Diario de León

JOSÉ PAJARES DANDY ROLL

«Merece la pena hacer canciones a los de siempre»

Rafa Hernández y José Pajares. JR VEGA

Rafa Hernández y José Pajares. JR VEGA

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pacho rodríguez | madrid
León

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Dos leoneses en Ponferrada y un lenguaje común: como diría Antonio Vega, el de la lucha con los fantasmas de la prima y bordón. Son así dos guitarristas que más que juntarse se suman. Y que sirve a José Pajares, ex Deicida, para recuperar un proyecto en el que siempre ha viajado según sus gustos y sin cortapisas: Dandy Roll. Pero esta vez, Pajares se une a Rafa Hernández para que el formato sea asunto de dos y sin artificios. Lo más curioso, es que esta unión de dos pesos pesados del rocanrol leonés e descubrirá en sus próximas apariciones en el escenario. El debú en la Tararí de Ponferrada, como en Ponferrada el caldo de cultivo que no hallan en su ciudad.

—A día de hoy rescatar Dandy Roll ¿es volver a lo anterior o ir a algo nuevo?

—El formato es diferente. Dandy Roll he sido yo solo. Y fue una banda eléctrica en algún momento, hace muchos años. Ahora es un dúo acústico. Buscamos la autonomía que te da el hecho de que todo quepa en un coche y sobre sitio para que un par de amigos vengan con nosotros a disfrutar del día.

—¿Caben en el rocanrol disquisiciones de este tipo o siempre va hacia adelante?

—Ni nos lo hemos planteado. Cabe el disfrute de las canciones en un formato en que huelen y saben a madera noble y a barniz exquisito. Con poca ropa.

—Creo que en Dandy Roll caben más cosas que en Deicidas, incluso más que en usted mismo.

—Seguro que sí. Hace 24 años, cuando se disolvió la banda, había vivido media vida menos. Eso incluye lo que oyes, lo que lees, lo que ves en el cine y lo que te pasa. Algo de todo eso se traspasará a la música, imagino. ¡Y espero!.

—¿Qué no mereció la pena en aquellos años heroicos de juventud, Deicidas, gira, éxito, cuatreros, teloneros?

—Heroico quizá sea algo excesivo. No le hago reproches a mi juventud ni a ninguna otra época de mi vida. No tiene mucho sentido. No puedes volver allí a arreglar nada ni a hacer ninguna cosa mejor. Solo va pesando mirar alrededor y echar de menos a algunos que se fueron y que aún deberían andar por aquí. Pero imagino que eso es un sentimiento de pérdida muy común en el alma humana, más allá del rock and roll. Los 80-90 en eso fueron bastante duros.

—Pertenecemos a una generación de músicos que crecieron creyendo a pies juntillas que León era especial. ¿Era para tanto?

—Cuando tienes 17 años en una pequeña ciudad o en un barrio de una grande y haces algo tan peculiar como lo era en 1983 tocar punk en León con tus iguales te sientes muy especial. No piensas que la ciudad lo sea. Piensas que sois tú y tus colegas quienes la hacen especial. Esa insultante arrogancia adolescente me produce mucha ternura y me parece muy verdad, vista con la perspectiva de los años. La firmo.

—¿Qué tal vive en El Bierzo un chico de barrio de León, estrella del rocanrol local,  tasquero-empresario de éxito en su día?

—Vivo bien. Pero no creo que tenga que ver con mi ubicación geográfica, sino con mi actitud actual. Llevo una vida tranquila y la dedico a mis pasiones. Tiene poco truco y mucho jugo.

—¿Qué tal le queda a Rafa el traje de Dandy Roll? Me imagino que a usted, bien, que para eso lo inventó...

—Lo que me gusta es la mezcla. Yo soy un guitarra rítmico aceptable. No pierdo el tiempo y toco lo imprescindible para acompañar mi voz. Él es un tipo con muy buena técnica que sabe, sin embargo, tocar lo justo y necesario en cada tema. Rara vez hablamos de los arreglos. Simplemente tocamos hasta que no sobra ni falta nada.

—¿A qué merece la pena actualmente hacer canciones?

—A lo de siempre. A lo que no tiene arreglo. O a lo que sí lo tiene, pero no lo vas a arreglar con una canción.

—¿Cuántos santos nuevos han subido a su altar musical? ¿Lo preside alguien en concreto?

—No soy muy partidario de los santos. En cuanto te descuidas, a alguien se le ocurre una romería. Sigo fiel a mis diosecillos paganos y no dejo de incorporar otros nuevos cada poco.

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