Diario de León

PATRIMONIO

El Siglo de Oro estaba en el desván

Sabían que la falsa bóveda de la iglesia parroquial escondía pinturas antiguas pero ha sido ahora, con motivo del arreglo del tejado, cuando en Vallecillo han descubierto y comprobado la ubicación exacta y la antigüedad de estos ángeles, grutescos y demonios, testigos del viejo artesonado: datan de los siglos XVI y XVII y hoy piden ayuda para ser restaurados

.La iglesia parroquial de Vallecillo, en pleno proceso de restauración y reposición de sus cubiertas. MARCIANO PÉREZ

.La iglesia parroquial de Vallecillo, en pleno proceso de restauración y reposición de sus cubiertas. MARCIANO PÉREZ

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E. GANCEDO | LEÓN
León

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Emplear aquella expresión de «empezar la casa por el tejado» ante algo hecho a destiempo o sin tener en cuenta los plazos lógicos no tiene razón de ser cuando se está hablando de restauraciones. Los males en forma de humedad, goteras o frías corrientes de aire que logran traspasar la corteza de las tejas comienzan entonces una labor de zapa continua que, con el tiempo, puede acabar echando abajo el inmueble. En Vallecillo, tierra llana leonesa, páramo entre el Cea y el Esla, lo tenían bien claro y por eso su ayuntamiento llevaba cinco años batallando para conseguir financiación con la que reparar las maltrechas cubiertas de su iglesia parroquial.

Lograron de la Consejería de Fomento una ayuda de 122.000 euros —146.000 con el proyecto— gracias a la cual pudieron comenzar ‘la casa por el tejado’, una obra que avanza a buen ritmo y que culminará, previsiblemente, en un mes. Eso sí, en el proceso de reparación, mejora y sustitución del tejado se redescubrieron toda una serie de pinturas de gran interés, restos del antiguo artesonado mudéjar de los que habla al Diario el alcalde de Vallecillo, Javier Lagartos, que también es historiador y trabaja como técnico en el Museo Etnográfico de León. «Fue al tratar la bóveda falsa instalada en el siglo XVIII cuando pudimos contemplar de cerca y fotografiar las pinturas que escondía», dice, y explica que la bóveda no es estructural, «no soporta nada», y que fue alzada en torno a 1780 en un proceso muy característico del momento. «El artesonado se desmontó aunque, al revés de lo que ocurrió en otros lugares, no se quemó o destruyó sino que se reaprovechó para el nuevo tejado, sus tirantes son los que vemos ahora, luciendo una buena policromía con estrellas, figuras, y colores azul y blanco», detalla Lagartos.

Pero no sólo aparecieron restos de ese artesonado sino que también descubrieron pinturas murales que, en su día, «cubrían las paredes enteras», a tenor de cómo aparecen cortadas. El estado del artesonado y también las «nuevas modas», indica Lagartos, estarían detrás de un cambio documentado en muchos otros lugares del área.

En un primer reconocimiento, las pinturas datan de entre los siglos XV y XVI pero también las hay del XVIII, y el alcalde describe los grutescos, angelotes y demonios que danzan en ellas, algunos con sus atributos sexuales a la vista, y con perfiles muy definidos, trazados de ese modo para que los fieles los contemplaran en la nave, nueve metros más abajo. Debía de ser «una representación del cielo y del infierno», un modo directo y popular de doctrina, comenta Lagartos, y muestra los grandes tirantes de negrillo ahora bien visibles entre el techo y esa bóveda dieciochesca que no carece de interés, «nuestro arquitecto aún no se explica cómo se mantiene, no parece apoyarse en nada», añade. La idea ahora es restaurar esas piezas y reintegrarlas en la iglesia para que, 230 años de oscuridad después, sean de nuevo contempladas.

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