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El itinerario francés de Arroyo

Una exposición plasma la relación del desaparecido pintor con el país galo Vivió en París de 1958 a 1976.

La viuda de Arroyo, Isabel Azcárate, en la sede de la muestra, el Instituto Francés de Madrid. E. OYANA

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León

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carmen sigüenza | madrid

El pintor de origen leonés Eduardo Arroyo, que falleció el pasado 14 de octubre, había nacido en 1937 en la madrileña calle Argensola, en plena Guerra Civil. Estudió en el Liceo Francés y en 1958 se instaló en París, huyendo de Franco, una relación con el país galo que se puede ver en la muestra Eduardo Arroyo: un itinerario francés .

La muestra, que se inauguró ayer en el Instituto Francés, es toda una plasmación de la relación sentimental de esta institución con Arroyo, el pintor figurativo, dibujante, cartelista y escritor que tuvo la ironía y la mordacidad como herramienta.

Comisariada por Fabienne Di Rocco, también biógrafa del artista, la muestra reúne un trabajo seleccionado por el propio pintor, que estaba trabajando en esta muestra antes de morir.

Se trata de 30 obras, cuatro pinturas y dibujos, caricaturas, y retratos, además de dos grandes vitrinas con la información de la relación del artista con el Liceo; sus notas, fotos de familia y su paso por este centro.

Además, se incluye la proyección de una película grabada durante 24 horas por el propio pintor. Las doce últimas horas fueron rodadas, de forma continuada y sin interrupción, sobre su vida y sus reflexiones. Todo en respuesta a Alberto Anaut, que le hace una especie de entrevista. «El hilo conductor de la exposición es su paso por el Liceo y su relación con Francia, y todo ello concentrado en la preocupación de Eduardo por la condición del artista y del arte, esto es muy importante», explicó Di Ricco durante la presentación. «Le preocupaba la parte oscura o precaria que tuvieron que pasar artistas como Baudelaire, pero también mucho humor, como los retratos que hizo de Stendhal y Flaubert», precisa Di Rocco, que está traduciendo al castellano el libro que dejó escrito Arroyo en francés y que saldrá en Francia el próximo enero. Un texto inspirado en la novela de misterio de Agatha Christie Los diez negritos .

«Era cierto que el Liceo me convenía, a pesar de que en sus filas de profesores se encontrara el mal nacido cura Argimiro. En el jardin d’enfants del Liceo Francés de Madrid aprendí lo de «il était un petit navire qui n’avait ja-ja-jamais navigué» (érase un barco pequeñito que jamás había navegado)», escribió. «Pero cuando por aquella caída desafortunada en el teatro de la Zarzuela mi padre murió, yo me convertí ‘ipso facto’ en adulto, un adulto que no había navegado jamás. Un dicho afirma que cuando los niños no tienen padres, se convierten en sus propios padres...», siguió Arroyo en su libro de memorias Minuta de un pensamiento .

El exilio como brecha

El pintor también dejó escrito: «No olvidaré que a los catorce años fui expulsado de mi querido Liceo Francés por repetida mala conducta, y ese acontecimiento me hizo comprender, bastante joven, cómo las gastaban mis amigos los franceses». Arroyo, que decía que la realidad «es infinitamente más preocupante que la ficción y nos atemoriza...», y que volvió a España en 1976, tuvo dos etapas en su carrera, en el exilio (1959-1976) y tras el exilio.

«La ocultación, lo no visible, lo invisible, forman parte de mi cuerpo de cada día. «Vivo con la obsesión de enmascarar a todo bicho viviente, a rostros conocido y desconocidos», dejó escrito en su libro Bambalinas .

El pintor, que trabajó hasta el último momento, como recordaba su viuda, Isabel Azcárate, dejó dos pinturas inconclusas. Una relacionada con el libro que tenía entre manos y era un retrato de Agatha Christie, y otro denominado La bella y la bestia , con algunas de las figuras totalitarias del siglo XX. El Jardín Botánico de Madrid será el escenario de la nueva exposición sobre el pintor, ya en enero.

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