Diario de León

RELATO DE UNA VIDA TRÁGICA

«Nací de una violación y toda mi vida ha sido violenta»

El leonés Alfredo López Digón publica a los 90 años ‘Triunfo de la rebeldía’, donde relata su trágica vida El autor estuvo preso en España y Francia y combatió en Indochina, donde despertó antes de ser enterrado.

León

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Alfredo López Digón ha vivido siempre con la muerte en los talones. A su madre, María López Digón, y a sus tías las violó «el cacique de la comarca, Manuel Cedrón López. Cuando supo que mi madre estaba encinta, la hizo marchar del pueblo para que su mujer no se diera cuenta». Alfredo nació el 25 de marzo de 1929 en Castañeiras, en la mitad del pueblo que pertenece a la provincia de León.

«Nací de una violación y toda mi vida ha sido violenta». Así explica su trágico destino. A punto de cumplir 90 años, acaba de publicar su biografía, Triunfo de la rebeldía, donde cuenta que a su tía Vicenta y a su primo, de 18 años, les aplicaron la Ley de fugas en Villafranca del Bierzo por simpatizar con la izquierda. Su tío Jesús, teniente del ejército republicano, fue exterminado en 1940 en el campo de Mauthausen. El libro es un ‘ajuste de cuentas’, donde denuncia las injusticias que ha sufrido y casi seis años de cárceles en España, Francia e Indochina.

«Toda mi vida he sido zarandeado». Recién nacido su madre se fue a Barcelona y le dejó durante tres años al cuidado de un matrimonio. Pese a su corta edad y, quizá, por lo que ocurriría después, Alfredo recuerda aquel tiempo como uno de los más felices. Pero fue solo un espejismo.

Su madre regresó por él y ya en Cataluña vivirán en «una cabaña hecha de planchas, en los alrededores de La Modelo». Por entonces Alfredo se apellidaba Santín López. Su padrastro —él no sabía aún que no era su padre biológico— le daba continuas palizas. A los siete años, con el inicio de la Guerra Civil, su madre le obligaba a hacer largas colas en el cuartel de artillería de San Andreu para conseguir las sobras del rancho. A los diez, Alfredo se fuga de casa. La Policía le entregará al asilo Durán, un correccional para menores conocido por su dureza y extrema violencia. Finalmente, su madre fue a recogerlo y durante un tiempo vivirá con su tío Pepe en Castañeiras. «Allí vi por primera vez a mi padre. Me miró y al no dirigirme la palabra comprendí que al fin y al cabo yo no era nada más que el resultado de un coito».

A los 14 años ingresa en el convento de San Vicente de Paúl, pero a los 18 «veía a las mujeres y las deseaba». Entró en el despacho del superior, se apropió de 10.000 pesetas y vestido con sotana y en taxi llegó a Barcelona. «No era un robo. Era la paga por años de trabajo». La fuga duró unas horas y el juez no quiso ni oír sus explicaciones. Pasó 18 meses en La Modelo. «Siempre me he adaptado a la nueva situación que se presentaba. Y eso me ha salvado».

Cuando sale de prisión empieza su militancia en el partido comunista. A punto de ser detenido, unos amigos le aconsejan que tome la identidad de un vasco, Juan Blasco, que se ha arrepentido y no quiere alistarse en la legión. En Melilla una noche no regresa al campamento y huye al protectorado francés, donde es detenido y le dan a elegir entre devolverle a la frontera o la legión extranjera francesa. «Todo lo que me ha pasado me ha conducido a ser pragmático. No creo en dios».

En 1951 embarca en Orán rumbo a Indochina. El viaje dura 32 días. Allí pasaría dos años combatiendo contra el enemigo, el calor y las enfermedades, pero la mayor parte prisionero. «Toda mi vida he estado resistiendo», afirma.

El peor momento de todos fue cuando se despertó en una cabaña en Indochina, con paludismo y en estado comatoso. «Ya me iban a enterrar». Cuando va a ser repatriado desde Saigón, su avión hace escala en Carachi (Pakistán) y deserta del ejército francés. En la embajada española le hacen un pasaporte. Se alista entonces en la marina mercante. Cuando vuelve a España, con 25 años, es detenido en Astorga y declarado prófugo por no haber hecho la mili.

Después retornará a Francia y será detenido y condenado a cinco años de cárcel por la justicia militar. Allí en 1957 era delito que un miembro de la legión expresara opiniones políticas. Años después a López Digón, que pasa los veranos en Castañeiras y vive entre Barcelona y Saint Loup —donde vive su hijo—, Francia acabó por reconocerle los servicios prestados en Indochina.

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