina. Paco Loco, en la grabación del disco, nos decía que la ilusión que teníamos como si fuera el primero era lo importante para hacer un buen disco. Y que todavía sabíamos arriesgarnos.
—¿Este grupo será eterno? ¿Se ve con fuerzas?
Creo que sí. Hemos tenido etapas, pero nunca la sensación de descender a los infiernos. Aunque yo parezca melancólico, o igual lo sea, que me afecta todo y entonces quiero salvar a todo el mundo, en los peores momentos me ato al mástil y creo que todo va a pasar.
—¿Tienen ganas de tocar en León?
—Siempre nos tratan bien por el Norte. En León tenemos buenos amigos, en acústico o eléctrico siempre nos ha ido bien. Nos apetece tocar el disco nuevo, Memoria, que creo que es un disco que tiene toda la experiencia con los pies en el presente. Suena moderno pero tiene marchamo de clásico. Como ya dijo Pau una vez: preferimos ser especiales que originales.